Yisairy
Me desperté con el zumbido de la señora Esther en la pequeña cocina y el olor a café recién hecho.
Me incorporé y me estremecí al sentir el dolor de espalda que me habían dejado los barrotes metálicos del delgado colchón. Sin embargo, nunca diría nada, ella me había dado cobijo cuando todos me habían dado la espalda. Ella había sido mi salvadora.
—Ma Yisa. —Sonrió, poniendo un plato en la encimera para mí—. Hice un poco más para ti. —Sus ojos ambarinos estaban tristes a pesar del brillo de su sonrisa.
—¿Qué haría yo sin ti? —pregunté, frotándome los ojos y caminando descalza en pijama de franela, para luego sentarme en un taburete.
—Estarás bien, Cherie. Eres una buena persona, siempre lo has sido. La vida te dará la vuelta, ya lo verás.
—Espero que tengas razón —dije, dando un mordisco a la tostada francesa —. Hoy voy a la agencia de trabajo temporal de la ciudad. Si Dios, el karma o lo que sea que ande por ahí alguna vez ha querido concederme un favor, hoy es el día.
—Puedo hablar con Natally.
Negué con la cabeza. Natally era médico auxiliar en el Hospital
Central y no era muy amiga mía ni de los problemas en los que creía que estaba metiendo a su madre.
Pero no podía culparla. Su madre había trabajado incansablemente para mi familia, que no la trataba mejor que a un mueble. Había trabajado tan duro solo para comprarse este minúsculo apartamento en un complejo para mayores de cincuenta años, y ahora yo vivía de sus escasos ingresos.
No era mejor que una sanguijuela, pero eso iba a acabar hoy.
Conseguiría un trabajo como fuera.
—Eso no es necesario. Vamos a ver cómo va hoy. Estheicy me había asegurado que tan pronto tuviera un trabajo estable, un lugar donde vivir lo bastante grande para tener a Noah y unos ahorritos, haría todo lo que estuviera en su mano para que me lo llevara y, una vez que lo tuviera de vuelta, nos iríamos, cambiaríamos de nombre y empezaríamos de cero. Solo nosotros dos.
La señora Esther miró el reloj.
—¿Quieres que te lleve? Tengo un poco de tiempo. Sonreí, pero negué con la cabeza, con la boca llena de tostada. — Estoy bien, no te preocupes.
Ladeó la cabeza.
—Tengo derecho a preocuparme por ti, Yisairy. Te he visto crecer.
Cogí el periódico de la encimera y ella apoyó su dorada mano sobre la mía.
—Quizás no deberías, Yisa. Suspiré.
—Créeme, no hay nada que puedan decir que no haya leído ya antes.
Dudó un segundo antes de levantar la mano con un suspiro.
—De esto no va a salir nada bueno —dijo derrotada, antes de darse la vuelta y meter el plato en el pequeño lavavajillas de la encimera.
Me alegré de que no me estuviera mirando porque no pude evitar hacer una mueca de dolor al leer el título de la primera página.
Monstruos de los Ángeles: ¡encarcelados de por vida!
El título principal aparecía en letras negras, pero, en lugar de una foto de ellos, era yo la que aparecía en la portada del Riverside Herald, de pie, sola en la escalinata del juzgado, con mi rebelde melena pelirroja ondeando alrededor de mi rostro. Tenía un aspecto sombrío, derrotado, y así es como estaba. Mi vida había dado un giro a peor, pero no estaba derrotada por su sentencia. No, eso había sido lo único bueno de todo aquello.
Mis padres siempre habían sido terroristas emocionales, utilizándome a mí y posteriormente a Noah para sus horribles planes. Había sido duro descubrir en el juicio que Noah había sido concebido por inseminación, no porque se murieran por tener otro hijo, sino porque yo había ido creciendo y ya no parecía tan mona y, por tanto, ya no inspiraba tanta confianza como él.
Lo que siempre había tomado como nada más que falta de instinto paternal y una ajetreada vida lablaboral había sido, en realidad, mucho peor de lo que jamás hubiera imaginado. Habíamos sido juguetes, accesorios, nada más.
Esperaba que Noah nunca descubriera que no había sido más que un medio para un fin. Una carta añadida a la mesa, sin ningún sentimiento de por medio.
También esperaba amarle lo suficiente como para compensar todas las cicatrices que le habían infligido los monstruos que nos habían puesto en este mundo.
Me forzé a sonreír al encontrar los ojos preocupados de la señora Esther y metí el plato en el lavavajillas, antes de ir a rebuscar en las dos pequeñas maletas que me habían permitido llevar conmigo.
Rezaba por tener algo adecuado para ir a ver a la Sra. Lebowitz porque, cuando salí de casa, había esperado volver en algún momento. No había esperado que todo durara tanto.
Cuando el FBI se presentó en nuestra casa, me alegré de que Noah estuviera en el colegio. Decenas de agentes se apoderaron del lugar, pusieron la casa patas arriba y me informaron que la casa estaba ahora bajo embargo de Asset.
Nadie quería contarme lo sucedido y, aunque sospechaba que mis padres podían haber malversado dinero, nunca habría imaginado el verdadero horror.
Al cabo de un momento se me acercó un agente, un hombre grande y aterrador, y me ladró que tenía treinta minutos para empaquetar lo que mi hermano y yo necesitaríamos durante unas semanas.
Hice dos maletas para mí y una para Noah tan rápido como pude, bajo su atenta mirada. ¿Esperaba que ocultara algo? ¿Creía que estaba implicada en lo que habían hecho mis padres?
El agente me condujo hacia su gran todoterreno negro.
—¿Puedo llevarme mi coche? —había preguntado, señalando el Toyota que mis padres me habían comprado a principios de año. No había sido un regalo de corazón, simplemente necesitaban que yo hiciera de chófer de Noah y realizara todas las compras que a ellos les molestaba hacer.
Sacudió la cabeza.
—No, todos los bienes propiedad de Martha y John Thomson están ahora embargados por el gobierno federal de los Estados Unidos. — Abrió la puerta trasera del coche—. ¿Dónde te vas a alojar?
Me quedé helada en ese momento. ¿Dónde iba a quedarme? Había estado tan ocupada con la escuela de enfermería y cuidando de Noah, compensando todas las carencias de mis padres, que, en realidad, no tenía amigos, al menos nadie lo bastante cercano como para ofrecerme un lugar donde quedarme.
—Se quedará conmigo, ¿verdad, Yisa?
Me había dado la vuelta y solté un pequeño sollozo de alivio sin lágrimas cuando la señora Esther vino hacia mí ya vestida para marcharse.
—Necesito ir a recoger a Noah...
—Noah Thomson será recogido por los servicios sociales. —El agente intentó coger la maleta que hice para Noah.
Apreté con fuerza la empuñadura y di un paso atrás.
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LA VIDA DE UN MAFIOSO
RomanceEl amor puede ser su salvación...o su perdición... Yisairy Thomson Manor es como yo: maldita y no deseada. Aceptar un trabajo allí como ama de llaves interna es mi única opción. Nadie quiere contratar a la hija de unos infames asesinos en serie. Pe...