Artem
Me detengo frente a la puerta del penthouse del edificio al que entré hace un momento y antes de tocar doy un largo suspiro recordando por qué hago esto.
Cuando me abren miro a Támara del otro lado.
—Qué bueno que estás aquí— sonrió y me dejó pasar.
Era la primera vez que estaba en este lugar: su lugar de trabajo. No me imaginaba que el penthouse de ese hombre fuera tan grande, frío y vacío. Los colores son sólidos y no tienen forma de nada. Da tristeza y depresión ver la decoración.
—Mi jefe está trabajando en el despacho— me avisó.—No debemos interrumpirlo. Sígueme a la cocina.
La sigo y la cocina me da la misma impresión que el salón anterior. Dejo mi mochila sobre uno de los banquillos y pongo en silencio mi celular cuando recibo mensajes de Nasya preguntándome por qué no fui al instituto.
—Necesito que revises todos los aparatos eléctricos— informa.—Ayer por la noche hubo un corto y varios aparatos dejaron de funcionar.
—Gracias por llamarme, Támara.
—Cuándo mi jefe me dijo que buscara un electricista recordé que eres buenísimos en esto, así que te llamé— sonrió amable.—Le dije que eras de confianza porque eras mi primo. Así accedió.
—Muchas gracias— repito.—Tú más que nadie sabe cómo están las cosas en mi casa.
—Lo sé— tocó mi hombro y le dio un pequeño apretón.—Espero que con esto te recuperes un poco. La paga es muy buena.
Sonreí levemente con pesar y asentí dejando que me mostrara los aparatos de la cocina para definir si ya no servían o si necesitaría comprar otro.
Támara era mi prima y trabajaba como domestica en la casa de un empresario, un tal Dimitrio Ferrara que había llegado hace unos días de Italia a Moscú aquí en Rusia. Gracias a ella pude hacer este pequeño trabajo para ganar un poco de dieron mucho más ahora que lo necesito.
—¿Qué tal está mi tía?— preguntó mientras revisaba el televisor de la habitación de su jefe.
—Igual— respondí, soportando el nudo en mi garganta.—No sabes cuánto me gustaría que regresara a casa.
—Lo lamento— dijo con pena.—Tú y mi tío han de sufrir mucho.
—Sólo yo— negué.—Mi padre últimamente no está en casa para evadir el tema de mi madre.
—Lo siento.
—No es tu culpa— me encogí de hombros.
No era culpa de absolutamente nadie lo que pasaba dentro y fuera de mi casa con mi familia. Mi madre tenía años en la misma situación y hace unos pocos meses que ya no está en la casa aunque la miro casi a diario. Por otro lado mi padre se la pasa siempre fuera y muy pocas veces nos topamos cara a cara. La última vez estaba ebrio en su habitación.
Mi vida estaba llena de problemas, yo estaba rodeados de ellos y no quería ensuciar a Nasya con ellos cuando sé perfectamente que es una princesa nacida en cuna de oro. Ella era la más limpio, puro y sincero que me rescataba de mi triste realidad con tan sólo verla a los ojos y escuchar su voz.
—Tengo que abrir— se levantó del sillón cuando el timbre fue tocado.
Se retiró y me dejó solo trabajando para terminar con la televisión. Támara no regresó, así que con confusión traté de recordar el camino a las escaleras para buscarla y decirle que ya estaba todo listo.
—Es muy puntual.
Me detuve en medio pasillo al oír la voz del que supongo es el dueño de este penthouse y jefe de Támara.
ESTÁS LEYENDO
Cadenas de Mentiras
RomanceSoy Nasya Ivanov y esta es la historia de como mis sueños se volvieron pesadillas.