Soy Daddy, un papá soltero ¿Qué? ¿No sabían que a los chicos también nos dejan con los hijos que no quieren?
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Portada por @YeriQuiroz1
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¿Te ha pasado que sueñas pasar con alguien el resto de tu vida?
Es algo así como que de estar pensando en nada, de pronto tu cabeza te lo nuestra todo, te imaginas con hijos, una casa con un porche limpio y con vista genial hacia el jardín con el pasto siempre verde y la imagen de tu imaginación te muestra que estás feliz ¿te lo haz imaginado? Bueno, para ser honestos, yo no, es decir, no lo había soñado antes de ser... El actual Damian. Y ese ese viejo yo hasta el actual hay mucho tiempo intermedio.
A los veintitrés años estaba a meses de graduarme de la universidad (a la que por razones no muy nobles, no ingresé al primer año) me había llevado meses en conseguir un currículo alto de promedios y estaba entre los mejores en diseño gráfico de mi generación, pero también era otras veinte cosas mas, que bien se pueden resumir en la palabra desastre.
Damian York, no era el mejor ejemplo de alumno y joven universitario. Podía darte una idea de mi reputación en simples palabras: era el universitario promedio, no tenía miles de dólares, ni una reputación extravagante o llena de problemas con la ley, la mafia o qué sé yo, simplemente poseía una bastante larga colección de detalles no favorables, una muy frecuente lista de compañeras de diversión y problemas de la clase común entre borracheras, peleas de borrachos, alguna que otra trampa en los exámenes y bueno, nada extravagante.
Entonces, conocí a Meg Newt. La chica hermosa, rubia y que perfectamente podía llevar mi ritmo de vida. Sin muchos dramas, con bastante diversión y, además, ella era toda una belleza.
No sonaron las campanas del amor, no hubo promesas, no dejé de ir a fiestas por ella, al contrario, se nos daba muy bien acompañarnos, y mucho menos me olvidé de tener una actividad sexual segura y consensuada. Al menos las veces que no se nos dijo al calentura y se nos pasaban los tragos.
Así de sencillo fue hasta que un día, la hermosa rubia de gesto alegre —hasta en los dichosos días del mes— apareció en mi departamento rabiosa.
Pasaron por mi cabeza miles de opciones, de las cuales tres eran tentativamente factibles a) se había enredado de que estuve con otra b) eran esos días del mes y quiere gritarle a alguien, o c) iba a terminar conmigo.
El punto es que no fue eso, creo que aún cierro los ojos y la veo frente a mi con los ojos muy verdes y las mejillas muy rojas, señalándome con el dedo y dando saltitos en su lugar como conteniéndose.
—¿Qué es, Meg? —me recuerdo preguntando.
De haberlo sabido antes lo que tenia para decirme ¿habría abierto la boca?
—¡Tú! Pedazo de tonto —juró—. ¡Cómo pudiste!
—¿Hacer qué...? —inquirí con voz cansada.
No sé qué la enojó más, o si las hormonas estaban revolucionadas desde entonces, pero terminó con su puño directo en mi mejilla, y yo jadeando de dolor.
—¡Para! —espeté.
—¡Cómo pudiste! —gritó.
—¡Hacer qué!
—¡Ahora te haces el listo! —chilló de vuelta—. ¿Tienes idea de lo malo que es esto?
Meg de cuando en cuando dejaba salir sus discursos puramente dramáticos, netamente vacíos, extrañamente cansados en lo que repetía una única queja con regularidad.
—Vamos, Meg —alegué sacando un cigarro de la cajetilla en mi pantalón, giré buscando el fuego antes de hablar—. Solo déjalo salir y listo, buscamos una solución.
—¿¡Cómo solucionamos esto!? —gritó paseando frente a mi una cosa de plástico sin nada de genial—. ¡¿Dímelo?!
Di una calada al cigarro antes de tomar la mano de Meg para ver lo que era un platico blanco con una pequeña tapa rosa y un panelito con dos rayitas verticales, una nota a un costado rezaba:
Positivo || Negativo |
—¡Positivo! —gritó—. ¡Tú, grandísimo torpe, me dejaste embarazada!
No había panza, fue lo primero que noté, lo segundo, que no debía estar fumando frente a una embarazada.
—¿Bebé?
—Problema, Damian, tenemos un problema.
Y eso fue el inicio de todo, embarazar a una chica no fue el asunto, sino que esa chica no quisiera un bebé... y yo si.