𝐓𝐫𝐨𝐢𝐬

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"Finalmente los amantes no conocen la vergüenza. Nuestro pecado tiene una esencia muy dulce."


El amanecer se abría paso entre los gigantes pinos que reinaban en aquel lugar remoto y estrépito. La bola de fuego a miles de kilómetros renacía detrás de las montañas y pintaba el firmamento de un rojo sangre. El rocío mañanero está por quemarse y la oscuridad es interrumpida por los débiles rayos del sol que apenas saludaban el nuevo día.

Los animales nocturnos corrían a su escondrijo a esperar a que una nueva luna solitaria emergiera después y los que se despertaban, ahora salían a buscar comida. Los pájaros comienzan a cantar entre las ramas y los lobos se esconden sigilosos, esperando una nueva presa.

El alba anunciaba una nueva mañana, un nuevo día, una página más del libro. JungKook ya se encontraba en la casa de su abuelo YoonGi, preparándose para el día especial. Por otra parte, JiMin había salido temprano como de costumbre, prometiendo llegar a tiempo a la pequeña ceremonia, que no era más que los padres de JungKook, YoonGi y ellos.

En su habitación, YoonGi terminaba de arreglar a su hermoso nieto. Las velas fueron apagadas cuando la luz natural irradiaba a través de la ventana, iluminando el hermoso rostro del joven que estaba a punto de ser desposado por el lobo. En su mano derecha, justo en el dedo anular, reposaba el anillo de compromiso, se llenaba de júbilo cada vez que lo veía. Su cuerpo esbelto estaba envuelto en unos vaqueros ceñidos y una camisa blanca que ocultaba sus curvas, portaba unas botas marrones calzadas a sus pies y en sus hombros... la capa.

—Cariño, quítate esa caperuza, tengo algo mejor para ti.

JungKook frunció el ceño, sin su capa no iría a ninguna parte.

—Pero Yoonnie yo-

YoonGi colocó un dedo largo sobre sus labios y su expresión severa lo obligó a callar.

—Obedece a Yoonnie, cielo. No rechistes o Yoonnie se enojará.

El menor asintió sumiso de inmediato. No quería provocar los demonios internos de su abuelo en ese momento. Entonces, el rubio le sonrió complacido y se acercó al baúl donde guardaba todas sus pertenencias y extrajo de su interior algo que dejó sorprendido y fascinado al menor.

—Dios mío...

—Date vuelta, cariño.

JungKook lo hizo en el primer momento, sin poner excusa alguna, aunque aún continuaba estupefacto, sin poder creer la belleza que admiró hace unos segundos.

YoonGi extendió la tela de ese rojo tan característico, un solo vivo, brillante y seductor.

Rojo... como la sangre, como los claveles florecidos en el jardín, como el amanecer de un día nuevo o un corazón fervoroso siendo devorado por un lobo bajo el reflejo de la luna sangrienta... Tantos significados ocultaba ese color.

En seguida, el rubio colocó la nueva capa sobre los hombros de JungKook y la amarró con un nudo a su cuello. Poco a poco fue estirando los largos metros de la tela suave y fluida que colgaba por su espalda hasta sus pies y continuaba como un largo río rojo, terminando el borde en una media luna.

YoonGi volvió al frente y miró a su hermoso nieto de mejillas sonrojadas y labios cerezas. Sus ojos azules se veían más intensos en contraste con el carmesí y su piel era como la porcelana, tersa y delicada. Sacudió con sus manos el gorro de la caperuza y lo colocó sobre su cabeza, cubriendo el cabello liso con reflejos que asemejaban a los de la luz lunar reflejado en un vasto y profundo mar rojizo. Era un poco más grande que su cabeza. A diferencia de su capa original, el gorro había sido diseñado con la tela de encaje, por lo que esta fluyó como un velo de novia sobre su cabeza y le dio un aspecto muchísimo más hermoso de lo que ya era. JungKook deslizó sus dedos sobre la tela en su cabeza y percibió la textura de diminutos diamantes incrustados que resplandecían bajo los rayos solares.

¡𝐷𝑒𝑣𝑜́𝑟𝑎𝑚𝑒 𝐿𝑜𝑏𝑜! ³ ╿𝑱𝒊𝑲𝒐𝒐𝒌╿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora