Capítulo 7: Museo de arte

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El tema de conversación de la semana: Danla y su nuevo novio Aaron. Según Alina se conocían desde niños y desde entonces habían estado enamorado, pero hasta ahora no se habían confesado sus sentimientos. Gracias a Dios, hoy estaría libre de ella y sus suspiros románticos, pues nuestra profesora de historia había decidido llevar a uno de sus grupos al "The Charles Hosmer Morse Museum of American Art", aunque lamentablemente, estaba sola, pues Alina tampoco pertenecía a dicho grupo.

No podía describir con palabra lo emocionada que estaba por ir allí. La escuela no me había permitido visitar muchos lugares, entre ellos aquel museo de arte del que mucho me habían hablado. Entrar en este fue como un mundo nuevo, habían vitrales por todas partes, los cuales poseían hermosos colores resplandecientes. Allí había un hermoso altar, el cual tenía una cruz de oro y del techo colgaba un candelabro verde con la misma forma, que poseía un color verde. Entre los vitrales puede apreciar uno de la virgen María y nuestro Señor Jesucristo, otro con varias escenas que parecían contar una historia, el cual tenía un escrito que decía " Tree of Life"; también puede apreciar uno con flores blancas, y otro que parecía un jardín lleno de flores, que daba la percepción de estar verdaderamente en aquel lugar por la viveza de sus colores, era sin duda maravilloso. Nos detuvimos frente a una exposición de lámparas, cuyas pantallas estaban hechas de los mismos materiales de los vitrales

—Qué hermosa —dije observando una de las lámparas, la cual era pequeña, y tenía una pantalla que simulaba unas flores moradas.

—¿No te parece demasiado sencilla? —inquirió una voz masculina a mi lado y al levantar la cabeza me encontré con Jake, cuyos ojos estaban fijos en mí.

—Las cosas más bonitas de este mundo son halladas en las cosas sencillas —contesté encogiéndome de hombros.

Antes de que él pudiera decir algo, apareció Katherine y tomando el brazo de Jake lo alejó de mí mostrándole un nuevo vitral. Él negaba que fueran novios, pero ella se comportaba como la típica novia celosa.

Continué apreciando la obra del museo, hasta que Jake volvió a acercarse a mí.

—¿Te escapaste de tu novia? —bromeé.

—Ya te he dicho que Katherine no es mi novia —replicó con una voz cansada, como si estuviera harto de repetir la misma frase.

—No es lo que parece —insistí haciendo que Jake me mostrará una expresión de exasperación—. Me encanta estos colores —dije cuando nos detuvimos frente a un cuadro con flores de colores naranja y rosadas, y hojas con verdes claros y oscuro.

—¿Te gusta mucho el arte? —inquirió Jake.

—Me encanta, mi sueño es ser pintora, aunque seré lo que Dios quiera —respondí sin dejar de observar el vitral—. Mi padre me compró pinturas cuando tenía cinco años y desde entonces he pintado ¿y tú? ¿Tienes algún sueño? —añadí dirigiendo mi mirada hacia él.

Se quedó pensativo por unos instantes, mientras su cuerpo se mantenía tenso y después negó con la cabeza.

—No —contestó finalmente observándome con ojos triste.

—¿En serio no tienes ningún sueño? —insistí sin poder creer que una persona no pudiera tener sueños.

—No lo tengo y punto —respondió con tono brusco y frío, volvía a ser el de siempre—. Además, los sueños no sirven de nada —añadió entre dientes antes de marcharse.

Me molestaba que dijera que los sueños eran innecesarios, cuando yo pasaba soñando con cada detalle de mi vida.

—Eso no es cierto —respondí con toda convicción—. Es necesario soñar para tener objetivos en la vida, muchos sueños desaparecen, otros se modifican, pero no puedo imaginar mi vida sin sueños.

—Pues yo sí —contestó con tono frío antes de marcharse.

Era tan contradictorio su forma de actuar, que me volvía loca cada vez que intentaba comprenderlo, en un momento se disculpaba y al otro me trataba mal.
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Volvimos a la escuela antes del almuerzo, pues debíamos recuperar energías para tomar las clases perdidas en la tarde. Me reuní con mis amigas en el comedor.

—¿Qué tal fue el paseo? —inquirió Dan cuando me senté entre ella y Alina.

—Muy bien, fue todo muy hermoso —respondí con una sonrisa—. Por cierto, Jake me pidió disculpa por provocarme la alergia hace unos días—añadí haciendo Danla y Alina soltaran un gritillo.

—Eso nunca había pasado, Jake jamás ha pedido disculpas —dijo Danla atónita y desvió la mirada hacia el tema de conversación, que comía tranquilamente en su habitual mesa— ¿Tendrá alguna enfermedad? —inquirió devolviendo la mirada a la mesa.

—No lo creo —respondí de manera burlesca, encogiéndome de hombros.

El debate sobre aquella disculpa por parte de Jake Olsen duró más de lo esperado y solo acabó cuando a mi lado apareció Katherine con una falsa sonrisa solicitando hablar conmigo. Yo asentí ante las miradas asombradas de mis amigas.

Me puse en pie para seguir a Katherine, quien me llevó hasta un aula totalmente vacía y cerró la puerta tras de mí.

—¿Qué deseas hablar? —inquirí siendo muy directa, posiblemente las intenciones de ella no fueran muy buenas.

—Solo quería darte una pequeña advertencia, Alli-Alli —respondió ella acercándose a mí con su falsa sonrisa—. Mantente alejada de Jake fuera de los repasos o podría pasarte algo muy malo —añadió con tono amenazante.

