𝐦𝐢𝐬𝐬𝐢𝐨𝐧 𝟏

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El olor a tabaco y vino era algo común en mi departamento

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El olor a tabaco y vino era algo común en mi departamento.

Las zapatillas de ballet tiradas en el suelo a lado mío, el cigarrillo en mis labios, una estúpida carta y mi escasa ropa indicaban mi frustración. Una bailarina no debería fumar, decían, pero yo no soy una humana cualquiera, ni siquiera soy humana.

No tuve ni la decencia de cubrirme cuando escuché entrar a mi compañero simplemente di una calada y dejé que me viera en ese deplorable estado.

—¿Qué te paso? Jamás te había visto así Dali —el castaño me veía desde arriba, estaba cargado de bolsas—. Te ves... Deplorable.

—Gracias, Acier. Te juro que no lo había notado —mi voz salió rasposa, busque aquel sobre que me había arruinado el día, extendiéndoselo para que leyera la noticia—. Cambiaron muchas cosas luego de la muerte del director, sabes. Ahora solo habrá mujeres casadas en sus producciones.

—Pero si tú mataste al antiguo director... Cómo sea, debe ser por el caso de la bailarina que resultó ser espía —asentí, con los ojos casi llorosos—, muchas mujeres solteras últimamente están siendo reportadas... Tal vez sea tu momento de casarte, Dali.

—¡Estás loco! —me levanté violentamente, la simple idea de jurar amar a alguien toda la vida me asustaba.

No lo negaba, era una demonio bastante promiscua, me gustaba causar tentación con los hombres, hacerlos tener problemas en los pantalones y luego desaparecer sin llegar a más, pero comprometerme me aterraba, irónico ¿No? Una diablilla asustada.

Escuché como Acier murmuraba mientras iba hacia la cocina para preparar la cena, pero no le tome importancia porque estaba pensando cómo me las arreglaría.
El infarto del antiguo director si fue a causa mía, pero él había firmado un contrato conmigo hace diez años y el plazo se cumplió. No espere que también el mío como la estrella de aquella producción también terminaría.

Encendí otro cigarro, necesitaba meditar. Acier no podría fingir ser mi esposo por dos razones: la primera es que se hace pasar por mi hermano mayor y la segunda es que el heredero de aquel teatro es el hijo del fallecido dueño, así que sabe de la supuesta relación sanguínea que hay entre nosotros.

La cena estuvo lista cuando me termine el cuarto cigarrillo, el hambre estaba ausente en mi, pero aún así me serví un plato y me senté junto al de ojos verdes.

—Por lo menos vístete para cenar, tonta. Guarda la lencería para tu futuro marido —se burlo.

—Lo decidí. Si debo casarme para seguir bailando, lo haré.

—Espera Dali, lo decía como broma —se exaltó ligeramente, pero la decisión estaba tomada—, carajo, ni siquiera sabes cocinar, gata albina.

—No te preocupes, ya lo resolví. Buscaré a un esposo ocupado, así puedo usar mis poderes para cocinar —con las manos soy un desastre, pero con ayuda me sale bien—. Asistiré a la ceremonia de sucesión y ahí presentaré a mi marido.

—Eso es pasado mañana, ¿Dónde conseguirás a alguien que quiera casarse contigo en menos de cuarenta y ocho horas?

—El colegio Edén está en pruebas de admisión y estoy cien porciento segura de que al menos un viudo busca esposa para la entrevista.

—¿Y como harás para encontrar a ese viudo? —era policía, además de inteligente, no me extrañaba el interrogatorio—. Eres un demonio, no Dios —susurro lo último.

—Destino —susurre, apoyada sobre la mesa, sosteniendole la mirada desde arriba—. No soy un demonio superior como tú, pero incluso el jefe dijo que el destino siempre ha estado de mi lado.

Acier quedó mudo.
Hablar sobre el jefe era complicado para él, después de todo él jamás olvidó su vida pasada cuando se convirtió en demonio. Me levanté cuando ví que no había nada más que agregar y le palmee un hombro como despedida al pasar a su lado.

—Ire a hacer un trato, vuelvo más tarde.

—¡Vístete indecente!

Al final, muy obligada me vestí

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Al final, muy obligada me vestí. El conjunto de lencería de encaje era mucho más bonito que el gran abrigo de piel que Acier me metió a la fuerza.

En el edificio más alto de Berlint era capaz de escuchar todos los deseos de la ciudad. Unos eran egoístas y otros eran imposibles. Pero uno siempre es el elegido. Una mujer lloraba desconsolada y entre sollozos pedía que su pequeño bebé sobreviviera. Mi corazón se conmovió al instante y con un chasquido de dedos y un brillo en mi tatuaje llegué hasta esa mujer.

Lo que ví me sorprendió.
La mujer no era nadie más que Adara Allen, mi autoproclamada rival. Iba a darme la vuelta e irme en la oscuridad, pero su imparable llanto me lo impidió. Hice arder un pergamino y lo di desde mi lugar, no quería que viera mi rostro o estaría en problemas.

—Si quieres que viva fírmalo, se pondrá sano, pero a cambio irás al infierno.

—Hare lo que sea por mi hijo —el llanto cesó y los ojos amarillos de adara brillaron con convicción—. Si sobrevive, vale la pena el precio.

—El trato tiene una vigencia de diez años —avise y su mirada decayó—. Una vez venza, vendré por tu alma. Se firma con sangre.

Dudó. Al final del día era humana.

No importa cuánto amén a alguien, siempre se aman más a si mismos.

Me sorprendí cuando ví como se hizo una cortada para conseguir sangre y firmar; y una vez firmado ardió y desapareció, se convertiría en un reloj que contaría su tiempo de vida restante.

—Se una buena persona para tu hijo.

Y sin dejar que me contestará, volví a teletransportarme hacia el edificio que me ayudaba a pensar.
Me senté en el borde y me pregunté cómo sería que alguien esté dispuesto a dar su propia vida por ti. Yo no lo haría.

Seguía escuchando deseos y más deseos, pero solo podía hacer uno por día.

«Necesito una esposa en menos de cuarenta y ocho horas, maldición»

Bingo.

Cómo siempre el destino de mi lado.

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𝐌𝐄𝐓𝐀𝐍𝐎𝐈𝐀 • 𝐋𝐎𝐈𝐃 𝐅𝐎𝐑𝐆𝐄𝐑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora