Cuando volví a recobrar la consciencia, me costó asimilar lo sucedido.
Al principio, la cabeza me dolía como una puta, pero no era eso lo que me preocupaba. No podía moverme.
Traté de cambiar de posición a una más cómoda, para volverme a dormir, ya que no podía ir a clase en el estado en el que me enco traba, y no pude.
Del susto fuí a abrir los ojos, para ver qué era lo que pasaba, pero tampoco me salía. Era como si mi cuerpo no reaccionase, como si no obedeciese mis órdenes. ¿Qué cojones me está pasando? Pensé.
Chillé, pero ningún sonido salío de mi boca. Nada. Cero. Estaba completamentw inmovilizado. Pero, soy consciente. "Pienso, luego existo", no?
El ruido de una puerta abriendose y unas voces me hizo quedarme quieto. Qué irónico. Una de las voces me resultaba familiar, y decía lo siguiente:
- Dios... ¡Dios, Dios, Dios! ¡No puede ser! ¡De todo lo que podía pasarle, de todo lo que podría haber sido, tenía que ser esto! ¡Mi pobre hijo!
Era mi madre. Se me heló la sangre al escuchar sus palabras, pero nada era comparable con la sensación de vacío que inundó mi cuerpo cuando, el que aupongo que sería el doctor, anunció el diagnóstico: coma etílico.
Coma etílico... Esas palabras rondarían mi mente por el siguiente mes y medio.
Coma etílico... Eso significa que no puedo moverme, ¿no?
Coma etílico... Eso es como decir que estoy en estado vegetal, ¿no?
Coma etílico... Eso significa que mi vida depende de una maquina, ¿no?
Mi estado en ese momento era inexplicable... Era como entre shock y pánico. Una sensación que nunca anted había experimentado.
¿Lloré? No pude.
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En punto muerto
Teen FictionBlake Coleman es un estadounidense de 17 años, de Princeton, New Jersey. Este joven tenía todo a su alcance: chicas, fiestas, dinero y amigos. Todo para Blake iba sobre ruedas, pero un pequeño desliz en una de las locas fiestas en casa de su mejor a...