Mattheo Ridlle

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Mi móvil suena en mitad de la madrugada, gruño molesta, agarro el teléfono y sin siquiera ver quién es, lo descuelgo poniéndolo en mi oreja.
-¿Quién cojones es?- pregunto de mala gana.
-Tom.
Pestañeo un par de veces confundida porque Tom Riddle me ha llamado, y por alguna razón siento que no es nada bueno.
-¿Qué pasa?- pregunto sentándome en la cama, un poco más despierta.
-Es Mattheo, no deja de beber y ya no sabemos que hacer con él.- dice con voz cansada, de fondo puedo escuchar algunos gritos y risas, que reconozco al instante.
-¿Y qué quieres que haga, Tom?- pregunto cerrando los ojos y apoyando la cabeza contra la pared.
-Eres su novia, ¿no?
-Sabes que no.
-Pues Mattheo lleva media hora gritando lo contrario, no va a ceder y ambos lo sabemos.
Suspiro resignada, y para qué negarlo, desde que ha mencionado el nombre de su hermano ya estaba dispuesta a todo, porque aún le quiero.
-¿Dónde estáis?- pregunto mientras salgo de la cama y me pongo los primeros zapatos que encuentro.
-Lago negro, detrás del gran roble.
Ahí es donde Mattheo y yo nos besamos por primera vez, donde fumamos juntos por primera vez y donde lo hicimos por primera vez.
-Dame cinco minutos.
Antes de colgar puedo escuchar a Theodore gritándole a Mattheo que suelte la botella. Agarro una sudadera que está sobre la silla y cuando me la pongo recuerdo que esa chaqueta es de Mattheo, sin tiempo sigo mi camino con cuidado de que los prefectos no me pillen y salgo del castillo con éxito, frotando mis manos por el frío.
A lo lejos veo algunas luces provenientes de candelabros y parece que ninguno se da cuenta de que he llegado hasta que Mattheo grita mi nombre.
-¡T/n!
Todos se giran y puedo ver como Enzo esconde las botellas en su mochila, lejos del alcance de Riddle.
Mattheo camina hasta mi y me abraza, apesta a whisky y tabaco.
-Te he echado de menos nena- me dice mientras intenta besar mis labios, pero yo me aparto y le agarro de los hombros.
-Mattheo, basta, te estás comportando como un gilipollas.
Él bufa y se sienta con la espalda apoyada en el tronco. Me agacho a su altura y lo miro con detenimiento.
-¿Porqué no me quieres?- pregunta mirándome a los ojos.
-Claro que te quiero, Mattheo.
-Mentirosa, ya no me besas, ni me buscas, ni me llamas Matty.- se queja con los ojos cristalizados.
Suspiro y me siento junto a él.
-Mattheo, no estamos juntos.- le digo, y el se ríe negando con la cabeza.
-No lo estamos por el idiota de Driggory, se merecía que le rompiera la nariz.
-¿Fuiste tu?- pregunto enfadada.
El simplemente asiente y se seca una lágrima que se ha deslizado por s mejilla.
-Driggory no es mi novio.
-¿A no? ¿Entonces porqué Tom os ve salir de la sala de menesteres por la noche?
Miro a Tom molesta y él solo se encoje de hombros.
-Es él el que me obliga a decirle.- menciona sin importarle mucho.
-Solo follamos, como lo hacéis al parecer tú y Olivia.
Me mira con una expresión que no logro descifrar muy bien.
-Solo follamos.- responde de la misma manera.
Me río con amargura, pero en cambio, el comienza a llorar, enseguida dejo de reír y le miro.
-No puedo olvidarte-dice entre sollozos- Pensé que si me la tiraba te olvidaría, pero nada funciona, ni siquiera el alcohol.
Miro a todos algo incómoda, ellos parecen entenderlo y comienzan a irse de vuelta al castillo, dejando un pequeño farolillo a nuestros pies.
-No puedo olvidarte- dice finalmente, respirando entrecortadamente.
-Ey, Mattheo, tranquilo- intento calmarlo mientras agarro su mano, pero él me abraza directamente, escondiendo su cara en mi pecho, y mojando su propia sudadera.
-Yo tampoco puedo olvidarte- susurro contra sus rizos rebeldes.
Mattheo levanta la mirada y aspira para hacer desaparecer los mocos.
Y me besa.
Me quedo unos segundos quieta, dejando que me bese, y lentamente cayendo ante él, como todas las anteriores veces. Cuando deja de besarme, apoya su frente contra la mía, en un acto más intimo incluso que el beso.
-Te quiero.- dice cerrando los ojos.
Y una vez más, Mattheo me tiene donde quiere, porque ambos sabemos que no puedo ignorarle.
-Vamos a acostarte.- digo mientras me levanto, sacudiendo mi pantalón.
Le ayudo a levantase, se apoya en el árbol y un arcada le invade, seguido de un vómito que apesta a alcohol.
Le froto la espalda con cuidado, y cuando termina pong su brazo alrededor de mi cuello y le ayudo a caminar lentamente.
Tardamos al menos veinte minutos en llegar hasta mi habitación, donde le ayudo a lavarse la boca y la cara y le quito la camisa manchada para sustituirla por una suya, que había en el fondo de mi cajón.
Se tira a la cama y yo le arropo como un niño pequeño, él sonríe y me pide que me acueste junto a él.
Apago la luz y me cubro con la sábana, ambos quedamos cara a cara y él me da una sonrisa de ojos cansados.
-Mi sudadera e queda fenomenal- bromea luchando contra el sueño.
-Duérmete.
Cierra los ojos y su respiración se ralentiza.
-Yo también te quiero, Matty.- susurro entre el silencio de la noche, para después cerrar los ojos.
Escucho una suave risa, y abro los ojos abruptamente.
-Amo que me llames Matty- menciona con una sonrisa y los ojos abiertos.
-Imbecil.- le insulto mientras me giro, dándole la espalda.
Me abraza al instante y siento su aliento chocar contra  mi nuca, nuestras manos se entrelazan y cierro los ojos con una pequeña sonrisa.
-Te quiero.

SLYTHERIN BOYS ONE-SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora