Mi conciencia no ha estado tranquila desde que me enteré de mi accidente, no pasan minutos, segundos, ni milisegundos en que no piense en ese suceso. Ayer apenas desperté del coma, mi cuerpo fue usado como juguete para pruebas y experimentos sin autorización alguna.
Varios científicos vinieron esta mañana a pedirme disculpas, no tuve nada que decir, ya el daño está hecho.
Lo que más me duele de todo esto es la cruda realidad, la forma en que sucedió todo fue tan inesperado. Un día estaba de paseo con mi amada y al otro despierto en otra época, en un laboratorio y con casi todo mi cuerpo maquinizado. Nadie se sentiría bien si pasara por lo que estoy pasando, maldición.
El día 23 de abril del año 2014, estaba muy feliz, era el día en que le iba a proponer matrimonio a mi amada, ella se llamaba Julia, era una princesa, muy simpática, carismática y cariñosa, la mejor de todas; tenía un cabello largo y negro que me enloquecía siempre, unos ojos de color café, no era muy alta, lo cual hacía que me gustará más, cada vez que sonreía era como si mi mundo cambiara y se volviera más feliz, me tenía muy enamorado.
Ese día le propuse ir a la estatua de la libertad, estábamos de viaje en Nueva York visitando a unos familiares de ella. Su hermano, que también viajó con nosotros, nos prestó un auto con el cual podíamos ir a donde nosotros quisiéramos, con la idea de poder conocer más la ciudad.
En camino a la estatua estuvimos hablando un buen rato acerca de lo linda que era la ciudad.
—Nicolás... —dijo Julia.
— ¿Qué pasa amor? —respondí, mientras manejaba el auto.
— No me siento del todo segura estando acá... tengo un mal presentimiento Nico... —dijo mientras ponía una cara un poco preocupada— vamos a casa de la tía Holly, no me siento cómoda.
— ¡Pero si estamos a punto de llegar! —exclame, un poco enfadado claro, mis planes de proponerle matrimonio en la estatua de la libertad debía seguir en pie— ¡Vamos, no falta nada!
— Amor en serio, tengo un mal presentimiento de todo esto, no estoy bien —contestó Julia— otro día iremos a la Gran Manzana...
— ¡Pero si nos vamos mañana! —respondí— ¡tengo que hacer algo importante hoy y sé que te gustará! ¡Vamos!
— No estoy segura de esto...
— Mira, ya llegamos, ¿ves? No pasa nada —dije, acto seguido apagué el auto y le puse seguridad, salí del coche, le abrí la puerta a Julia y la tomé de la mano — ¡Ahora ven!
Halé su mano y subimos hasta lo más alto de la estatua, Julia aún no sé veía del todo contenta, aunque no me podía negar que estaba disfrutando un poco todo aquello, cuando me sentí preparado para sacar el anillo y pedirle matrimonio algo extraño sucedió, no encontraba a Julia por ningún lado, de un momento a otro desapareció, empecé a buscarla con mucha intriga por todos lados y no la pude encontrar, no fue hasta que pensé que si Julia se haya perdido a lo mejor fue a esperarme junto al auto, así que fui al carro a ver si Julia estaba ahí y efectivamente se encontraba ahí, fue un gran susto.
— Uffff... ¿amor... que pasó? —inquirí jadeando del cansancio.
— Me quedé viendo unos recuerdos y compre uno, cuando voltee no estabas, me preocupe así que vine a esperarte al auto, si no aparecías llamaría al 911 —respondió Julia, al parecer ella también se asustó.
— Bueno... ¡Ya todo pasó! —exclamé— Julia, quiero preguntarte algo...
— Dime.
Me arrodillé, la cara de Julia me dio a saber que ella ya sospechaba que lo haría, se notaba que estaba feliz, y yo también.
— ¿Quieres casarte conmig...
— ¡Sí! —gritó y saltó a mis brazos, estuvimos ahí un buen rato abrazados, fue hermoso— ya veo porque tanta manía de traerme para acá.
— Ay, ¡¿pero me vas a decir que no estuvo bien?! —exclamé inquiriendo con un tono sarcástico.
— Estuvo perfecto —respondió— vámonos de aquí, ahora sí estoy muy feliz.
Nos subimos al auto y no paramos de hablar por todo el camino, ambos estábamos muy contentos de que nos fuéramos a casar, nos amábamos. Éramos muy jóvenes aún, teníamos veinte años los dos, así que iba a ser algo inesperado para nuestras familias.
Lastimosamente... nada se llevó acabo, cuando llegamos a casa de la tía Holly, no pudimos darle la noticia a los familiares, tuvimos que ir de inmediato a emergencias, al esposo de la tía Holly le había dado un infarto mientras nosotros estábamos en la calle.
Eso no fue todo, mientras estábamos en camino a emergencias, el hermano de Julia tuvo un accidente de moto, iba a mucha velocidad dirigiéndose a emergencias, no se fijó en el semáforo y un camión se lo llevó por el medio.
Ambos murieron el mismo día, desde entonces, no vi sonreír más a Julia por unas semanas, pasó un mes, ya estábamos en nuestro país, Venezuela. Julia estaba trabajando en una empresa de telefonía, mientras yo buscaba trabajo, fue una época difícil, con tantas ocupaciones el tema del matrimonio no sé tocó más.
Una tarde fui a buscar a Julia al trabajo, ambos estábamos fatigados, y nos dirigíamos a casa.
—Amor... —dije— ¿Qué pasó con nuestra boda?
— ¡¿No has visto por todo lo que estamos pasando?! —exclamó furiosa— ¡no estamos para bodas!
Después de ver la manera en que me respondió, no quise decir una palabra más, y fue un error.
Alrededor de las seis de la tarde, camino a nuestra casa, empieza a llover. Fue una lluvia demasiado fuerte, casi una tormenta diría yo. No podía observar nada, lo cual me desconcertaba totalmente, y tuve que bajar la velocidad al auto. Podía notar como Julia se empezaba a sentir asustada por el clima.
No se veía absolutamente nada, hasta un buen rato, cuando por fin logro ver unas luces, esas serían las últimas que vería junto con Julia.
Dos camiones de carga venían en el carril contrario en dirección opuesta, al parecer el primero pierde el control y se cola al siguiente carril, el camión frenó de repente y derrapó por la mitad de la autopista, haciendo que el otro camión que estaba detrás, lo golpeará y lo hiciera rodar. Aún estábamos un poco lejos de aquello, pero en el momento en que escuchamos los choques frené, Julia se asustó demasiado y se fue a mis brazos.
Había dos carros atrás que nos golpearon y nos empujaron, mientras venían los otros camiones de frente, no se podía escapar.
Eso fue lo último que supe de ella, y lo último que recuerdo de antes de ser como soy, una máquina.
—Sr. Nicolás, ¿está listo para salir? —dijo Victoria, así se llamaba la científica que me contó de mi accidente la otra vez.
—Sí —afirmé— aun no entiendo el por qué tengo que ver a la prensa.
—Tenemos que dar a conocer de este gran avance tecnológico, ¿podría contribuir?
—Está bien —acepté, en ese momento no me quedaba más nada que hacer, ningún motivo para vivir, ni alguna meta. Nada.
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Nicolás Barnes
Science FictionUn hombre de 20 años de edad, sufre un accidente que lo dejan estado de coma por nueve años, cuando despierta su realidad ha cambiado demasiado y su cuerpo también...