¿Qué?

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Hoy empezaba un día como otro cualquiera, o eso creía.

La luz de la ventana penetró en mis ojos e inmediatamente me giré a la derecha para evitarla. Sentí una leve y cálida respiración que chocaba directamente contra mi mejilla izquierda, lo que hizo que abriera los ojos de par en par con el corazón latiendo a mil por hora, me encontré con la cara de mi compañero Natsu a unos diez centímetros de la mía, me observaba con los ojos bien abiertos y extrañamente con las pupilas dilatadas, comiéndose el color jade, y su boca estaba ligeramente entreabierta. Estaba apoyado con su codo izquierdo y sujetando su cabeza con la mano de dicho brazo, hundiendo así mi almohada, su mano derecha se encontraba sobre el colchón entre el poco espacio que había entre su cara y la mía.

-Natsu... ¿Cuántas veces he de decirte que vayas a dormir a tu casa?

No respondía, su mirada era fija y parecía estar atravesándome y analizándome con ella.

-¿Natsu?

Nada. Solo cerró su boca juntando sus labios, a los cuales extrañamente me quedé observando durante un instante. Podía oír su respiración ligeramente acelerada y su pecho se hinchaba de aire hasta no poder más.

-¿Te encuentras bien? No respiras de forma acompasada.

Me atreví a levantar mi mano izquierda y a posicionarla en su pecho, a la altura del corazón.

-Va demasiado rápido... Estás taquicárdico. Debes relajarte un poco.

Hice el ademán de levantarme para buscar algún medicamento que le tranquilizase un poco, pero de pronto su mano agarró de forma inesperada mi muñeca e hizo que me tumbara boca abajo. Dobló mi brazo hacia atrás con mi muñeca atrapada aún entre sus largos dedos.

-¡Hey, pelirrosa! ¿Eso a qué ha venido?

Silencio.

-Suelta mi muñeca, tenemos que ir al gremio, idiota integral.

Más silencio.

Sentí un movimiento y el colchón hundirse alrededor de mi cadera. De pronto no había luz, había cerrado la ventana.

Sentí peso en la parte trasera de mis muslos. ¿Se ha sentado encima de mí?

-¡Venga ya, Natsu! Deja la estúpida brom- me vi interrumpida por una inesperada sensación de placer en mi vagina.

Su mano derecha se había metido por el hueco entre mis piernas y con dos de sus dedos comenzó a masajear mi punto más sensible, mi clítoris, sobre la tela del pequeño pantalón de pijama que llevaba.

-Aah...- un corto gemido se escapó de mi traicionera boca.

Escuché un gruñido gutural proveniente del fondo de su garganta.



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Espero que disfruten ^^

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