Lencho

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En las calles de un pueblo, unos músicos cantaban:

Por la lejana montaña
Va cabalgando un jinete
Vaga solito en el mundo
Y va deseando la muerte

Lleva en su pecho una herida
Va con su alma destrozada
Quisiera perder la vida
Y reunirse con su amada

La quería más que a su vida
Y la perdió para siempre
Por eso lleva una herida
Por eso busca la muerte

En su guitarra cantando
Se pasa noches enteras
Hombre y guitarra llorando
A la luz de las estrellas

Después se pierde en la noche
Y a un que la noche es muy bella
El va pidiéndole a Dios
Que se lo lleve con ella.(Musica)

En la esquina de la calle principal, se mira todas las tardes una viejecita de canas y cara arrugada,lleva un huípil (vestido bordado a mano) blanco con flores amarillas y azules, lleva una pequeña grabadora donde escucha musica y una estación de radio llamada: Luna de Noviembre. La viejecita se llama Tecalco, a las 5 de la tarde los niños se reúnen para escuchar la historia de Lencho el jinete o también lo llaman el charro negro...

— Niños, miren el acáhual (milpa o terreno abandonado). Pero no pierdan de vista el sol y los pájaros... Silencio, silencio que voy a comenzar esta kamanali (conversación) hablando con el Yoltsij (corazón)... — Después de unos segundos de silencio comenzó:

«Lencho siempre fue un hombre de buen parecido, guapo, amable, conquistador, romántico y hasta bohemio; solo tenía dos defectos, era avaricioso y una interminable lujuria.

A la edad de 22 años, Lencho ya poseía varias hectáreas donde sembraba maíz, trigo y avena. También le pertenecían una preciosa casa, tenía carros, máquinas,para trabajar sus tierras, y algunas cabezas de ganado.

Pronto conoció a una hermosa mujer llamada Tecuixpo; la mujer de buen corazón, sencilla, humilde y trabajadora, siempre se le veía con un hermoso huipil (vestido bordado a mano).

Después de casarse con Tecuixpo, convivieron dos hijos, una niña y un varón, a la niña le llamaron Rosa, y al varón Pedro.

Tanta era la ambición de Lencho que no le bastaba con trabajar las tierras del campo.

Viajaba a la ciudad cada mes, era jinete, montaba toros, caballos, daba espectáculos de primera calidad en la plaza de Toros México.

A un que el hombre terminaba bastante cansado, esto a el poco le importaba; por las noches salía Alos restaurantes y calles a cantar vestido de charro, el traje tan elegante le quedaba ceñido al cuerpo y el color negro de este de este hacia resaltar la piel blanca, los ojos verdes, y las perfectas facciones de su cara... Lencho.

Con todas estas cualidades mujer que lo veía, montar o cantar, tal parecía que las hechizaba. Bastaba con que las mirara y les sonriera de manera pícara, algunas se ponían un poco más difíciles, Lencho para conservarlas les cantaba canciones, les dedicaba poemas, versos, regalaba rosas de todos los colores y cuando podía hasta a comer o cenar las invitaba.

De infiel y avaricioso ya todos lo conocían, menos su mujer; pues ella no sabía lo que su marido a sus espaldas hacía.

— Pobre Tecuixpo, la compadezco tanto — decían las vecinas del pueblo (Agapita y María) cuando la veían por las calles de Pátzcuaro, Michoacán, México. Pueblo, Estado y País de donde era originario Lencho.

— ¡Tan ciega que está!— le contesto Maria.

— No hay peor ciego que el que no quiere ver.

— Si yo fuera ella, ya lo habría abandonado, mira como los tiene.

Antología de Leyendas MexicanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora