La Sombra en el Púlpito

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Episodio 1: La Sombra en el Púlpito¹

La iglesia, testigo silencioso de los susurros divinos y los pecados más oscuros, se alzaba majestuosa en la penumbra de la noche. Sus altas columnas de piedra, desgastadas por el paso del tiempo, sostenían un techo abovedado que parecía tocar el cielo. Vidrieras de colores vibrantes adornaban sus paredes, iluminadas por la luz de la luna, proyectando imágenes de santos y escenas bíblicas que danzaban en un ballet de sombras.

Los bancos de madera, gastados por generaciones de fieles, se alineaban en perfecta simetría, flanqueando un pasillo central que conducía al púlpito. Un aroma a incienso impregnaba el aire, mezclándose con la humedad característica de antiguas construcciones. La atmósfera, impregnada de solemnidad, resonaba con los susurros de oraciones pasadas y confesiones susurradas.

El altar, bañado en la tenue luz de velas parpadeantes, destacaba con su exquisita talla y símbolos sagrados. La figura de Cristo crucificado miraba desde lo alto, sus ojos pareciendo penetrar el alma de aquellos que se arrodillaban en busca de redención. Los secretos de la iglesia se escondían en cada esquina, entre sombras que se mezclaban con la arquitectura gótica, revelando una dualidad de lo celestial y lo profano.

En la oscuridad de la sacristía, los ropajes sagrados colgaban como fantasmas olvidados, y estantes de reliquias antiguas susurraban historias de fe y sacrificio. El órgano, un gigante silencioso, se alzaba en un rincón, sus teclas polvorientas esperando el toque de manos que evocarían himnos divinos.

Esta iglesia, más que un simple edificio de adoración, era un crisol de secretos y contradicciones, donde la luz y la oscuridad bailaban un eterno tango. Y en esa noche, bajo su imponente presencia, el caníbal se movía con sigilo, listo para desentrañar los misterios ocultos entre sus veneradas paredes.

Pero detrás de su fachada sagrada, se ocultaba un oscuro secreto. En el silencio de la noche, Alexander, la encarnación misma de la oscuridad, se movía con una gracia inquietante en los pasillos de la iglesia. Su figura alta y esbelta estaba envuelta en una capa negra que se deslizaba detrás de él como las alas de un cuervo nocturno. La capucha sombría apenas dejaba entrever sus rasgos, pero sus ojos, penetrantes y brillantes como ascuas ardientes, revelaban la intensidad de su malevolencia.

Cada paso de Alexander resonaba en la quietud de la iglesia, como el susurro de las sombras que le acompañaban. Sus manos, ocultas en guantes oscuros, sostenían una daga afilada que centelleaba débilmente a la luz de las velas. Marcas antiguas tatuaban su piel pálida, como sellos de un pacto infernal.

Su presencia evocaba una sensación de temor profundo, como si estuviera vinculado a fuerzas más allá de la comprensión humana. Alexander no era solo un caníbal de carne, sino un depredador espiritual, una entidad que se alimentaba de la esencia misma de sus víctimas.

Su voz, cuando hablaba, era un susurro gélido que se deslizaba en los oídos como el viento de la medianoche. Hablaba en riddles y promesas oscuras, dejando a su paso un eco de misterio que permeaba la conciencia de aquellos que lo escuchaban. Cada encuentro con él era un juego de sombras y secretos, un baile macabro entre el mal y aquellos que, inadvertidamente, se convertirían en su banquete.

Alexander era la personificación del lado oculto de la fe, un ser que desafiaba las nociones convencionales de bien y mal. Su presencia en la iglesia no solo representaba la amenaza física, sino la revelación de verdades perturbadoras que yacían enterradas bajo el manto divino. En esa noche, mientras la luna iluminaba sus ojos hambrientos, la iglesia se convertía en su caza y el púlpito, en su trono de sombras.

El merodeaba entre los pasillos, sus ojos brillando con hambre.

El repicar de las campanas resonaba en la quietud, marcando la hora de su nefasta visita. Sigiloso como la sombra misma, Alexander se deslizaba por los corredores, cada paso resonando como una sentencia de muerte. Los vitrales proyectaban colores en la oscuridad, como pinturas abstractas que adornaban un escenario de pecado.

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⏰ Última actualización: Jan 05 ⏰

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