𓍼 Capítulo dos

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Elizabeth

Me pasé las manos por la cara, tratando de no ponerme a gritar o a llorar ahí mismo.

Eran las nueve de la mañana y ya todo se me estaba haciendo insoportable. No entendí ni una hueá de matemáticas, me quedé dormida y llegué tarde, me peleé con mi papá en pleno chat, tenía hambre, se me quedó la colación en mi casa y tampoco tenía plata para comprarme en el kiosco.

— ¿Estai segura de que estai bien? — Me susurró la Sofi, sentada al lado mío.

— Sí, Sofi, gracias.

Ella me sonríe levemente. — Igual vamos a conversar después.

Asiento y miro brevemente mi celular para ver la hora, quedaban dos minutos para salir a recreo. Me acordé de que a última hora teníamos consejo de curso y teníamos que organizar algo para juntar plata, y yo cómo la buena presidenta que soy, me quedé hasta las dos de la madrugada despierta sobrepasando las ideas.

— Ya, chiquillos, salgan a recreo. — escuché a la profesora decir a los segundos después de que sonara el timbre y todos empezaron a salir de la sala.

Me paré de la silla y sentí a la Sofi agarrar mi brazo, nos dirigió afuera de la sala y nos pusimos al lado de la baranda.

— ¿Qué pasó? Hay estado muy calla' hoy día y tú hablai hasta por los codos.

Negué con la cabeza y pude notar que las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos. Lo que menos quería hacer era llorar, especialmente acá, en pleno colegio.

— Nada, Sofi, es que no dormí bien. — le dije, y en cierto modo, eso también era verdad.

Ella inclinó su cabeza y su expresión me decía que sabía que le estaba mintiendo. — ¿segura?

Abrí la boca para confirmárselo, pero en un cerrar de ojos, ya estaba llorando y las lágrimas no paraban.

La rubia me abrazó, yo apoyé mi cabeza en su hombro mientras lloraba desconsoladamente, e inevitablemente, sentí mil miradas en mí.

Ni siquiera yo sabía por qué estaba llorando, por qué andaba tan sensible últimamente o por qué me lo tomaba todo a mal. O se me habían acumulado muchas cosas y por eso estaba llorando descontroladamente en el hombro de mi mejor amiga, o me iba a llegar mi periodo.

Probablemente eran las dos.

— Tranquilita, llora todo lo que quieras. — dijo la Sofi en voz baja haciéndome cariño en la espalda.

Así pasamos los 15 minutos de recreo, de la nada sonó el timbre y el pasillo se empezó a llenar de los hueones de tercero y segundo medio.

Removí mi cabeza del hombro de mi amiga y pasé mis dedos con cuidado por abajo de mis ojos, cómo sí estuviera deslizando las lágrimas hacia un lado para borrar cualquier rastro de tristeza que tenía mi cara.

La Sofi me peinó con sus dedos y me sonrió confortablemente. Luego, su atención se dirigió a la profesora con la que nos tocaba ahora. Ambas tuvieron una conversación corta, que no logré escuchar por haber estado calmándome, y cuándo miré a nuestro alrededor, ya no quedaba nadie en los pasillos.

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