𓍼 Capítulo ocho

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Elizabeth

La rabia ya se me había ido, ahora me había llegado la pena.

Estuve media clase pensando en qué se supone que tenía que hacer en esta situación, después me dieron ganas de llorar y estuve la otra mitad de la clase llorando en el baño.

Hasta que me pilló la inspectora y me mandó a la sala, no sin antes darme un abrazo de consuelo, me entré cinco minutos antes de que tocara para recreo y me había puesto a llorar de nuevo. Sólo que esta vez, la Sofia me estaba acompañando.

Me soné la nariz y volví a apoyar mi cabeza en el pecho de la Sofi, que me hacía nanai en la espalda. — Al final nunca me contaste cómo te fue con el Alonso.

Tenía razón. Habían pasado tres días y no había tenido el tiempo de contarle, más que nada, porque estaba muy enfocada en el Matías.

— No, perdón. — murmuré. — en la tarde te cuento.

Sentí cómo ella asintió. — Bueno.

Mi mirada pasó del suelo a las chiquillas, la Marti y la Mati, que estaban ahí mirándome con pena y empatía mientras estábamos todas en silencio. — Eli, perdón que te saque el tema, pero, ¿le preguntaste a la Anto sí sabía de algo?

Abrí la boca para responderle a la Marti, pero la puerta de la sala se abrió y justo entraron la Anto y la Ale, sus expresiones preocupadas al verme.

— Eli, ¿estás bien? — preguntó la Anto, acercándose apenas vió mi cara llena de lágrimas.

La Sofi dejó de acariciar mi espalda y yo me incorporé en mi puesto suavemente para responder. Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, tratando de mantenerme calmada.

— Anto... — hablé, mi voz inevitablemente sonó temblorosa. — ¿tú sabiai?

Ella negó con la cabeza. — No, Eli, me enteré de la misma forma que tú. Si lo hubiese sabido, te lo habría dicho.

Miré a la Sofía, buscando apoyo, y luego volví a mirar a la Anto. Sus palabras parecían sinceras, pero el miedo de que otra persona cercana me hubiera traicionado seguía latente en mí.

La Marti se removió en el asiento y aclaró su garganta. — Yo sé que es mal momento, pero... la Isidora nunca me dió buena vibra.

La Ale suspiró, como si esas palabras fueran algo que todas habían pensado, pero que nadie se había atrevido a decir en voz alta antes. — ¿A quién sí? si nos juntábamos con ella por pena, más que nada. Ella y la Esmeralda se quedaron solas, y con razón.

Sentí un nudo en el estómago al escuchar eso; la verdad era que, nunca me había dado buena espina la Isidora, la Esmeralda se me hacía pasable. Pero cómo pensé que ninguna del grupo estaría de acuerdo conmigo y al ver que se llevaban tan bien, me lo guardé para mi misma.

La Matilda frunció el ceño, apoyando la cabeza en una mano. — Que lata todo. No entiendo como no se sintió culpable o al menos sintió empatía con la Eli.

La Sofi se encogió de hombros, su mano me hacía nanai en la espalda. — la Isidora siempre se veía un poco... no sé, como que necesitaba la validación de los demás.

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⏰ Última actualización: Sep 30 ⏰

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