Cuento 1

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"la semilla es la palabra de Dios. Y aquéllos a lo largo del camino son los que han oído, después viene el diablo y arrebata la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven".

- Antiguo texto sagrado -

Lhenar sentía cómo sus sentidos se desvanecían y su percepción se distorsionaba lentamente. Sus ojos se enfocaban en las manchas de la pared, pero de manera difusa, como si estuvieran envueltos en una neblina translúcida. Los latidos de su corazón resonaban en su interior, acompasados con el ritmo de una sinfonía inaudible. Momentos de desconexión parecían aislarlo del mundo, creando una sensación de soledad que, a la vez, le permitía adentrarse en una realidad distinta.

El gas que emanaba de la máscara, un subproducto de la producción de Bespa, comenzaba su danza psicodélica. Era como si por unos instantes su espíritu abandonara su cuerpo y se aventurara por los campos agrícolas de la ciudad perdida, con la libertad de volar como aquellos seres legendarios que habitaban en los relatos de los sacerdotes. Historias que pintaban seres alados surcando los cielos, aunque sus formas y figuras quedaban ambiguas, apenas esbozadas en antiguos manuscritos ilustrados.

El anhelo de libertad, de una perspectiva distinta, de contemplar la urbe desde las alturas, era una constante en las alucinaciones de Lhenar. En esos fugaces momentos de trance inducido por el gas Bespa, él se permitía soñar con una realidad que se desdibujaba entre sus manos.

Sin embargo, cinco minutos pasaban y el efecto se desvanecía, arrastrando consigo las visiones que le habían regalado un instante de fuga de su realidad cotidiana. La bruma que había nublado su mente se disipaba lentamente, devolviéndolo a la cruda existencia de la secta, donde la ilusión se fundía con una verdad agridulce.

Lhenar pensaba "En la neblina de la alucinación, encuentro la libertad que mi cuerpo nunca podrá conocer. ¿Qué es real? ¿Las visiones que danzan ante mis ojos o la sombría realidad que se desvanece con el tiempo?"

Las bio-granjas se extendían más allá de los límites de Ritrell, un conjunto de poblados que se erguían en las afueras de la ciudad principal. Estas granjas no solo abastecían a las ciudades cercanas con una amplia variedad de vegetales y plantas, sino que su mayor producción se enfocaba en el cultivo y recolección del Bespa, un poderoso hongo alucinógeno que constituía el pilar central de la fe y las prácticas rituales de la secta religiosa.

El proceso de producción del Bespa era meticuloso y preciso. Una vez cosechado, el hongo era llevado a bodegas especialmente acondicionadas, donde se sometía a un complejo proceso de fermentación. Esta transformación daba lugar a un gas psicoactivo vendido en cápsulas presurizadas de aproximadamente 16 gramos, almacenadas a una presión de 1 BAR. Esta dosis concentrada garantizaba una experiencia alucinógena de gran intensidad, capaz de sumergir a quien la consumiera en un viaje espiritual y sensorial profundo.

El último rastro de Bespa se desvaneció entre mis labios, dejando un amargor que se mezclaba con el ansia de conectar con lo divino, pensó Lhenar, consciente de que ahora se dirigía a las granjas para dedicarse al arduo trabajo de recolección.

Las granjas, en su geometría precisa, se extendían como lienzos dibujados en la tierra, cada área cuidadosamente diseñada para el cultivo óptimo del Bespa. En aquellos campos, los trabajadores se movían con una danza coordinada, recolectando con delicadeza el hongo sagrado que crecía entre las hileras, mientras dispositivos tecnológicos de vanguardia controlaban el ambiente para mantener la producción al máximo rendimiento.

El sonido de la naturaleza mezclado con el zumbido de maquinaria sofisticada llenaba el aire, mientras los trabajadores, ataviados con trajes de protección, se sumergían en la tarea de recolección. Los sistemas de riego automatizados nutrían las parcelas, mientras drones de vigilancia surcaban el cielo, supervisando cada rincón de las bio-granjas.

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