En un lugar algo distante de los demás, se encontraba el ostentoso reino de Cintra, rodeado por un gran pueblo. Los habitantes siempre se sentían afortunados de vivir allí. Nunca les faltaba nada y se enorgullecían de a quién adoraban. Por esa razón, las princesas los visitaban diariamente.
A veces, las pequeñas princesas, para divertirse, se disfrazaban a escondidas de su abuela y se mezclaban con los niños del pueblo. Sin embargo, casi siempre las atrapaban.
Esta vez, solo la joven princesa Ciri jugaba en la calle. En el suelo, había una pequeña tableta donde los niños lanzaban lo que parecían ser dados.
—Te toca, Martín —murmuró uno de ellos, tendiéndole los dados amarillos a su amigo.
Martín lanzó los dados al aire y los atrapó rápidamente.
—Cinco —se jactó.
Uno de los chicos estiró el brazo para ofrecerle su marraqueta de pan, pero la princesa se lo arrebató de las manos.
—Aún no —dijo, mirando fijamente a uno de ellos—. Es imposible que saques cinco.
Ciri tomó los dados.
—No probarás ese pan hasta que yo tire —anunció con firmeza.
Esperó unos segundos, y justo antes de lanzar, entrecerró los ojos al notar algo en la esquina de la calle. Un escalofrío recorrió su espalda, como si algo o alguien la llamara.
Sacudió la cabeza y arrojó los dados. Tal como dijo el niño, era imposible sacar cinco. Infló las mejillas frustrada, justo cuando el sonido de pisadas resonó en el lugar: los guardias del castillo galopaban en sus caballos.
Un chico mordisqueó el pan y palideció al ver a los guardias de la reina acercándose rápidamente.
—¡Yo no robé el pan, fue Korin! —exclamó, levantándose del suelo apresuradamente. Los otros tres niños se alejaron de inmediato.
—Debe venir con nosotros —dijo el guardia principal.
La princesa suspiró con desgano.
👑
Cyrielle y su hermana permanecían estáticas, mientras observaban con seriedad al hombre arrodillado frente a su abuela. Ella lo iba a nombrar vasallo, pero a las princesas no les interesaba en lo más mínimo estar ahí.
Los guardias de la sala permanecían firmes, pero la princesa mayor no apartaba la mirada de uno en particular. Cirilla lo notó y le dio un pequeño codazo en el brazo, advirtiendo que ambos jóvenes no eran nada discretos con sus miradas furtivas.
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DON'T BLAME ME ¶ Geralt de Rivia
Ngẫu nhiên«Dicen que cuando dos almas están destinadas a estar unidas, siempre se encontrarán la una a la otra. Sin importar qué ocurra en el camino. El solitario Geralt de rivia, apodado por los demás él brujo, jamás pensó en estar unido con dos pequeñas alm...