Parte 2

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A medida que Criston y Aegon continuaban su nueva y maravillosa vida como vendedores de naranjas, descubrían que ser compañeros de exilio no era tan fácil como inicialmente pensaron. La buena convivencia se empezó a mezclar con dificultades inesperadas.


Criston, acostumbrado a la disciplina y la seriedad, encontraba frustración en los hábitos nocturnos de Aegon. El Targaryen tenía tendencias a la embriaguez y a las noches locas con desconocidas. El excaballero lidiaba con la incomodidad de ser testigo de estos comportamientos, sintiéndose afectado por la dificultad para conciliar el sueño.


Una noche, tras una follada particularmente ruidosa, Criston llamó a la puerta de su habitación. "Aegon, sal."


El aludido, abrió la puerta sorprendido y con ojos enrojecidos por el alcohol. "¿Qué pasa?".


Criston, apretó los dientes pero mantuvo la compostura. "No me dejas dormir ".


Aegon, al notar la mirada decepcionada en los ojos del contrario, enrojeció de vergüenza. Las palabras de su compañero lo golpearon más profundamente de lo que esperaba. El silencio que siguió fue incómodo, pero también revelador. Criston suspiró con cansancio y le revolvió el cabello. "Ya pararás, ¿verdad?"


Aegon, sintiendo la vergüenza, desvió la mirada hacia sus uñas como si fueran la cosa más interesante del mundo. Con un gesto casual, propuso: "Mira, yo quiero seguir haciéndolo, podrías unirte a nosotros. Puede que te diviertas más de lo que piensas".


Criston, poco impresionado, frunció el ceño. "No voy a hacer un trío, Aegon."


Aegon suspiró con resignación. "Vale, ya paramos".


Después de eso, Aegon cerró la puerta. El sonido resonó en la casa. De nuevo solo, Criston decidió dar un paso atrás y buscar algo de calma. Se encaminó hacia la cocina. La luz tenue de la luna se filtraba por las ventanas mientras Criston comenzaba a exprimir naranjas para hacerse un zumo. La pulpa de las naranjas se escurrió entre sus dedos mientras reflexionaba sobre la última discusión con Aegon. Le recorrió un escalofrío por la espalda ante la idea de haber aceptado seriamente su oferta. 


El zumo fresco llenó un vaso, y Criston tomó un sorbo. Decidió que necesitaba algo más fuerte. Agarró una botella de vino y bebió directamente a morro. 


A la mañana siguiente, tenía un dolor de resaca terrible. Mientras estaba desayunando, Aegon le preguntó: "¿Por qué parece que te ha atropellado un burro?"


Criston le preguntó a su vez: "¿Quieres zumo?", mientras se servía uno a si mismo.


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Ala, segunda parte de esta maravillosa historia, no se preocupen queridos lectores, poquito a poco sir pelo patene y aegon borracho perdío se enamorarán

Danza de NaranjasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora