En la tradición literaria occidental, Romeo y Julieta se ha convertido en la historia de amor por antonomasia, y puede afirmarse que su fama excede a la del mismo . Aunque como en tantas otras ocasiones el argumento no es invención suya, correspondió al dramaturgo inglés fijarlo en su forma definitiva al convertir su fuente en una obra magistral. Con mayor o menor fidelidad, de la tragedia shakesperiana partirían los creadores de las más diversas disciplinas artísticas (desde la literatura, la pintura y la música hasta la danza, la ópera y el cine) que en los siglos siguientes abordarían reiteradamente la historia de los amantes de Verona.
Shakespeare se basó, en este caso, en el poema La trágica historia de Romeo y Julieta (1562), de Arthur Brooke. Pero el tema de la "muerta viva", destinado a hallar su más elevada expresión en este drama (según el conocido estudio de H. Hauvette, La morte vivante), era mucho más antiguo; en su difusión tuvo un importante papel el relato Romeo e Giuletta, del italiano (1485-1561), divulgado en el extranjero por Pierre Boisteau. La versión de este último fue a su vez traducida al inglés en el Palacio del Placer de William Painter, e interpretado libremente por Arthur Brooke en el poema La trágica historia de Romeo y Julieta, que Shakespeare siguió muy de cerca.
Se ha intentado establecer una relación entre el drama de Shakespeare y los otros derivados de la misma fuente: el de (Castelvines y Monteses) y la Adriana (1578) de Luigi Groto, que contiene frases e imágenes que se encuentran también en el drama de Shakespeare, pero que son tan sólo lugares comunes del petrarquismo; además, ambos dramas son completamente diferentes en el modo de tratar el argumento y en el estudio de los personajes. La obra de Shakespeare fue escrita, según unos, en 1591; se publicó "in quarto" en 1597, en 1599, en 1609 y en otra fecha imprecisa, y en "in folio" en 1623. Las relaciones entre los diversos textos han sido minuciosamente estudiadas.
El argumento
Dividida en cinco actos en los que se alterna la prosa con el verso, Romeo y Julieta se inicia con una riña entre miembros y criados de las dos principales familias de Verona, los Montescos y los Capuletos; queda así patente desde el principio la irreconciliable enemistad que enfrenta a ambos clanes. Ni Romeo ni Julieta están presentes en tal riña, que sólo finaliza cuando irrumpe el Príncipe Scala e impone la paz con amenazas.
En compañía de sus amigos Benvolio y Mercucio, Romeo asiste a una fiesta de máscaras en casa de los Capuletos, y, si antes se creía enamorado de Rosalina, ahora se siente cautivado por la belleza de Julieta; se acerca a ella y, tomándole la mano, le declara su amor. La pasión es instantánea y recíproca, y culmina en un beso; sólo tras separarse conocen, cada uno por su cuenta, la identidad del otro: Julieta es la hija de Capuleto; Romeo, el hijo de Montesco. Con este descubrimiento termina el primer acto.
En otras circunstancias, tal enamoramiento podría haber culminado en una jubilosa boda: ambos son de noble cuna, e incluso sabemos que el viejo Capuleto, padre de Julieta, se inclina por respetar la elección de su hija ante un posible matrimonio (Acto I, II) y que tiene un buen concepto de Romeo, al que considera "un joven virtuoso y bien gobernado" (Acto I, V). Pero el odio entre las familias es tal, que los jóvenes nunca llegarán ni siquiera a plantearse la posibilidad de comunicar su pasión a sus padres; por otra parte, el saberse miembros de clanes enfrentados no puede detener la fuerza y determinación que engendra en ellos el amor.
Sin ninguna ruptura temporal, la acción del segundo acto comienza esa misma noche: finalizada la fiesta, Romeo se separa de sus amigos y, desde una calleja, salta la tapia y entra en el jardín de la casa de los Capuletos. Allí vislumbra en una ventana el perfil de Julieta. Tiene lugar entonces la icónica escena del balcón (en realidad, ventana): sin haber advertido la presencia de Romeo, que la escucha en la oscuridad, Julieta pronuncia en voz alta sus amorosas quejas, lamentando que Montesco sea el apellido de su amado para negar enseguida toda importancia a ese hecho: "¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa, olería tan dulcemente con cualquier otro nombre". Aparece entonces ante sus ojos Romeo; inflamados en mutuo amor, conciertan, tras un dulce coloquio, casarse en secreto. Gracias a la ayuda de Fray Lorenzo, su propósito se cumple la tarde del día siguiente: el fraile los une en matrimonio en su convento.
pero en el acto tercero, el aborrecimiento mutuo de Capuletos y Montescos, que ya había determinado la clandestinidad de la boda, es ahora causa de una forzosa separación de los amantes que conducirá al trágico final. En una plaza de Verona, Mercucio, amigo de Romeo, topa con Tebaldo (sobrino de la señora Capuleto), que está furioso por la presencia de Romeo en la fiesta de máscaras celebrada en casa de los Capuletos la noche anterior. Romeo interviene, y al desafío de Tebaldo responde con palabras que ocultan el nuevo vínculo de parentesco, y rehúsa batirse. Mercucio se indigna ante tanta sumisión y saca la espada. Romeo trata en vano de separar a los contendientes, consiguiendo tan sólo dar ocasión a Tebaldo para herir de muerte a Mercucio. Entonces Romeo se ve arrastrado a luchar, mata a Tebaldo y huye.
Informado de los hechos, el Príncipe Scala condena a Romeo al destierro. La noticia de la sentencia llega a oídos de Julieta, y también de Romeo (oculto en la celda de Fray Lorenzo), causando la desesperación de ambos. Les queda como único consuelo el ya previamente convenido encuentro para esa misma noche; al amanecer, tras una triste despedida, Romeo parte hacia Mantua. Como remate del acto tercero, una decisión del viejo Capuleto agrava aún más la situación: pese a la oposición de su hija, Capuleto fija para dos días después la boda entre Julieta y el conde Paris, un matrimonio del que se venía hablando desde antes de que Julieta conociese a Romeo.
En el acto cuarto, con la esperanza de que encuentre un remedio a la situación, Julieta acude a la celda de Fray Lorenzo. Todo el ardid para volver a reunir a los esposos es idea de Fray Lorenzo: aconseja a Julieta que finja ante sus padres aceptar el casamiento con el conde, y le proporciona un narcótico que Julieta deberá tomar la víspera de la boda y que la hará parecer muerta durante cuarenta y dos horas; creyéndola muerta, su familia llevará su cuerpo, en ataúd abierto, al panteón de los Capuletos. El fraile mismo se ocupará de avisar a Romeo, que la sacará del sepulcro en el momento de su despertar y la conducirá a Mantua. Empujada por la pasión, Julieta acepta sin reticencia alguna tan temerario plan, cuya primera parte se cumple sin dificultades: Julieta se aviene al matrimonio, toma el narcótico, es hallada muerta y, al final del cuarto acto, lo que iba a ser gozosa boda ha de convertirse en lúgubre sepelio.
En el quinto acto, un simple contratiempo arruina la arriesgada estratagema de Fray Lorenzo. Romeo se encuentra en Mantua, donde había de recibir un mensaje que lo pondría al corriente del plan y que contendría la indicación de trasladarse a Verona para acudir al panteón de los Capuletos a la hora prevista. Pero la carta no llega a Romeo porque el mensajero que debía entregarla es retenido ante la sospecha de que podría estar contagiado por la peste. Y en lugar de ello Romeo recibe, por otro conducto, la noticia de la muerte de Julieta y de su entierro en el panteón de los Capuletos.
Desesperado, Romeo compra a un boticario de Mantua un poderoso veneno y se dirige a Verona; su irrevocable decisión es tomar la pócima junto a la tumba de su amada. Entretanto, Fray Lorenzo conoce por el mensajero que su carta no ha llegado a Romeo: el propio Fray Lorenzo debe por ello ocuparse de abrir el panteón en el momento del despertar de Julieta, y con este propósito se encamina también al cementerio. Sin embargo, por una fatal coincidencia, un tercer personaje se adelanta a ambos: el conde Paris, sinceramente enamorado de su prometida, acude al panteón de los Capuletos para depositar flores en la tumba de Julieta.