CAPÍTULO 1

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- Papá hoy me quedo a dormir a casa de Katia ¿vale? - digo mientras bajo las escaleras para dirigirme hacia la cocina.

- Vale pero recuerda que hay que preparar las cosas para la reunión de mañana, así que te quiero aquí pronto ¿de acuerdo?

- Sí tranquilo... - dije con inquietud mientras le daba un beso en la mejilla y salía de casa lo más rápido posible. Lo único que quería era irme a casa de Katia para despejarme de todo aquello.

Justamente al salir me encontré con mi hermano Jake, tiene 18 años y es el típico hombre egocéntrico y chulo que lo único que quiere es llamar la atención. No tenemos muy buena relación, de hecho tiene el don de alejarse de la gente al cual realmente le ha demostrado quererle e importarle. Todo esto viene a raíz de mi madre, desde que se la llevaron se ha vuelto muy reservado, parece que no quiere cogerle cariño a nadie más por miedo a que le pase lo mismo, y no le culpo. Pero yo no puedo apartar a nadie a quien quiero, aunque muchas veces me gustaría hacerlo.

- Eh, dónde te crees que vas? - dijo con chulería mientras salía del coche peinándose su melena hacia atrás.

- ¿Desde cuándo te has preocupado por lo que haga o deje de hacer? Nunca diría yo, así que hoy no va a ser la excepción - dije con firmeza y ni si quiera mirarle a la cara.

Él no volvió a decir nada, y a juzgar por su expresión le dolió la respuesta que había recibido, pero yo ya no me iba a quedar callada como siempre permitiendo que me hablara con esa prepotencia. Así que continué caminando hasta alejarme lo suficiente como para relajarme y pensar en lo ocurrido.

- ¿Y si ha cambiado tras ver mi contestación? ¿O a lo mejor se vuelve más estúpido? ¿Habré hecho bien o tendría que haberme callado como siempre? - Un mar de preguntas rondaban por mi cabeza como si fuera una aguja perdida en un pajar. - Lo que estaba claro es que ya no iba a permitir que me tratara así con la justificación de mi madre, yo también sufro, todos sufrimos y no por eso lo pagamos con los demás. - empecé a sentir una tremenda añoranza por no tenerla a mi lado, pero traté de recomponerme y seguí caminando.

Me iba acercando a la parada cuando de repente algo interrumpió mis pensamientos.

Gritos.

Se empezaron a escuchar muchos gritos provenientes de una tienda cercana, lo cual era bastante in-habitual, aquí nunca pasaba nada malo, era una ciudad estrictamente perfecta.

Me entró la curiosidad y me acerqué al sonido irritante y desagradable que producían hasta darme cuenta de que estaban atracando un supermercado de la zona.

- ¿Un acto delictivo? ¿En Meestrich? No puede estar pasando - pensé. Esto debe de ser cosa de los de arriba, de no ser así no se me ocurre otra explicación.

Normalmente, en estos casos, hubiera llegado ya algún ejército de hombres enmascarados actuando ante el peligro y demostrando que no pueden ir contra las normas. Mi madre me contó que antiguamente la gente anarquista incitaba a personas a delinquir con el fin de acabar con el gobierno. Se pensaban que era la única forma de combatir contra ellos, pero se equivocaban, los de arriba son demasiado fuertes y poderosos como para derrotarlos así como así. Se encargaron de coger a todas aquellas personas delictivas y llevárselas a algún lugar sin nadie saber que fue de ellas.

- Tú! ¿Que estas mirando? vete rápido de aquí si no quieres acabar como ellos - se refirió a mí un hombre alto y corpulento. No mostraba su cara pero transmitía bastante inquietud. Era el atracador.

De repente, una oleada de terror me subió por la columna al reflejar en mis ojos a dos personas muertas en el suelo. La sangre no paraba de salir hacia fuera mostrando más terror todavía en las miradas de las personas que correteaban para alejarse.

Cuando dejé atrás el terror, me subió por la venas una adrenalina intensa. Seguramente la gente normal se quedaría paralizada o echaría a correr, pero el caso es qué llevo 6 años haciendo Judo, y el motivo es qué está perfección me aburre tanto que la única manera de sentirme libre era haciendo algo que requiera "peligro", ya que de todas maneras son clases controladas. No hace falta decir que llevaba 6 años esperando a poner en práctica todo lo aprendido, y no iba a dejar escapar esta oportunidad.

Era hora de reaccionar, le cogí del brazo que estaba sujetando el arma y lo llevé con fuerza a la parte de mi espalda dando un giro de 180 grados. Después él intentó darme una patada para librarse de mí, pero antes de que pudiera darme, le tiré al suelo llevando su cuerpo hacia delante con todas mis fuerzas. Una vez allí estirado e indefenso, le solté.

A los pocos segundos de pelearme noté como derrochaba adrenalina a cada paso que daba. Nunca me había sentido mejor. Estaba corriendo, como si no hubiera un mañana. A unos cuantos kilómetros de lo que sería a partir de ahora el lugar más emocionante de mi vida, me paré advirtiendo que ya no había ningún peligro, aunque aún seguía con los nervios a flor de piel.

Me relajé, respiré hondo y me concentré en mi propia respiración. En cuanto me dejaron de temblar las piernas y las manos, me puse a caminar hacia casa de Katia - pues ya estaba más cerca y no necesitaba coger el autobús - deseando no volver a presenciar ningún acto más, demasiado por hoy.

Pico al timbre y seguidamente me abre la puerta Katia. Es una chica alta de cabello corto, oscuro y rizado. Es muy risueña y siempre trata de hacer reír a los demás. Es por eso que la considero mi mejor amiga. Siempre compartimos todo, y lo sucedido en el supermercado no iba a ser menos.

- ¿Y esa sonrisa? Espera, estas hiperventilando. ¿Se puede saber qué te pasa? - dice extrañada.

- Es una historia bastante larga así que será mejor que vayamos a tu habitación. Vas a flipar!

La expresión de Katia era de preocupación, normal, no sabía lo que había pasado y cuando se enterara de lo sucedido iba a ser mucho peor. Así que me siguió sin decir ni una palabra, esperando al momento en que soltara todo, y así hice.


Más allá de la perfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora