𓍼 Capítulo uno

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"All's fair in love and poetry"
— Sincerely, The Chairman of The Tortured Poets Department.

 "All's fair in love and poetry"    — Sincerely,  The  Chairman  of  The  Tortured  Poets  Department

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Elizabeth

Voy al kiosco, ¿alguien quiere algo? — pregunta la Marti parándose de su puesto.

Levanté mi cabeza que estaba apoyada en la mesa y me pasé las manos por la cara, tratando de no dormirme ahí mismo porque me había dormido a las tres am.

— Yo quiero una leche. — le respondió la Matilda peinándose con sus dedos, hace poco estaba en la misma posición que yo: con la cabeza apoyada en la mesa tratando de que el sueño se fuera.

La Marti asintió y miró a la Sofi, que estaba sentada al lado mío, la Sofi solo negó con la cabeza, indicando que no quería nada.

— Te acompaño, o sino, me quedo dormida aquí mismo. — me paré rápido de mi puesto y pasé mis manos por mi uniforme para que se viera más ordenado.

— ¿Van al kiosco? — preguntó el Felipe, mi mejor amigo desde que llegó en primero medio.

Ambas asentimos.

— Oka, tráiganme una barrita de cereal, porfa. 

— A mi también, chiquillas, porfi. — el Nico juntó sus manos como sí estuviera rezando.

— Ya oh. Vamos, Elita. — la ahora encargada de ir a comprar colación agarró mi brazo y empezamos a caminar al patio.

Me fui callada por un par de minutos, el camino de nuestra sala al kiosco igual era medio largo, y yo estaba cagá de sueño y sobre pensando toda mi vida.

— Oye, ¿y como está la Eleonor y la Elena? — la Marti rompió el silencio.

Enganché mi brazo con el de ella, solo en caso de que yo perdiera el equilibrio y me sacara la chucha en pleno patio de los cabros chicos. — Bien, la Eleonor sigue en la U y la Elena por ahí debe andar.

La Marti sonrió y apoyó su cabeza en mi hombro mientras seguíamos nuestro camino. — Que lindas, extraño ir a tomar once a tu casa.

Sonreí ligeramente. — Yo también extraño que vayan todos a tomar once a mi casa, pero es que como estamos con el tema del divorcio y la nueva casa... está media complicada la cosa.

Mi amiga tarareó y levantó su cabeza para mirarme. — Entiendo. ¿Sabes que siempre me puedes hablar sí necesitai hablar?

Le sonreí aún más y asentí. — Sí, Marti, gracias.

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