ᴅᴏs✧.*

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Junghoon regresó del jardín de infantes junto a su padre, en cuanto entró a su casa corrió hasta su cuarto dejando a los dos adultos curiosos por lo que su hijo haría.

Es el demonio de Tasmania en versión miniatura. —Rió su padre contagiando a su madre también.

¿Qué era tan importante para que Hoon tuviera esa reacción?

Desde que el niño aprendió a dibujar le ha regalado un dibujo a todos los que conoce y hasta incluso a gente desconocida que alguna vez se cruzó, como la señora de la panaderia que resivió con mucho gusto su dibujo de un oso aún sin conocerlo.

En su cuarto, sobre su mesita de juego, había un dibujo para su vecino Hyunwoo, ¡debía darle uno a él también! Lo conocía desde hace unos meses pero jamás le había dado uno, aunque a Woo no parece agradarle mucho Kim porque siempre lo llama conejo.

Aún así se lo daría, salió al patio y se subió a una silla para observar por encima de la cerca, Hyunwoo estaba en el patio jugando con una pelota.

— ¡Conejito! —Gritó muy feliz.— Te hice un dibujo.

Movió la hoja en su mano de un lado para el otro de forma que Choi pudiera verlo.

— ¡No soy un conejo! —Enojado se paró y por impulso le arrojó la pelota en su mano.

El llanto de Junghoon no tardó mucho en escucharce siendo acudido rapidamente por sus padres.

Sus intentos habían sido inútiles, no podía agradarle a Hyunwoo por lo que lo mejor sería que se rindiera y ya no lo molestara.

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