Al meter la cabeza en el espejo del tiempo, vi primero oscuridad, luego el cuerpo de mi hermano muerto ya abandonado en medio de una calle. El estómago se me revolvió.
Hilda llegó a la escena. Se dejó caer de rodillas al lado del cuerpo de mi hermano, cerró ambos puños en su pecho y lo golpeó un par de veces, con incredulidad en su mirada, tratando de despertarle. Él no se movió. Ella volvió a golpearle, jadeó. Al fondo y de entre las sombras salieron dos hombres con capas rojas. Traté de avisarla, pero ella no pudo oírme y mientras sollozaba con su cara escondida en el pecho sin vida de Cen, la agarraron de los brazos y apoyaron una daga en su garganta, cortando en un movimiento limpio.
-Maldición -gruñí.
Salí de la visión, llegué hasta la cama, cogí el arco sin flechas y lo colgué en mi espalda, atravesado. El algiz blanco y rojo, lo metí en la cinturilla de mi vestido. Trencé mi pelo y materialicé un lazo blanco que até en la punta de esta. Agarré el pergamino, la pluma y entonces le llamé.
Ahriman apareció con sus aires de azufre y podredumbre. No dijo nada, nada en absoluto. Solo tendió su mano en el aire, con lo que pareció un humor liviano y aguardó.
-Ya no quiero comida o agua -dije.
-Bien -contestó. Movió los dedos huesudos, para que se los estrechase.
-Te traeré a las cinco almas y a cambio me dejarás salir de aquí y moverme por el mundo físico a mis anchas. Quiero ser vista y quiero ver e interactuar con los demás, como si no tuviese un lazo contigo. Quiero mi vida de vuelta.
-Tú misma ejecutarás a esas almas -me recordó. -Sin hacer preguntas.
-Bien -dije. Asintió.
-Yo, Ahriman, rey de las sombras, prometo dejarte salir al mundo físico y moverte por él a tus anchas, ser vista y ver, interactuar con los demás como si pertenecieses a ese mundo y no tuvieses un lazo conmigo, volver a tu vida, a cambio de que seas la mano ejecutora que me entregue a las cinco almas que elija deben pasar al otro plano.
-Yo, Eda, ejecutaré a esas cinco almas sin preguntar.
-Si no lo haces, -siguió -me entregarás las vidas de tu padre y de tu hermano.
El cuerpo de Cenwalth en el suelo me nubló los ojos. El cuello sangriento de Hilda, también. No les dejaría morir. A ninguno. Mataría a esas cinco almas y salvaría a aquellos que amo.
Creo que escuché a Hilda quejándose en mi cabeza, gritaba palabras que bloqueé fuera de mi mente. Sabía que estaba vendiendo mi alma, que matar no era tan fácil, sabía que podía hasta ser una trampa, pero también sabía que no podía seguir encerrada en aquellas paredes sabiendo todo lo que sabía ahora. No seguiría aguardando pacientemente mientras allí afuera se desarrollaba una catástrofe épica. No mientras me quedasen fuerzas para hacer algo.
-Y el espejo, se viene conmigo -dije, por último. Ahriman rio.
-El espejo es tuyo -se limitó a contestar. - ¿Firmas mi contrato?
Al estrechar su mano, sus dedos crujieron bajo los míos y la figura del diablo se transformó en una sombra creciendo ante mí. La capa cayó a sus pies y él creció por todo lo alto y ancho de la habitación, inundándolo el espacio, sin soltarme. Haciéndome sentir diminuta.
Antes de desaparecer vi su cara transformándose en la mía. Una versión más solemne y madura de mí misma con unos gruesos cuernos enroscándose por detrás de mis orejas y sus ojos ámbar convirtiéndose en rojo sangre.Luego; libertad, y en la mano con la que acababa de sellar mi contrato, la daga de mi hermano.
La puerta de la habitación se abrió, mi corazón repiqueteó entusiasmado. Palo tiró sus orejas hacia atrás y afinó su morro.
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Raíces y Espinas - Parte dos
FantasyCuando Eda se enamora del príncipe de Kent y hermano de su futuro esposo, hará todo lo que esté en sus manos para detener ese matrimonio. Lo que no sabe es que el futuro Rey ha hecho un trato con el Diablo para mantenerla presa. Así que, con tal de...