Capítulo 6: Serpientes y escaleras

30 4 0
                                    

Era una mañana tranquila. El cielo estaba despejado, el sol había salido, y una suave brisa corría por el aire. Era el momento perfecto para salir a dar una vuelta en mi auto, y me encontraba de llenar mi estanque de combustible para tal tarea.

—¡OH DIOS MÍO! —gritó una voz infantil haciendo eco por toda la gasolinara—. ¡¿ES UN ASTON MARTIN?!

Y ahí va mi preciada tranquilidad.

—¡ITSUKI, MIRA ESTO!

—¡GUAU! —Otra voz infantil que venía del mismo auto compartió una reacción similar—. ¡ES UNA VENTAJA!

—¡OIGA, SEÑOR! ¡¿VA A LLEVAR ESO A WANGAN?! [1]

-¡SI! ¡APLASTARÍA AL DEVIL-Z!

—¡DE NINGUNA MANERA! ¡EL DEVIL-Z ES IMBATIBLE! ¡SÓLO UN MIRLO PUEDE IGUALARLO!

—¡CÁLLATE, ITSUKI! ¡NO PODRÍAS DIFERENCIAR A UNA CARRERA DE UN ESCARABAJO!

—¡CIERRA TÚ LA BOCA, TOUMA! ¡DIJISTE QUE TU PAPÁ CONDUCÍA UN STI, PERO ERA SÓLO UN WRX!

—¡CABEZA DE CHORLITO!

—¡GORDO!

—¡USTEDES DOS! —rugió una enfurecida voz femenina, cuyo portadora cerró de un portazo el maletero del auto—. ¡ITSUKI, TÚ Y TU PRIMO SE CALLAN AHORA O LOS TENDRÉ A AMBOS SORBIENDO BATIDOS DE LECHE DE TOFU POR TODA LA PRÓXIMA SEMANA!

Aquello pareció funcionar, porque los dos niños se callaron tan rápido que parecieron un par de suricatas con un guepardo al acecho.

Aproveché la oportunidad para hacer una retirada táctica y metí lo más rápido posible en mi auto. El lujoso interior de cuero se convirtió en un tranquilo refugio tras cerrar la puerta, con un sonido apagado siendo todo lo que entraba desde el mundo exterior. Tuve una epifanía y me volví hacia mi pasajera, la cual estaba sentada malhumorada con el cinturón de seguridad puesto.

—Tenías razón, Rumi. Llama demasiado la atención.

—Voy a llegar tarde a la escuela. Date prisa —me respondió con desánimo.

Puse los ojos en blanco y pisé el embrague antes de presionar el botón de encendido. El motor V8 bajo el capó cobró vida y pude ver cómo subían las revoluciones en mi tacómetro hasta estabilizarse alrededor de las 1000 RPM. Presione la palanca de cambios en marcha antes de cambiar el embrague por el acelerador con el pie opuesto. Se pudo oír un suave rechinar mientras el plato del embrague hacía contacto con el volante de inercia y la potencia era enviada a las ruedas traseras. Saqué mi pie del freno y el auto arrancó con suavidad. Salí del estacionamiento de la gasolina y entre en un camino despejado.

Conduje durante unos minutos a velocidad moderada, el Shibuya suburbano fue desapareciendo y dando paso a las autopistas y rascacielos de Tokio. Me mantuve en la pista principal antes de preguntarle a Rumi por qué dirección ir.

—¿Esta es la salida?

—Sí – ¡No! Es la siguiente, lo siento.

—No importa.

Señalicé mientras pasaba en medio del tráfico para entrar a una vía de salida que me llevó de regreso a las calles residenciales, repletas de casas. Hice un gesto de dolor ante los fuertes golpes que hizo el tubo de escape de mi auto, mientras bajaba la velocidad para desacelerar lo suficiente como para detenerme en un semáforo en rojo. La gente de aquí no iba a estar muy contenta con mi presencia, lo más probable.

IncompletoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora