A parte de las enfermeras, no recibí ninguna visita en cinco días. Estaba solo. Completamente solo entre aquellas cuatro paredes. No se oía nada más que el constante pitido de la máquina a mi derecha. Aquella era la única prueba de que aún seguía con vida.
De vez en cuando, se podía escuchar el canto de los pájaros que había en algún lugar a mi izquierda.
En el quinto día, unas horas más tarde de la diaria visita de mi enfermera, la puerta volvió a abrirse. Lenta y nerviosamente. Fué algo bastante sorprendente, ya que, después tantos dias sin ningún tipo de compañía (exceptuando la imprescindible), nunca me esperaría algo así.
- Es... ¿Es aquí? - susurró alguien.
- Sí, esta es la habitación número 235, la de Blake Coleman. - dijo mi habitual supervisora.- Oh, Dios. - mi visitante volvió a hablar, con voz quebrada.
- Les dejo solos, adiós.
Oí unos pasos y la puerta cerrarse suavemente. Hubo una pausa de varios minutos en la que solo se escuchaban el pitido de mi máquina y una fuerte respiración. Después, el visitante se dispuso a hablar.
- Lo siento. - rompió a llorar - ¡Lo siento, lo siento, lo siento! ¡No debí haberte hecho jugar a esa mierda viendo cómo estabas! Joder... ¡Esto es mi puta culpa!
Tras decir esas palabras, la sala quedó inundada de gemidos y llantos. Joder, si que lo siente.
A partir de sus palabras pude deducir que la persona que estaba derramando sus lágrimas sobre mi brazo izquierdo era Jay, ya que él fue quién me invitó a participar en lo de los embudos.
Aún siendo él quien me animó, no fué su culpa. También yo tenía parte de ella, porque siendo consciente de lo pedo que iba, acepté, y tragué nada más y nada menos que media botella de Vodka. No era su culpa, no quería que creyera que era así. Pero, claro, ¿cómo decírselo?
- Tío - dijo ya algo más calmado -, tienes que perdonarme. Tienes que despertarte y perdonarme, joder. No pudo vivir si no me perdonas, tío...
Hubo otra pausa de unos segundos. Aproximadamente veinte. Cuando volvió a hablar, posó su mano sobre mi brazo y lo acarició con su pulgar.
- Me ha costado venir aquí, ¿sabes? No podía mirarte a la cara después de... De todo eso. - inspiró fuertemente - ¿Sabes qué? En el instituto no hacen más que hablar de ti. Aunque... Es normal, ¿no? Incluso ha habido profesores que...
Siguió con su monólogo sin parar, se notaba que lo hacía para no pensar en lo evidente e intentar hacer como si las cosas fuesen como siempre.
- ... Es curioso, la gente se compadece más de Sarah que de mí, ¡y eso que soy yo el más afectado! Por no decir el único... - esto último lo dijo muy bajo, como dudando si decirlo o no. Por suerte, o por desgracia, alcancé a escucharlo - Bueno... - rió - Hay algo que me ha dejado flipando bastante. No te lo vas a creer. La chavala esta rubia de segundo, ¿sabes quién te digo? La... La de las "Spice Girls" , la barbie, ya sabes. Esa y sus amiguitas culonas, se han puesto a llorar por ti. En serio, a llorar. Daban puta verguenza ajena, en serio. Yo lo-lo, lo estaba pasando mal de verdad, y salgo al patio, ¡y me encuentro a las niñatas estas limpiándose el rimel corrido! Y yo a lo... ¡¿Qué cojones?! ...
Se pasó un muy largo rato hablando de lo idiotas y falsas que eran "mis fangirls" y de que ya podían madurar pronto. Me gustaba oírle hablar así, como siempre. Animado y contento, aunque fuese un poco forzado, porque me gustaba mucho más escucharle así que escuchar su llanto.
- ... En fin... Niñatas... Pero bueno, has dejado la clase muy vacía, tío, no es lo mismo sin ti. ¡Ahora no hay nadie que anime las clases de Lengua! A ver, no digo que la poesía me guste, pero es mil veces mejor que las características del barroco...
" Ya, ya, que no le gusta la poesía, pues bien que te aprendiste cinco de los veite poemas de amor de Pablo Neruda".
El tiempo pasó volando, ya que para cuando Jay se dió cuenta, ya eran las seis y media, y él tenía que ir a entrenar.
- ¡Hostias! ¡Seis y media! Joder, espero que Brian no me mate... Bueno, Blake, el hockey me llama. Nos vemremos pronto, te lo prometo.
Me acarició la mejilla con una mano y posó su pulgar en mis labios una fracción de segundo. Después se volvió a despedir y se fue.
Había estado más o menos cuatro horas hablándome sin obtener respuesta, contándome cómo había sido su día y cómo se encontraba. Cuatro horas era mucho tiempo, incluso para un charlatán como él.
Una cálida sensación recorrió mi cuerpo y sonreí mentalmente. Eso sí que es un buen amigo. Un muy buen amigo.
Con el sonido de los pájaros de fondo y ese pensamiento en mente, me quedé dormido.
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En punto muerto
Teen FictionBlake Coleman es un estadounidense de 17 años, de Princeton, New Jersey. Este joven tenía todo a su alcance: chicas, fiestas, dinero y amigos. Todo para Blake iba sobre ruedas, pero un pequeño desliz en una de las locas fiestas en casa de su mejor a...