2. Segundo encuentro

665 92 6
                                    

Como siempre, fuiste la primera en llegar a la tradicional cena dominical de tu familia, la misma que te has perdido durante tres semanas seguidas. Te gustaba culpar al trabajo por tus ausencias, pero sabías que tu madre no aguantaría eso durante un tiempo. Ella no te ha visto en tres semanas, y para ella eso era un crimen; también sabías que si te veía con un ojo morado se armaría un infierno. Afortunadamente ya se había curado, te habías vuelto un poco descuidada con el trabajo y no volvería a suceder.

No era que no disfrutaras estar con tu familia, realmente las amabas y morirías por todos y cada uno de esos bichos raros. Pero odiabas mentirles. Recuerdas una Navidad simplemente sonriendo en sus caras mientras estabas dopada porque ocultabas el hecho de que te dispararon y casi te caes y mueres porque cometiste un error. Podrías morir y ellas nunca lo sabrían, al menos no la verdad.

Era un sentimiento de mierda y solo empeoraba cada vez que tenías que verlas, pero eras una puta para el castigo porque tampoco podías simplemente levantarte y dejar a tu familia.

Estabas tan distraída que no te habías dado cuenta de que caminaste hasta la puerta principal de tu madre, pero no te diste cuenta de que ella estaba allí esperándote hasta que te abrazó con fuerza.

—Siempre con la cabeza en las nubes —te reíste con ella, relajándote finalmente y devolviéndole el abrazo a tu mamá—, qué bueno verte, cariño. No te he visto en mucho tiempo, ¿de repente eres demasiado buena para venir a ver a tu madre?

Pusiste los ojos en blanco en broma, sabiendo que hablaba en serio y dolida, debajo de su tono alegre: —Trabajo mucho, mamá, lo siento.

Alcina se apartó del abrazo, pero se aseguró de mantener un agarre firme en la parte superior de tus brazos para que no pudieras escapar de su mirada inquisitiva. No sabías lo que estaba buscando y cada vez que eras lo suficientemente valiente para preguntar, ella nunca te daba una respuesta, pero siempre sentías que podía ver a través de ti. Y Alcina podía perfectamente, sabía cuando sus hijas no estaban bien; podía ver que estabas exhausta y que era más que trabajo mantener a la menor alejada de ella.

Suspiraste suavemente, reconociendo la mirada en sus ojos, —Mamá...

Alcina apretó tus brazos suavemente, sus ojos grises brillaban un poco, pero eso podría ser que los rayos del sol poniente te jugaran una mala pasada, al menos eso es lo que elegiste decirte a ti misma: —Solo me preocupo por ti, pero —se aclaró la garganta, te arrastró adentro rápidamente, —Tus hermanas estarán aquí pronto para que podamos hablar de eso más tarde, ven a ayudarme a preparar la mesa.

—Espera, ¿hablar? ¿Hablar acerca de qué? —Estabas confundida pero obedientemente seguiste a tu mamá a la cocina.

—Acerca de tus elecciones de vida, querida, ¿qué más?

—¡¿Mis qué?! —Te burlaste, en realidad riendo a pesar de que Alcina hablaba completamente en serio y lo sabías—, mis elecciones de vida son geniales, ¿qué quieres decir?

Fue el turno de Alcina de burlarse y murmurar algo en rumano en voz baja, demasiado bajo para que puedas entenderlo correctamente: —Bueno, querida, veamos... estás soltera porque trabajas demasiado, trabajas demasiado porque estss soltera.

—Eso no tiene sentido.

—Tiene mucho sentido, cariño, simplemente no quieres escuchar. Toma, lleva esto al comedor —tu mamá empujó algunos platos en tus brazos sabiendo que no los dejarías caer y rápidamente agregó las servilletas y los utensilios encima con una suave palmadita en tu hombro y una sonrisa que era muy demasiado dulce.

Pero, por supuesto, no ibas a discutir con tu mamá, era casi imposible de todos modos y antes de que te dieras cuenta tu mente se había distraído. Recordando todas las veces que tú y tu hermana mayor Daniela siempre se encontraban con el extremo más corto del palo entre ustedes cuatro. Siempre las pillaban, por supuesto, y Alcina siempre contemplaba cualquier teoría que a ti y a Daniela se les ocurrieran, pero ella siempre lo supo. No fue hasta años después cuando ambas se dieron cuenta de que sus hermanas mayores las estaban vendiendo a ambas para recibir castigos menores.

Mi Mejor Error || Madre MirandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora