Paul salió de su portal decidido a hacer lo que merecía. Ver a Álvaro y pedirle que olvidase sus últimas palabras. Ruslana no le diría aquellas cosas si no supiese algo más de lo que él sabía. Confiaba en ella más que en él mismo. Sabía que podría saltar al vacío siempre que ella estuviese cerca. No dejó que el miedo fuese más rápido así que los últimos metros hacia casa de Álvaro casi corrió. Llamó al telefonillo sin haber avisado con antelación que iba a ir.
- ¿Sí? - respondió Bea.
- Soy Paul, ¿está Álvaro? - preguntó asegurándose que el paso que iba a dar era el correcto.
- Sí, te abro.
Bea fue al salón y le dio a Álvaro treinta segundos para que se adecentase diciéndole quién subía por la escalera. Álvaro solo bajó el gorro de su sudadera y esperó sentado en el sofá. Bea hizo pasar a Paul y le abrazó. Está en el salón susurró. Abandonando el pasillo para ir a su habitación.
Álvaro le vio entrar y suspiró al ver que realmente era él. Paul caminó despacio y se sentó a su lado, mirándole. Quería empezar a hablar pero no sabía que era lo que tenía que decir. No sabía si mirarle a los ojos y pedir perdón por ser un cobarde, pedirle explicaciones de las palabras de su amiga o simplemente acurrucarse en él. Le cogió la mano. Necesitaba sentir contacto físico con él pero antes de comenzar, fue Álvaro el que habló.
- No sé porqué has venido pero necesito que me dejes hacer algo antes de hablar. Luego puedes responderme lo que quieras - dijo Álvaro levantándose. - Espera un segundo.
Álvaro fue hacia su habitación y Paul suspiró. Necesitaba saber lo que el otro le quería decir. Álvaro volvió con una hoja de papel en la mano. Se sentó a su lado y volvió a coger su mano.
- Voy a leerte esto, ¿vale? - comenzó acariciando su mano y recibiendo un asentimiento como respuesta.
No sé como introducir esto sin que suene como una carta de amor del sigo pasado.
Sé que si me dejas verte, no podré decirte todo lo que pienso ahora mientras comienzo esta carta. Por eso, como tú siempre haces, quería escribirte esto. Yo no sé usar metáforas como tú así que las palabras que pasan por mi cabeza las escribiré directamente en este papel.Me da miedo el amor. Empiezo fuerte supongo. Sentir tan fuerte me hace sentir pequeño. Y sé que decir esto cuando no hace nada que te conozco puede sonar extraño. Bea siempre me dice que las personas buenas saben querer. No han sido buenos conmigo. Quizá nadie con veinte años debería pensar que el amor duele pero a mi siempre me ha dolido. Por eso siempre salgo corriendo. Los siento.
Álvaro paró un momento a respirar y tragar saliva. Estaba abriéndose como nunca había hecho con ningún chico. Era una situación que le hacía sentir inseguro pero después de todo, necesitaba hacerlo. Aunque no sirviera para nada. Necesitaba atreverse. Paul hizo un amago de hablar pensando que el chico había terminado pero este le apretó la mano y continuó.
Me fijé en ti el día que te conocí. Parecías tan frágil que pensé que cualquiera de mis palabras te haría una herida. No te hablé, no te miré. Ese es mi escudo. Lo puse antes siquiera de cruzar nuestra primera mirada.
El siguiente día te vacilé, supongo que es mi segunda capa. Me hace sentir menos expuesto. Tú me contestaste. Tus palabras eran tuyas y de nadie más.
El día que me hablaste de la obra de teatro sentí miedo al ver como tus palabras me llenaban. Hacía demasiado tiempo que no tenía una conversación tan profunda con alguien a quién acababa de conocer. Y ahí no parecías frágil, estabas lleno de energía y cada una de mis preguntas te hacían sentir más vivo. Yo vivía contigo.
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El brillo de los ojos no se opera
FanfictionPaul se encuentra perdido en la rutina. Está estudiando lo que siempre quiso pero aún así no encuentra la inspiración ni la ilusión. Su vida es una línea recta sin bajadas ni subidas. Se reencuentra con un viejo amigo, Martin, gracias a Ruslana, que...