-Te sugiero que apartes esa arma, si no vas a utilizarla sobre mí o contra mí

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El roce del metal frío contra mi piel me hacía sentir una leve sensación de picor en las manos

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El roce del metal frío contra mi piel me hacía sentir una leve sensación de picor en las manos. La punta de aquella espada estaba tan cerca de mi cuello, teniendo la capacidad de desgarrarme la piel. Cuestionaba su valor y sí, aquella idea hubiese pasado por su mente.

Había algo en aquel hombre que me desconcertaba, al punto de quedarme quieta, no era el grueso cabello negro o como su piel tostada tenía una cicatriz de flechas en su mejilla derecha. Eran sus ojos, el destello de amarillo que estaba en medio de ambos ojos verde esmeralda.

No era la rareza de sus ojos, era la mínima diferencia que había con los míos. Creía que era un hechizo, un pequeño espejo o tal vez una ilusión, pero, me pertenecían y al mismo tiempo eran suyo.

Sus ojos eran el reflejo de los míos.

—Te sugiero que apartes esa arma, si no vas a utilizarla sobre mí o contra mí— ordene, alzando mi mentón, retándolo— O terminaras con ella sobre tu corazón.

—Deberá darme su invitación, si no, seguirá siendo una forajida— pidió, aun sosteniendo el arma contra mí— Es una violación a las normas que alguien se infiltre de una forma tan descarada.

De mis labios no salió ninguna respuesta, en cambio, desvié la hoja y empujé su cuerpo contra el árbol más cercano. Hubo un breve momento entre el forcejeo y el instante que tome el mango de la espada.

Aunque coloque toda mi fuerza en mis brazos, hubo pequeños segundos donde él tenía el control, pero sin embargo; terminó con el arma contra la tela de su ropa.

Él, ya no hablaba, tal vez fuese la espada que estaba contra su estómago, en la posición correcta para que se desangrara de una forma minuciosa y dolorosa. Mi mano libre viajó hacia su rostro y tomo su mentón con fuerza.

—Niño, he visto hombres mucho más valientes que tú, y ni siquiera ellos se atreverían a apuntarme con un arma y salir ilesos— dije, mientras giraba su rostro y miraba sus facciones— Y mucho más apuestos, claro está.

—Te daré una oportunidad, baja mi arma y seré lento, como si fueses alguien indefenso.

Sus palabras me molestaron, él se movió por reflejo cuando clavé una de mis uñas en su piel.

—¿Me estás retando?—cuestione, mirando sus ojos— ¿Una cacería? Tal vez quieras ser un roedor, uno escurridizo, algo que pueda entretenerme.

—Tal vez si dejas atrás el arma y tus uñas dejan de cortar mi piel.

—¿Por qué debería?— presione un poco más el arma y las uñas contra él—Estás tan quieto, parece que lo disfrutas, pareces hipnotizado.

—Lamento desilusionarte — dijo, mirando mi rostro de forma fija— Pero tal vez, romper tu corazón es el menor de los problemas.

—No preocupes tu mente pensando en mi alma, solo quiero jugar, ver cómo me pides perdón de rodilla.

Intentó moverse, tal vez tomar el control de nuevo, pero la magia que ahora lo rodeaba lo impidió. Quite el arma de su estómago, al igual que mis manos.

El corazón de una bruja malditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora