Parte 1

1 0 0
                                    

«¿Te acuerdas de los sufrimientos de Tolstoi por no poder amar a toda la humanidad? Yo te amo como ser humano, es un sentimiento, no se puede explicar como concepto».Solaris. A. Tarkovsky-


Mi último encuentro con Samuel sucedió en la cafetería de la universidad. Lo invité a tomar algo pero no aceptó; se marchó apresuradamente y desde aquel día no lo volví a ver. Pensé que tal vez estaba avergonzado por los dos mil quinientos que me debía, mismos que pensaba pedirle con sutileza, pero la causa de su actitud esquiva no fue la morosidad, sino algo más complejo. Samuel estudiaba el último año de la universidad, al igual que yo. Teníamos varias clases en común, a las que dejó de asistir repentinamente. Un día decidí hacerle una visita para recuperar algunos libros que le había prestado. Al llegar, el casero me reconoció y me informó que Samuel no se había aparecido por el lugar en días, luego me dejó pasar y tomar mis pertenencias. Aquel hombre alto, encorvado, de voz gruesa y anticuadas gafas, me siguió de cerca durante mi visita. Tal vez sospechó que Samuel me habría enviado para sacar algo de valor. Al fondo, sobre el escritorio, estaban mis libros. Los tomé. Sobre ellos había un par de fotos de una chica atractiva. Instintivamente metí algunas fotografías entre uno de los libros, pero el viejo irrumpió de inmediato: -¡Deja eso, qué ya volverá Samuel por los retratos de su novia!Las cortinas estaban sin descorrer y un olor a rancio se había estacionado en la habitación. Los muebles eran bonitos pero de mala calidad, seguramente de un valor insignificante. El departamento se encontraban en un sexto piso sin elevador y fue entonces que comprendí el enojo del casero, que no paraba de quejarse porque tendría que pagar para deshacerse de aquellos objetos que parecían perdidos en la cartografía de una habitación abandonada. Decenas de tachuelas de colores sujetaban las fotografías con la imagen de la jovencita de hermoso rostro cuya omnipresencia me hizo sentirme abrumado.


Al salir del edificio llamé a Samuel. Su teléfono seguía apagado. Tampoco respondía a mis mensajes en redes sociales. Tal vez le debía dinero a más personas y estaba tratando de esconderse. No éramos muy buenos amigos, en realidad. De hecho me sigo preguntando por qué le preste aquellos dos mil quinientos.Más por curiosidad que por avaricia me puse a investigar sobre el paradero de Samuel. Al entrar en su perfil de Facebook me encontré con algunos comentarios de la chica de las fotos; su nombre era Hari. Eché un vistazo en su cuenta, en donde aparecieron las mismas imágenes que había visto en la habitación de Samuel. En algunas de ellas Hari aparecía acompañada por una jovencita de tez morena clara, esbelta figura, larga cabellera negra, ojos grandes y una nariz romana que le daba un aire distinguido. Su nombre era Judith. Decidí enviarle una solicitud de amistad. Pasaron varios días antes de que aceptara. Cuando por fin respondió, me presenté como amigo Samuel, el novio de Hari-detalle que inferí- y agregué que me encontraba preocupado ya que no lo había podido contactar en los últimos días. Judith era amable y tenía buena ortografía. Me gustaba su modo de expresarse, siempre manteniendo un tono educado y coqueto a la vez. Me dijo que no sabía nada de Samuel, salvo que había terminado con Hari y que su amiga se encontraba muy deprimida. Le conté que nadie tenía noticias sobre el paradero de Samuel. En su tono percibí una ligera angustia e intenté tranquilizarla, pues se trataba simplemente de un pretexto para acércame a ella.


La repentina muerte de Samuel le dio un vuelco a esta historia. Los diarios locales informaron que se trató de un suicidio y no dieron muchos detalles. Asistí al funeral de Samuel, al que no acudió ningún compañero de la universidad. Tampoco se hizo presente Hari o Judith. Permanecí solo y en silencio. Mientras fumaba un cigarrillo en la zona designada comencé a escuchar distintas versiones. Me pareció de pésimo gusto que algunos asistentes comenzaran a esparcir rumores, pero presté atención de manera discreta mientras mantenía la mirada fija en otra dirección. Un joven afirmó que el crimen había sido producto de un asunto relacionado con drogas. Su interlocutor discrepó, añadiendo que sin duda se trataba de alguna especie de rito de una secta. Di la última calada al cigarrillo y me marché.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 08 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

CatfishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora