2

42 7 3
                                    

Mingi y Yunho eran mejores amigos desde siempre. 

Al inicio solo eran compañeros de guardería, jugando en común durante las mañanas hasta que de imprevisto sus madres forjaron una amistad que perduraba con el tiempo. Haeseul, la madre de Mingi, era madre primeriza, así que se apoyaba en las experiencias de Jaehee, madre de Yunho, para aprender a cuidar lo mejor posible a su hijo. Además, se divertían juntas viendo como era tener a un niño pequeño puesto que Jaehee nunca había tenido un varón antes. No era una exageración decir que se habían criado juntos.

Por ello Mingi podía afirmar que aunque él siempre había sido más o menos igual (es decir, callado, tímido, y a momentos antipático), Yunho era muy diferente de pequeño. Era obediente, gentil, muy respetuoso y especialmente atento con su hermana mayor.

Cuando eran niños recordaba que al visitarle en casa para jugar, Yunho aprovechaba cada oportunidad para presumirle a su noona los dinosaurios de lego que armaban juntos, y ella le besaba la cabeza a ambos para felicitar su destreza como si las esculturas fuesen super difíciles y requiriesen un gran intelecto para terminarlas.

No iba a mentir, Mingi se sentía un genio cada vez que Sooah le aplaudía uno de sus estúpidos legos aún cuando a Yunho le causaba envidia: El niño quería a su hermana solo para él a pesar de que sabía que la chica los quería mucho a los dos. Por eso se esforzaba mucho en el colegio, tratando de superar a Mingi en todo desde deportes a exámenes, y de esa manera poder llegar sonriente con su boletín de 100 puntos para presumir a su familia.

Pero bueno, eso había quedado atrás.

Mingi volteó a ver a Yunho mientras caminaban el último tramo a la recepción, y lo encontró revisando el empaque de uno de los condones que les dio el Presidente. Al notar la mirada de su amigo sobre él, Yunho sonrió de medio lado.

—¿Mejor? —inquirió, señalando con la barbilla el té frío que le había comprado a su amigo en el negocio durante el camino de regreso. Antes de que Mingi respondiera, notó que los ojos de este seguían regresando al envoltorio del preservativo. — ¿Qué?

—Ya casi llegamos. Deberías guardar eso —murmuró antes de dar un sorbo a la bebida.

Con respecto a la pregunta, el sabor dulce del ginseng si le había hecho sentir mejor pero se abstuvo de comentarlo, más preocupado porque Yunho escondiese lo que tenía en las manos.

—Créeme. En caso de que tu madre lo vea, te aseguro que ya sabe que es un condón —Mingi alzó una ceja—. Ay, no me mires así. Solo estaba buscando el tamaño.

—Son estándar —balbuceó Mingi, causando una risita en el contrario.

—¿Lo leíste? —El más bajo se encogió de hombros, restándole importancia.— Creo que no me quedan estos.

Mingi carraspeó, incómodo por la información. Si fuese otro momento en donde no estuviese a segundos de llorar de nuevo, probablemente habría insultado a Yunho.

—Gracias por el reporte —El contrario resopló, metiendo de nuevo el empaque en su bolsillo al ver la puerta de la recepción acercarse.

—Como si no lo supieses de antes —Mingi no se contuvo e hizo una mueca, juzgándole en silencio—. Basta. Cada vez que pones esa cara siento que quieres que me mate —Una suposición correcta.

—Ni se te ocurra comentar algo así con otras personas presentes o se harán imágenes mentales raras.

La idea le provocó un obvio disgusto a Yunho, quien fingió un escalofrío y se encogió de hombros:

—Mala idea. Tienes razón.

—Yo sé que tengo razón —añadió en un tono cansado Mingi, extendiendo el brazo para empujar la puerta y llegar a recepción. Yunho le detuvo tomándole de la muñeca, por lo que le miró extrañado—. ¿Y ahora qué?

Malos Presagios | ATEEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora