Interludio

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En una obscura y fría guarida un hombre estaba trabajando. Alguna vez fue un programador exitoso y un ingeniero certificado en el campo de la Robotica, uno que había trabajado con los grandes, pero ahora ahí estaba, trabajando en silencio en la oscuridad, solo iluminado apenas por unas luces que recibían vida por un generador a gasolina. Era un laboratorio secreto, uno que había montado en los subterráneos de la ciudad, justo bajo su tienda de reparaciones. Justo ahora acababa de terminar un proyecto, un "prototipo". El hombre se quitó las gafas de soldar, se limpió la frente sudada y sucia por los días seguidos sin bañarse, y dió un gran suspiro mientras le hablaba a la nada:

—Uff, bueno, por fin está terminando.

Turín nunca se había jactado de ser alguien inteligente, de hecho el quería ser como la gente del común, hacer las cosas que hacían los demás, pero, su naturaleza ñoña siempre lo traicionaba, como cuando hizo un comentario tan largo como un versículo de la Biblia acerca de los fascinantes que eran los servos de las puertas de garage. Sobra decir que no lo volvieron a invitar a otra fiesta en la universidad después de eso. Pero, su intelecto, aún siendo una maldición, también tenía sus ventajas. Este dispositivo era la prueba.

—Ahora, toca una prueba de campo.

Con cierta anticipación había preparado dos sujetos de prueba, A y B. El "A" era un raton común mientras el "B" era un pequeño Automata, era un robo parecido a un carrito de juguete, algo sencillo que podría hacer un escolar en la secundaria para un proyecto de clase. "B" tenía una programación simple, llevar un cubo de queso manchego de punto A a punto B con sus dos pinzitas instaladas. Y luego sacó una jaula en dónde había preparado varios ratones, tomó uno, el sujeto "A" y usando un poco de gas sofnifero de un dosificador lo durmió, lo puso en la máquina y le puso un pequeño dedal metálico en su cabeza, el cuál a su vez estaba conectado a un PC por 15 cables, al menos. Colocó al pequeño robot y le conectó un cable a su procesador Buttercup-pi. Ahora solo quedaba jugar a ser Dios, e iniciar el dispositivo

—¿Señor Turín? -una voz interrumpió su trabajo

En la negrura cavernosa una Nandroid entró al recinto, de ojos cafés vivos y brillantes y un cabello color miel muy corto rizado, quien venía cargado una charola con varios Sandwiches, un poco de agua y un bote de medicamentos.

—Oh, Penny

—Le traje la cena. También ya es hora de tomarse su medicina.

Isaac gruñó molestó por eso. Ante su situación de muerte inminente decidió tragarse su orgullo e instalarle a esa Nandroid un cerebro positrónico en que había estado trabajando. No era un gran inventor pero customizó ése cerebro artificial con los mejores componentes que pudo conseguir. Ahora Penny funcionaba a plenitud y se había vuelto en una asistente mucho más competente, claro, con un software de personalidad y capacitación que obtuvo de contactos que aún tenía en Industrias Sterling. Penny era una Nandroid competente en todos los sentidos, linda, servicial, correcta, y muy delicada y trabajadora en sus deberes. Apenas le quitó la vista de encima ella había limpiado su cuarto, su taller y había hecho suya la cocina. Pero, detestaba que ella le recordara que debía tomar sus medicamentos, ir al doctor para seguir con sus tratamientos, era casi tan sofocante cómo su mamá. Isaac tomó el frasco de medicina y se tomó un par de pastillas, todo para contentar a la Nandroid que lo miraba con seriedad, al hacerlo cambio su expresión a una cara más amable y dijo yá tranquila:

—Ve, no estuvo tan mal. Ahora a cenar que se enfría ¡¡Son Sandwiches asados con queso provolone!! ¡¡Su favorito!!

Así Turín abandonó por un momento sus ínfulas de jugar a ser Dios, los sandwiches asados de Penny eran simplemente exquisitos. Mientras comía en una mesa improvisada hecha de chatarra soldada la Nandroid lo mira con amable paciencia y en espera de otra solicitud.

Mandy the NandroidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora