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𝐂𝐇𝐈𝐍𝐎 𝐇𝐈𝐋𝐋𝐒 𝐇𝐈𝐆𝐇 𝐒𝐂𝐇𝐎𝐎𝐋

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𝐂𝐇𝐈𝐍𝐎 𝐇𝐈𝐋𝐋𝐒 𝐇𝐈𝐆𝐇 𝐒𝐂𝐇𝐎𝐎𝐋


– Claro porque tú eres el señor Ball, por eso es mi obligación estar yendo a acompañarte – rodé los ojos mientras cruzaba mis brazos.

– Amas acompañarme a todos lados, lo sé – dijo dándome un abrazo lateral.

– Cuidado idiota, estás manejando – lo regañé quitándomelo de encima.

Actualmente nos estábamos dirigiendo a Chino Hills High School, para ver el juego de los Huskies, el equipo local de baloncesto de allí. Al cual también pertenecieron los hermanos Ball.

Aunque podría decirse que desde que fueron saliendo los hermanos Ball del instituto, y por ende del equipo de baloncesto, este fue perdiendo cierta popularidad, pero no desempeño.

El director del instituto invitó a LaMelo a ver uno de los juegos de baloncesto, también a motivar a los adolescentes a jugar cualquier deporte de la institución.

Al cabo de diez minutos finalmente habíamos llegado.

– Siento que estos niños se van a poner realmente locos cuando te vean – le expresé a LaMelo.

– Obvio, ¿quién no muere por verme? – se encogió de hombros haciéndome rodar los ojos.

El gimnasio rebosaba de energía mientras LaMelo y yo ingresábamos. El estruendo de la multitud, mezclado con la música estridente, creaba un ambiente vibrante. LaMelo saludó con desenfado a los estudiantes, quienes reaccionaron con gritos y aplausos. Incluso algunos se levantaron de sus asientos, emocionados por la presencia del famoso jugador.

– ¿Te das cuenta ahora de lo que te decía? – le señalé con una sonrisa burlona.

– Sip – admitió LaMelo, disfrutando del alboroto que causaba.

Nos acomodamos en los asientos reservados para nosotros, desde donde teníamos una vista privilegiada del partido. La emoción en el aire era palpable, y no solo por el baloncesto, sino por la expectación de tener a una estrella de la NBA entre ellos.

– ¿Recuerdas cuando eran tú y tus hermanos parte de esto? – pregunté, señalando la cancha con nostalgia.

– Sí, pero ahora estamos en otro nivel, y obviamente tú cuidándome, lo normal – respondió LaMelo, guiñándome un ojo.

El partido comenzó con una intensidad digna de un enfrentamiento entre titanes. Los Huskies luchaban con determinación, recordándole a todos que, a pesar de la ausencia de los hermanos Ball, el espíritu competitivo aún ardía en Chino Hills.

En el descanso, LaMelo se levantó y agarró un micrófono.

Reí, porque LaMelo aunque se creía experto en todo, estaba segura que ni él mismo sabía lo que estaba haciendo.

Con su carisma innato, LaMelo animó a los estudiantes a seguir persiguiendo sus sueños, recordándoles que cada uno tiene el potencial de ser una estrella en su propia vida.

El segundo tiempo del juego continuó con una energía renovada. Los Huskies, inspirados por las palabras de LaMelo, mostraron un desempeño excepcional. El público estaba completamente entregado, y el ambiente estaba cargado de emoción.

– Creo que haz revivido la llama del equipo, señor comentarista – dije, asombrado con algo de burla.

– Siempre supe que tenía ese don– bromeó LaMelo, sonriendo con satisfacción.

El partido llegó a su clímax con una mate impresionante que selló la victoria, lo que provocó que muchos estudiantes irrumpieran en la cancha a celebrar con el estudiante que hizo tremenda clavada.

– Creo que deberíamos irnos, esto se va a poner realmente loco aquí – dijo Melo riendo mientras tomaba mi mano para salir del lugar.

– Tengo hambre – me quejé una vez entrando al auto.

– Yo también, creo que deberíamos hacer una parada en en Wingstop antes de llegar a casa – propuso Melo poniendo en marcha el coche.

Asentí colocándome el cinturón de seguridad.

Ni si quiera habían pasado tres minutos cuando un celular empezó a sonar, por un momento pensé que era el mío, pero LaMelo sacó el suyo de mi bolso.

Miró quien era y de inmediato su cara se alarmó.

– Es Ana, inventa lo que sea, pero por favor, dile que no estoy, que estoy ocupado – me entregó su celular como si se tratara de un objeto que estuviese muy caliente por ende se quemara las palmas de su mano.

Respondí la llamada y de inmediato se pudo escuchar la voz enfadada de Ana, del otro lado de la línea.

– ¡LaMelo LaFrance Ball, ¿DÓNDE CARAJOS ESTÁS?! – los tímpanos de mis oídos casi se rompen al escucharla.

– ¿Hola? – respondí con una ceja elevada, algo ridículo porque si siquiera me estaba viendo.

– ¿Dónde está Melo, y por qué carajos tienes su celular perra?

Wow, wow, wow.

¿Esa perra acaba de llamarme perra, oficialmente en mi cara?







¿Esa perra acaba de llamarme perra, oficialmente en mi cara?

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@𝐚𝐲𝐨𝐢𝐭𝐬𝐭𝐚𝐥𝐢 | 𝟐𝟎𝟐𝟒

𝐂𝐀𝐑𝐄, LaMelo ball Donde viven las historias. Descúbrelo ahora