Lo que oculta ella

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Atención: Esta historia contiene escenas para adultos y se tocan temas considerados como "inmorales" o "poco éticos" por la mayoría. Todo el contenido es ficción y esta obra no pretende defender ninguna practica, ni validar lo expuesto. Así mismo recomiendo la precaución de leer las etiquetas antes de proceder para evitar un disgusto.

El imponente sonido de la alarma del reloj interrumpía el apacible silencio de la noche, haciéndose notar frente al, todavía acostado, César; que no terminaba de juntar fuerzas para dar iniciado un nuevo día. Tras varios años en el mismo trabajo había desarrollado cierta habilidad para predecir el susodicho reloj, de hecho estaba convencido de que ya no era necesario ponerlo, solo había quedado grabado en su rutina el hábito de programarlo antes de ir a dormir, casi como un autómata cumpliendo su rutina.

Un poco se sentía así, era "un día más en el trabajo" ¿Qué podía sorprenderlo a esta altura? No odiaba su trabajo, era un oficinista, bien pago, para un banco importante... pero mientras la irritante alarma seguía taladrando su oído, se planteaba si quería seguir asistiendo a esta cita con la rutina adulta.

—Pronto serán vacaciones —se susurró a sí mismo.

Para luego juntar toda su fuerza en su puño y golpear la parte superior del reloj, dónde estaba el interruptor de la, ya irritante, alarma. Fue violento, esperaba romperlo, pero sobrestimó sus débiles brazos de oficinista. Simplemente, accionó el botón deteniendo el sonido. Quizás si tuviera los fuertes brazos de un constructor podría ejercer la violencia sobre el aparato, pero en su situación solo se dejó en ridículo.

Suspiró a la vez que se levantaba de la cama, recapacitando sus pensamientos entre el sueño y la vigilia; no tenía un mal trabajo, solo detestaba tener que empezar desde tan temprano. Miró al reloj para confirmar sus sospechas, ya casi eran las cinco y media; se había pasado media hora.

Realmente él entraba a las siete, podía dormir perfectamente hasta las seis. Pero eso implicaría algo a lo que no estaba dispuesto a renunciar, una cosa que importaba más que cualquier suma de dinero o logro. Implicaría renunciar a su ducha matutina, uno de los pocos momentos que le traían paz y le ayudaba a afrontar la ajetreada vida bancaria.

Normalmente se levantaría a las cinco, tomaría el desayuno por inercia, mientras escucharía las noticias; casi como un zombi. Tras los quince minutos que solía demorar, se metería en la ducha para, media hora después, salir de allí "Hecho persona".

Pero hoy se había quedado dormido, hoy no sería tan tranquilo. Sin perder un segundo se despojó de la única prenda con la que dormía, unos bóxers negros y se internó en el baño para ponerse ante la majestuosa flor que le insuflaría la humanidad que perdía con la rutina.

Sin dudar giró totalmente la canilla para conseguir la mayor presión posible, de modo que el chorro de agua golpee su cara con violencia. En general prefería bañarse con agua caliente, pero para que el calentador funcione era necesario levantarse en tiempo; mientras la presión abrasiva estuviera presente, tampoco importaba demasiado la temperatura.

El baño para él era glorioso, sin duda mejor que las drogas que había probado de joven, quizás mejor que el sexo; aunque no acababa de decidirse sobre el tema. El sentir el agua escurriéndose por todo su cuerpo, llegando a todos los pliegues y arrastrando el sudor que tapaba los poros de su piel. Refrescándolo y humedeciéndolo al completo, rejuveneciendo su cuerpo.

El agua recorría todo su cuerpo, un cuerpo sano y joven para su edad. Jamás le interesó especialmente el gimnasio, y no comía de la mejor manera. No era un "hombre fitness" ni tampoco quería serlo. Pero con ropa era fácil confundirlo con uno, pues su estructura era gruesa, grande como un armario; de espalda, piernas y brazos anchos. Sus facciones faciales no destacaban demasiado, su pera era poco pronunciada y bastante redondeada, sus ojos profundos y su nariz normal; lo que sí destacaba era su cabello, ya que llevaba una melena, habitualmente despeinada, que con la ayuda del agua se controlaba dejándola como un lacio perfecto, casi de peluquería.

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