—Guardate tus amenazas, Katherine, no me das miedo y tampoco deseo estar cerca de Jake —contesté girando los ojos, no entendía cómo habían mujeres que defendían a capa y espada a un hombre que no sentía nada por ellas—. Con permiso, me marcho —agregué antes de pasar por su lado.

Me preguntaba por qué razón Katherine se sentía amenazada por mí, no tenía por qué, Jake y yo apenas pasábamos tiempo juntos fuera de los repasos, nuestro contacto era casi nulo. Al llegar al comedor llevé mi vista hacia Jake, quien se encontró con mi mirada y así nos quedamos por un instante, hasta que finalmente yo aparté la mirada y fui a mi puesto junto a mis amigas.

Las chicas quisieron saber que me había dicho Katherine, pero, a pesar de su insistencia, le quité importancia y cambié de tema hacia mi próxima cita con Eduardo al cine.

—¿Le compraste el microscopio? —inquirió Alina con curiosidad.

Negué con la cabeza con tristeza.

—Dejó de estar disponible el que podía comprarle —contesté haciendo un puchero, cuando había entrado en Amazon casi había llorado al ver que no quedaba el microscopio más barato—. Le compré un libro de Fernando Fabiani, me comentó que era su autor favorito —añadí.

                         *****
No era la persona más fan del cine, en realidad, siempre veía las pelis en casa, pero me parecía que el cine era un lugar clásico para salir en una cita. Cuando llegué al lugar Eduardo ya me estaba esperando e incluso había elegido una película, lo que no me gustó del todo, pero lo acepté.

La película fue algo aburrida, se llamaba "Vértigo", y era una de esas pelis que yo llamaba de bajo presupuesto porque aparecían pocos personajes. Trataba de dos chicas alpinistas que quedaban atrapadas en una vieja torre y pasaban una y mil dificultades más para salir de allí. Habría preferido ver una película de romance junto a mi posible novio, y que nuestras manos se tocaran mientras comíamos palomitas o cualquier cosa así, pero había sido todo lo contrario.

—¿Qué te pareció la peli? —preguntó Eduardo cuando salimos de la sala de cine.

Pensé si decirle la verdad o no, pero finalmente opté por la primera opción:

—En realidad no me gustó mucho, no soy de ese tipo de películas.

Eduardo me confesó que era la primera vez que la veía y que tampoco le había gustado mucho, lo que me hizo sentir aliviada. Seguidamente nos dirigimos hacia la salida, pero me detuve cuando una máquina de peluches llamó mi atención.

—¿Quieres uno? —inquirió mi acompañante al ver como yo observaba aquel juego.

Quería negarme, pues me daba un poco de pena pedírselo, pero antes que lo hiciera, él se encaminó a la máquina. Rápidamente fui tras él, y le di ánimo para que atrapara un peluche, y después de tres intentos, logró capturar un peluche de un cerdito, que tenía una corona, era muy mono.

Entre tanto esperábamos el taxi le comenté sobre la disculpa que me había pedido Jake, quería saber que opinión tenía él sobre el asunto.

—Debes andarte con ojo, ese tipo de personas pueden ser muy traicionera —comentó Eduardo.

Sus palabras me decepcionaron, pues solo me demostraron sus prejuicios, a veces nos olvidábamos de donde Dios nos había sacado. No es que volviéramos a nuestros pecados o algo parecido, pero sí mantenernos humildes, sin una altivez de corazón, pues cometíamos errores al igual que todos los demás.

—Todos cometemos errores, Eduardo, y tenemos derecho a ser perdonados. Las personas no son perfectas, pero hay dos tipos en el mundo, están los que se arrepiente y los que no lo hace, y Jake es de los primeros, así que deja de juzgarlos por sus errores pasados —contesté con algo de enojo, su comentario me parecía hiriente, además de que podría verme reflejada en el mismo.

Eduardo se quedó algo asombrado por respuesta, pero no respondió, así que no dijimos nada más. Durante el trayecto en el taxi recordé que había guardado el regalo para él en mi bolso, así que saqué el libro de su escondrijo y se lo tendí. En otro momento le habría dicho muchas más cosas al darle el regalo, pero ahora solo lo sentía como una obligación.

—Wow, Fernando Fabiani —exclamó al ver la portada del libro—. Muchas gracias, Allison —añadió dándome un abrazo, aunque ya no lo sentía como antes, había perdido casi todas las expectativas con su comentario anterior, era como si el cuento de hadas que había realizado en mi mente comenzara a desinflarse.

Al llegar a casa, insistí a Eduardo para que no se molestara en bajar, pero este, como todo un caballero lo hizo de todas formas.

—Gracias por el regalo —agradeció nuevamente.

—Lo mismo digo —repliqué alzando el peluche.

Nos dimos dos besos en las mejillas y este se retiró.

Una vez entré en casa, mamá me insistió para saber como había ido la cita, no obstante, después de saludar a mi padre, me marché a mi habitación sin dar ninguna información. Al entrar en mi cuarto tiré mi bolso en el suelo y me lancé en la cama. Me quedé mirando el techo mientras analizaba lo sucedido; la actitud de Eduardo me había decepcionado mucho, pero descubrí que aquello no me dolía tanto como habría esperado de alguien que posiblemente se estaba enamorando, y luego de pensarlo mucho rato, llegué a la conclusión de que él no me gustaba más que como amigo. No sentía que tuviéramos algo en común para sentar las bases de una relación, más allá de la ilusión provocada por el deseo de mi madre y no mío.

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Hola lucesitas, una actualización de fin de semana. Espero sus opiniones acerca del capítulo. Recuerden dejar su estrella para saber si les gusta la historia. Feliz y bendecida semana.

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