01. "La casa Hwang"

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— Te lo advierto, Jisung

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— Te lo advierto, Jisung. Si tardas más de una hora en responderme los mensajes, iré hasta allí corriendo — amenazó su novio a través del teléfono. El castaño rodó los ojos con una sonrisa mientras escuchaba sus palabras.

— Sí, te oí. Todo estará bien, confía en mí.

— Confío en ti, pero no en ese loco.

— Venga, voy a descansar. Te llamaré mañana cuando me despierte.

— Mejor que lo hagas.

— Te amo.

— Yo te amo más.

Aunque le había costado trabajo, Jisung logró convencer —no del todo— a su novio para viajar fuera de la ciudad hasta la casa de Hwang. De igual forma, el mayor no dejaba de insistir y enviar amenazas, advirtiendo de las posibles consecuencias si no tenía cuidado. El castaño se sentía abrumado por la importancia que Minho le daba, lo mucho que lo amaba y la preocupación que sentía por él.

Jisung también lo amaba, lo suficiente cómo para decirle una pequeña mentira que le evitara pasar un mal rato. En realidad, no se encontraba en el hotel descansando, como le había dicho a su novio. El viaje se había extendido mucho más de lo que creyó, así que llegó allí a las ocho de la noche y su ansiedad pudo más.

Su auto estaba aparcado en las afueras de la casa. La oscuridad y la niebla del campo la cubrían casi completamente. Se alzaba imponente, a pesar de la inestabilidad de la estructura que indicaba que se derrumbaría en la próxima tormenta. No había señales de vida allí. Las luces tanto del interior como del exterior estaban apagadas. No veía ningún vehículo ni rastro de pisadas recientes.

Bajó de su propio automóvil, tomando todas sus pertenencias, dirigiéndose directamente hacía la entrada. El césped crecido y descuidado dificultaba su paso. Pocos minutos después, se encontró frente a la enorme puerta, igual de destrozada que el resto de la casa. Jisung notó unas pequeñas manchas rojas en la madera, pero decidió no pensar en lo que podían ser.

Golpeó una vez y dió un paso atrás, esperando. Nada pasó. Repitió sus acciones dos veces más, pero de nuevo, lo único que recibió fue silencio. Decidido tomó el pomo y lo giró, para su sorpresa la puerta cedió fácilmente. El rechinar de ésta le causó escalofríos, el ambiente frío y un olor nauseabundo lo atacó de repente.

El interior estaba apenas iluminado, por lo que tuvo que buscar la linterna de su teléfono para guiarse por los pasillos sin chocar con nada. Los muebles viejos y deteriorados estaban perfectamente colocados en su lugar. Sobre las mesas había objetos personales como libros a medio leer, relojes e incluso prendas de ropa

— ¡Hola! ¿Hay alguien aquí? — llamó, adentrándose cada vez más en la casa sin obtener respuesta. Recorrió la cocina, la biblioteca, un baño y finalmente detuvo sus pasos frente a una puerta específica. El cuarto estaba hecho un desastre, pero era un hermoso desorden. Cientos de cuadros estaban esparcidos por todas partes. Pinceles manchados, trapos sucios, hojas rotas. Era un espacio que pertenecía únicamente a un artista.

Fedra ; hyunlix (Pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora