CAPÍTULO DOS

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"Lo más bonito de la belleza humana es que alguien a primera vista no te llame demasiado la atención y que al conocerla, escucharla, olerla, tocarla, te parezca la más bella del mundo".

- William Shakespeare

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El viaje en barco fue muy largo, casi una semana de viaje. Al principio, me resultó muy difícil acostumbrarme; en todo momento me sentía mareada y con ganas de vomitar. Por un instante, llegué a pensar que podría estar embarazada, pero cualquier sospecha se disipó con el tiempo.

Eren, en cambio, estaba como si nada. Parecía que ya estaba acostumbrado a viajar en barco. Oso tampoco la pasó bien; estuvo varios días sin comer, aunque finalmente se acostumbró. 

Eren aún no me decía hacia dónde nos dirigíamos, pero confiaba en Eren, a pesar de que gran parte de la vida de Eren era un misterio para mí, confiaba en él.

Después de muchos días de viaje, finalmente llegamos al puerto de Marsella, en Francia, según lo que me dijo Eren. Lo primero que hicimos fue ir a comer. Luego, comenzamos a buscar un lugar donde pasar la noche. Visitamos muchas posadas, pero en ninguna aceptaban animales. Tras tanto buscar, finalmente encontramos una que nos aceptó junto con Oso.

El ama de llaves nos acompañó hasta nuestra habitación y, antes de retirarse, nos dijo que le avisáramos por cualquier cosa. Luego se marchó. Colocamos nuestras cosas a un lado, y Eren fue el primero en irse a duchar.

Aún no podía creer que estuviéramos en Francia; parecía un sueño, pero no lo era, era real. No sé cuánto tiempo estuve absorta en mis pensamientos, tanto que no me di cuenta de que Eren ya había salido del baño. Solo llevaba puesto una toalla que le cubría de la cintura hacia abajo, y no pude evitar quedarme mirando su torso desnudo. Cuando me percaté de que él me estaba observando, sentí cómo mis mejillas comenzaban a arder. Ya me imaginaba lo roja que debía de estar. Rápidamente, agarré mis cosas y me dirigí al baño.

Me sentía tan avergonzada, y sabía que él lo notó la manera de cómo lo estaba mirando. Seguramente pensaba que era una pervertida. No habíamos estado juntos en casi una semana, y era muy probable que lo hiciéramos hoy.

Me sentía tan nerviosa, como si fuera la primera vez. Traté de ganar tiempo, aunque sabía que no serviría de nada. No me atrevía a salir y enfrentarlo; estaba tan nerviosa que preferiría dormir en el baño antes que salir. Sin embargo, si no salía, él se preocuparía y entraría de todas forma.

Debía salir y enfrentar las cosas, pero no esperaba encontrarlo esperándome justo frente a la puerta. Ahora lo tenía delante, aún con la toalla puesta, y sentía su mirada tan intensa clavada en mí, como si fuera un cazador y yo su presa, a punto de ser cazada. Intenté cerrar la puerta, pero fue en vano; él se interpuso, agarró mi muñeca y me atrajo hacia él.

— ¿A dónde crees que vas? — dijo, antes de darme un beso apasionado. Sus manos se posaron en mi cintura, mientras las mías se enredaban en su nuca, profundizando el beso.

Me levantó y me recostó sobre la cama sin dejar de besarnos. Sus manos empezaron a recorrer todo mi cuerpo. Nos desnudamos por completo, tan necesitados el uno al otro como si hubiéramos cruzado un océano para llegar a este encuentro. 

Durante toda la noche, hizo y deshizo a su antojo, y con sus caricias me llevó al punto más alto del clímax. Lo hicimos hasta quedar completamente satisfechos, uno con el otro.



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Me sentía tan aburrida dentro de esta habitación. Quería salir a conocer el lugar, pero Eren no quería; decía que se sentía demasiado cansado para salir. Lo entendía, pero yo no podía salir, él tampoco podría descansar.

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