EN LA UNIVERSIDAD Prenderghast en el Distrito Bellum, Petra Stewart observaba, desde el balcón de la Facultad de Ciencias, a un chico que parecía estar sufriendo. Antes de iniciar su jornada de clases, Petra sentía que necesitaba ver a aquel chico porque de lo contrario tendría un pésimo día.
Ella llevaba un par de semanas mirándolo y gracias a esto había notado que todos los jueves el chico se encontraba con dos amigos con los que siempre entraba y salía de la cafetería. A diferencia de él sus amigos se veían extremadamente felices. Petra sentía curiosidad por saber aquello que atormentaba al chico deprimido. Deseaba poder acercársele y entablar una conversación con él, pero simplemente se le dificultaba encontrar el valor para hacerlo.
Algunas veces cuando lo veía entrar a la cafetería, ella se apresuraba a bajar las escaleras y entraba a la cafetería. En muchas ocasiones compró alimentos que ni siquiera le gustaban mucho, y a cada momento buscaba conectar miradas con el chico. Eso nunca pasó. El chico jamás retiraba la mirada del suelo y si lo hacia se limitaba a ver a sus amigos.
Petra se sentía sumamente interesada en él, pues tenía un aire de misterio que le atraía demasiado. Pero no se sentía valiente porque anteriormente lo había sido y las cosas no resultaron nada bien. Aún así sabía que le gustaba demasiado aquel chico, por lo que la valentía llegaría el día menos esperado. Y mientras el valor llegaba ella disfrutaría de observarlo en secreto. En el fondo Petra deseaba contárselo a alguien, porque tenía la esperanza de que el universo conspirara a su favor y resultara que ese alguien conocía al chico deprimido y misterioso. Eso significaría que tendrían una amistad en común que podría presentarlos y entablar una conversación resultaría mucho más sencillo. Pero había un placer en mantenerlo en secreto que le impedía contárselo incluso a su mejor amiga, Audrey Candem.
Ella podía verlo muy claro, como si tuviese el poder de ver el futuro. Audrey le soltaría la misma dos palabras de siempre: “CARPE DIEM”. También sabía que Audrey no la llevaría arrastrando hasta el chico deprimido y misterioso, sabía que ella jamás la obligaría hacer algo en lo que no se sintiera segura. Pero había decidido no contárselo y de hecho, la razón de esa decisión era precisamente un consejo que le había otorgado Audrey.
— Si nadie en el mundo lo sabe, estoy satisfecha. Aún cuando todos los que te rodean tienen genuinas buenas intenciones y buenos deseos hacia ti, me gusta reservarme los asuntos importantes y llenarlos solamente de mis buenas vibras.— era lo que Audrey había dicho cuando fue aceptaba en la prestigiosa Universidad Prenderghast.
Petra había dedicado una buena cantidad de horas expresando lo emocionada y nerviosa que estaba al enviar el formulario para intentar entrar en la brillante Universidad Prenderghast, mientras que Audrey aseguraba que aún estaba decidiendo donde seguir sus estudios y tendía a evitar las preguntas regresándoselas a Petra para que continuara hablando de ella misma.
No fue hasta que Petra recibió su carta de aceptación que Audrey confesó haber recibido la de ella tres días antes. Obviamente, Petra estaba muy feliz de continuar sus estudios cerca de su mejor amiga, pero se sintió dolida al pensar que su mejoramiga no confiaba en ella lo suficiente como para contarle las cosas importantes.
El no contarle sobre el chico deprimido y misterioso no era una venganza. Se trataba más bien de seguir su ejemplo y, por primera vez, seguir los consejos de su mejor amiga.
Los días avanzaban y el chico jamás sonreía. Entonces Petra inició a crear escenarios en su mente en los que ella era la protagonista de algo milagroso. Ella podría ser el motivo para que aquel chico sonriera por primera vez. Se sentía muy capaz de hacerlo feliz. Pensaba que quizás en ella estaba el poder para cambiarlo. Sin tan solo tuviese el valor para acercársele...
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Duquesas Sangrientas
RomanceLuego de ducharse, salió de su habitación sintiéndose muy cómoda en un vestido veraniego de seda azul con pequeños lazos en los hombros, ya no existía prueba alguna de que solo cuarenta y cinco minutos atrás Audrey Candem había torturado a Milo Curt...