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Tweek hizo un sonido ahogado con la garganta y se alejó rápidamente de su cuerpo, moviendo sus ojos hacia los suyos en señal de desesperación. Su corazón se había parado por un segundo y ahora estaba dando millones de vueltas alrededor, presionándole el pecho y quitándole todo el color a su rostro. Craig desvió la mirada, rebuscando unas llaves en su bolsillo y entregándoselas con un intento de calma e indiferencia.

—Anda abriendo el auto, Tweek.

Vio que el muchacho asintió, hizo una reverencia y salió corriendo, perdiéndose entre el montón de gente, y finalmente se volvió hacia el capitán de deportes. El rostro de pasó por una especie de diez expresiones distintas antes de que abriera los labios.

—¿Qué te pasa?

El bajo colocó un semblante inexpresivo y se pasó la mano por la nuca, contrayendo la frente.

—Venía a comprar cosas... Él trabaja en mi casa, ya lo has visto antes, por eso vino conmigo. Necesitaba quién me cargara las bolsas y las pusiera en el auto.

—Estaban de la mano...

—¿De qué hablas? — Craig elevó una ceja, sin dejar de mirarlo.

—Cuando llegué, estaban tomados de la mano.

—Claro que no, deja de hablar estupideces, Clyde.

Clyde dejó caer la mandíbula con exageración, como si su equipo estuviese siendo goleado ante sus propios ojos y no pudiese creérselo. Se exaltó un poco, dándole una palmada en el hombro.

—¿No te has dado cuenta? ¡Te estaba tomando de la mano, loco! Estaba agarradito de tu mano y con la cabeza recostada en tu hombro, todo acarameladito. ¿Cómo puedes dejar que haga eso?

—¿Te has fumado o algo anda mal en tu cabeza? No estábamos de esa forma.

—No me digas que...

Craig sintió que una corriente sacudía sus huesos y su cabeza.

—¿Qué? ¿Qué no te diga qué?

El ícono de baloncesto se quedó sin decir nada un buen rato y luego sus músculos se suavizaron, soltó las bolsas y estalló en carcajadas, abriendo más sus grandes ojos.

—¡Tu empleadito está flechado por ti!— se vaciló, dándole otros dos golpes en el hombro —No puedo creerlo, Craig, ¡tu empleado está enamorado de ti!

—Oh, mierda.

Oh, mierda, de verdad.

El aire le volvió a los pulmones y su sangre empezó a circular por sus venas con normalidad otra vez, recobrando cada parte de su cuerpo. Sí que era estúpido; a pesar de que medía casi dos metros y corría como el diablo, su cerebro no iba tan rápido como sus piernas.

—Pues qué lástima, ¿no puedo hacer nada, no?

—No, solo no te le pegues mucho o la gente va a pensar otra cosa —recogió las bolsas del suelo, viéndole con ironía - Wow, Craig Tucker, no puedo creer que estés tan bueno que hasta los hombres caen. Mejor me cuido, no me vaya a terminar enamorando de ti.

Se siguió carcajeando a sus anchas, sacudiendo sus hombros, mientras se colocaba unas gafas negras y mostraba su fila de blancos dientes.

—Casi me había dado infarto. Pensé un montón de locuras, pero mejor no te las digo o me colgarás— echó un vistazo a su reloj y se arregló la chaqueta —Es tarde, me quito, tengo que ir a comprar unas cosas y luego irme a entrenar en dos horas. ¿No vienes al partido? Vamos, Craig, no seas así, tú sabes que es importante. Puedes traer a tu nuevo fanático si quieres, mientras más gente, mejor. Quién sabe y termina uniéndose al grupo de porristas.

*·˚Inocencia Pasional*·˚ [Creek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora