CAPITULO 37 EN LA DIMENSION DESCONOCIDA

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No estaba segura de haber oído correctamente

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No estaba segura de haber oído correctamente. No pudo haberlo hecho. Con una suave sonrisa, Joan bajó la mirada a su mano acunando la barriga. -Veo que Greg no les ha contado. No me sorprende. Cuando ayer volvió, estaba hecho un desastre.- soltó otro suspiro. Hizo una pausa, y alzó la mirada a ellos. - ¿Cómo se encuentran? Deben haber tenido un largo viaje desde Virginia.-

Ella quería hablar pero honestamente no se veía pudiendo. Aún estaba intentando procesarlo. -¿Nos conocemos?-preguntó Sam en su lugar.

-Claro.-le respondió con una sonrisa.- Son Julia y Sam, los amigos de mi hija.-

Julia frunció el entrecejo queriendo comprender, su boca se abrió finalmente encontrando su voz. -¿Su hija?- repitió.

Joan asintió. -Anna.-

Sam se dobló hacia adelante en su asiento como si de esa manera pudiera poner el dedo en el asunto.-Perdone, no creo entender. ¿Usted es su madre?-

La mujer asintió de nuevo. Sam se volvió encontrando su mirada, la confusión marcándole la cara.

Ella regresó la vista a la mujer y dijo:- Yo conozco a Candice, y...-hizo una mueca no sabiendo si la ofendería.- no es usted.-

La mujer se dispuso a hablar de nuevo, cuando la puerta frontal de la casa se abrió. Alguien a toda prisa entró. -Cariño, ¿por qué no me esperaste? –el papá de Anna se le acercó a la mujer, Joan y rodeó con sus brazo. - Sabes que me vuelves loco de preocupación cuando...-su mirada se desvió a ellos, y los ojos se le abrieron en sorpresa.– Julia.-

-Greg, han venido.-expresó Joan con alegría.

Julia se levantó.–Bueno, yo...nosotros...- buscó de nuevo con la mirada a Sam que también se puso de pie. Soltó un pesado suspiro.- Lo siento, no sé qué decir. Aún estoy tratando de procesarlo, y me cuesta aceptar que...-apretó los labios no pudiendo decirlo. Los ojos se le llenaron de lágrimas. -que ella...-

Joan se acercó, y la abrazó.- Lo sé, cariño. Anna ha sido una bendición para todos. Un ángel en tierra. No la merecíamos.-

Se quedó dura. Esta mujer a la que era una completa desconocida, le abrazaba como si se conocieran de toda la vida, y para lo más sorprendente era que, sintió que estaba en un lugar seguro para llorar. Un sollozo la sacudió, y se abrazó a Joan.–Lo sé, lo sé...-Joan le palmeaba la espalda. -Yo también la extraño.-

Hubo un pequeño momento en que pudo controlar sus emociones y secó sus lágrimas. Greg dijo:- ¿Por qué no regresamos a la casa para charlar más cómodos? –

Se subieron a sus respectivos coches, y partieron. Descubrieron que lo que Greg llamaba casa ya no era White Lake, sino Arlington, la ciudad vecina, más urbana y económicamente estable. Aparcaron detrás el Mustang 68 verde de Greg y se bajaron. Greg ayudó a Joan a salir del coche y le abrió a Briston para que saliera. El perro correteó feliz por el jardín. La casa era muy bonita. De madera caoba y una puerta roja, el pórtico estaba rodeado por flores de todos los tipos y colores.

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