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Me encontraba explorando los estantes llenos de cómics, hojeaba un libro tras otro buscando uno que me llamara la atención. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no noté al chico que se posó a mi lado, al menos hasta que aclaró la garganta en un intento de llamar mi atención. Salté por el repentino sonido y miré hacia atrás, notando a un chico que conocía perfectamente pero estaba segura de que él no me conocía a mí. Que equivocada estaba. Regresando a ese momento, me puse muy nerviosa, pero intenté ocultarlo. Tomé el primer libro que vi y me moví de su camino para que pudiera pasar; él seguía mirándome, y yo no sabía la razón. Así que caminé, o mejor dicho, corrí hacia los sillones. Estando allí me relajé y dispuse a ver el cómic que había sacado; era uno de terror.
"Jamás he visto este", murmuré, mirándolo con atención.
"Yo iba a tomar eso", salté en el asiento por el susto y miré, encontrándome nuevamente con Suho, que me miraba frío e indiferente. Hice un leve puchero y se lo pasé; estaba a punto de buscar otro cuando me tomó del brazo y me volvió a sentar. Lo miré totalmente sorprendida, pero a él no parecía importarle.
"Cuando lo termines, me lo das", iba a tomarlo, pero lo alejó antes de que pudiera.
"Más te vale que leas rápido", asentí con la cabeza rápidamente y murmuré un agradecimiento por lo bajo. Comencé a leer bajo su atenta mirada. Al principio me ponía nerviosa y no me podía concentrar, pero luego de un rato quedé inmersa en la lectura que no presté atención a lo que ocurría fuera de esas páginas. Cuando lo terminé, me di cuenta de que él estaba leyendo al lado mío, así que simplemente lo dejé en la mesita enfrente suyo. Iba a levantarme para buscar otro, cuando deslizó el que estaba leyendo y me lo pasó. Me quedé mirándolo sorprendida, pero él simplemente ignoró mi mirada y se dispuso a leer el cómic que yo leía anteriormente, así que simplemente tomé ese cómic y comencé a leerlo. Así fue como nos hicimos "amigos" de cierta forma, leyendo junto a él en total silencio. De vez en cuando intercambiábamos algunas palabras o comíamos juntos, pero nunca fuera de la tienda. Así fue hasta que me trasladaron a su escuela; después de eso, todo cambió. Es una hermosa historia que en otro momento les contaré...
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