Mi Amigo Imaginario

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Realidad o imaginación: ¿cuál es la diferencia entre ambos mundos? Mejoro la pregunta: ¿En qué momento decidimos que la imaginación no es real, al ver cómo el mundo nos obliga a adoptar esa idea de adultos que tienen, o al notar que ese niño interior se va apagando? Estas preguntas nos las replantearemos a lo largo de esta historia, inspirados por el Sr. Barrios, quien abordó este tema en su hermoso prólogo del diario anterior, invitándonos a reflexionar sobre por qué el mundo de la imaginación es más vasto que el mundo real.

Lo único que recuerdo de esos seis años que pasé en este mundo es mi amigo imaginario. No recuerdo su apariencia física, ya que eso no era relevante; cada día era alguien diferente, y le asigné el nombre de Tomás para identificarlo cuando no lo reconocía. Tomás, un nombre grandioso. Siempre quise llamarme así; tal vez, en algún momento, lo tuve.

Hablar de la imaginación y del reino de Wallran me trae a la mente una noche en la que conocí a un niño que, curiosamente, se llamaba Tomás. ¿Dónde lo vi por primera vez? Fue en el gran mercado mientras compraba ingredientes para un hechizo con el cual quería experimentar, alimentando mi curiosidad. Me gusta explorar ingredientes y descubrir qué tipo de maravillas o desafíos encontraré.

En ese momento, mientras examinaba si un ojo de serpiente era mejor que una pata de conejo, vi pasar a un niño agarrado de la mano de su padre. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, y al volverme, noté que se le había escapado una lágrima.

—Pobre niño, pasa por aquí todos los días y deja la misma lágrima caer al suelo —comentó el mercader al verlo pasar—. No sé qué atormentará su inocente mente, pero espero que no tenga que pagar un precio demasiado alto por ello. ¿Gran mercenario, ha decidido qué llevar?

—¿Conoce usted a alguna bruja en la zona? Necesito un hechizo en específico —pregunté mientras aún reflexionaba sobre el niño.

Tomé un frasco y deposité la lágrima del joven en su interior, escuchando cómo el mercader continuaba hablando:

—Hay un hechicero, a tres casas de distancia. No estoy seguro de si le será de mucha ayuda; dicen que está loco y que sus artes son solo delirios.

—Pero toda magia comienza como un delirio, justo lo que necesito —respondí con una sonrisa.

Me encaminé hacia la dirección proporcionada, llegando a una casa de colores con un letrero que rezaba "Libere su imaginación". Fue entonces cuando comprendí que ese era precisamente el lugar que necesitaba. Entré y un hombre emergió de una pared de humo de colores, exclamando:

—El precio de ser un hechicero experimental. ¡Oh, un cliente! Si no es mi día de suerte. Bienvenido al mundo de la imaginación.

Abrió los brazos y de su manga surgió una rana. Traté de contener la risa mientras él comentaba:

—Siempre supe que la rana iba a hacer acto de presencia en algún momento. Pero, amigo, ríase, no sea como esas personas que construyen sus propias cárceles. ¿A qué debo la visita a mi tienda? Ah, ya lo sé, ha oído hablar de mi famoso hechizo de patas de conejo. ¿Quién podría resistirse a la oportunidad de saltar durante todo un día?

—Dejaré eso para otra ocasión; hoy necesito ayuda para un pobre niño —respondí negando con la cabeza—. ¿Conoce el hechizo del amigo imaginario?

—¿Si te beso, me darás dinero? Perdone, intenté convertirla en príncipe —proclamó, tocando la rana—. ¿El hechizo del amigo imaginario? Sí, lo conozco. Necesito el nombre de la persona a la que le gustaría que apareciera o algún objeto que le pertenezca.

Coloqué el frasco con la lágrima sobre la mesa y dije:

—¿Esto servirá? Se le cayó a un niño que siento que necesita mi ayuda.

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⏰ Última actualización: Jan 04 ⏰

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Diario de un Mercenario "El Caminar de los Mestizos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora