CHAPTER 3 第三章

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お互いをもっと知るためにね。

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⠀⠀⠀⠀⠀⠀El sol emergía entre las suaves colinas del valle, disipando la frialdad de la noche. Los pájaros entonaban sus melodías mientras las ramas danzaban con la brisa matutina.

Bajo la sombra de una montaña descansaba la residencia del Santo Médico. En su interior, el Rey Rengoku reposaba en un profundo letargo, víctima de las hemorragias sufridas en la batalla. Su figura descansaba sobre un kakebuton en el suelo de tatami, las ropas ensangrentadas reemplazadas por las del joven médico, quien se encargaba con destreza de las heridas.

El irori*, una pequeña estufa encajada en el suelo proporcionaba no solo calor sino también la luz necesaria, creando un ambiente cálido y acogedor en la estancia.

Mientras tanto, en la mente del monarca de cabellos dorados, los cruentos recuerdos de la emboscada se repetían como una pesadilla interminable. La pérdida de vidas en un instante pesaba en su pecho, generando dolor y frustración.

Aunque la pesadilla parecía eterna, no tardó mucho en que Kyōjurō despertara, desorientado, su respiración agitada. Se sentó rápidamente, tratando de normalizar su pulso.

Sus ojos dorados escudriñaron la habitación, con las cuatro paredes divididas por fusumas*. En el centro, el irori ardía, calentando un recipiente metálico con líquido que se evaporaba lentamente. Kyōjurō yacía sobre un kakebuton, su katana descansando a un lado.

La habitación estaba impregnada de una serenidad austera, decorada con estantes repletos de libros y diversos recipientes de madera.

La garganta seca del monarca emitió un gruñido mientras una tos áspera escapaba de sus labios junto con quejidos de dolor por sus recién tratadas heridas.

Kyōjurō se encontraba en medio de la confusión, sin comprender dónde estaba ni quién había cuidado de sus heridas tras desmayarse. 

Su última memoria era la figura de un joven de cabellos burdeos acercándose a él. Bufó con dolor, consciente de que, sin importar la bondad del desconocido que le atendió, estaba en territorio ajeno y desconocido.

Para empeorar las cosas, no tenía idea de cuántos días o semanas habían pasado desde la emboscada en el valle. La falta de claridad sobre el tiempo transcurrido aumentaba la sensación de desorientación del Rey.

Kyōjurō se dio cuenta de que debía irse cuanto antes. Al intentar moverse sobre el kakebuton, se percató de que las prendas que llevaba no eran las suyas y resultaban demasiado ajustadas para su espalda ancha y musculosa, sintiéndose asfixiado.

Con una evidente mueca de dolor, Kyōjurō se despojó del haori, colocándolo con cuidado al lado del kakebuton. Sus piernas necesitaban estirarse; no obstante, antes de poder ponerse de pie, el agudo sonido del shōji rechinando resonó fuera de las cuatro paredes de papel.

Alguien había entrado. Como evidenciaba el suave y seco sonido del fusuma deslizándose.

La reacción del monarca fue rápida; se recostó una vez más sobre el futón, cerrando los ojos y controlando su respiración agitada, producto de la adrenalina de ser descubierto.

Las pisadas del recién llegado, que resultó ser Tanjirō, resonaban delicadamente sobre el suelo de tatami, como si este personaje intentara no perturbar la tranquilidad del Rey.

A juzgar por el sonido, Kyōjurō percibió cómo el contrario se sentaba sobre las rodillas propias para recoger y doblar el haori que antes él dejó.

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⏰ Última actualización: Jan 05 ⏰

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NIÑO FLOR DE LOTO⠀⠀   蓮華⠀⠀   KYOTANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora