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Lee Minho es un tipo muy honesto.

Cuando algo estaba mal, difícilmente lograba quedarse callado. No lo mal entiendan, solo le gusta la sinceridad, especialmente cuando se trata de cosas que lo podían afectar.

Debe admitir que puede ser un poco fastidioso o por lo menos es lo que escucha decir a todos cuando al terminar de dar su opinión, siempre lo miran atónitos, pero la verdad es que ya no le afecta.

Es un bicho raro, o por lo menos todos se lo dejan claro.

Aun así, quiere creer que nunca ha dicho nada ofensivo o grosero, solo que las personas nunca son capaces de  saber lidiar con sus comentarios. Tal como parece estar a punto de suceder con aquellos tres trabajadores que lo miran incrédulos. Minho había sido muy cuidadoso al ver cada rincón de su apartamento, a fin de cuentas era su hogar y donde pasaba todo su tiempo, debía estar de la mejor manera posible.

El pañuelo que siempre cargaba consigo, se encontraba minímamente sucio después de su inspección, pero a ojos de Minho era suficiente para sentir como poco a poco su interior comenzaba a percibir asco y náuseas de tan solo verlo.

Una limpieza profunda se había llevado acabo en aquel espacioso lugar, los tres  encargados estaban seguros de haber hecho un trabajo excepcional, hasta el punto de erradicar el último rastro de suciedad. Sin embargo, para su mala suerte nunca contaron con que había un tipo difícil de saciar.

Minho era un hombre muy minucioso, llegando a ser considerado por muchos, casi ridículamente cauteloso, aunque para alguien como él, cuidar de ese aspecto no tenía que nada que ver con un gusto personal al orden, sino que se había convertido más en una necesidad.

Una muy dañina necesidad.

Porque ciertamente, no había cosa en todo el planeta que odiara más que el polvo, los gérmenes y las bacterias, tanto que estaba completamente seguro que mientras más alejado pudiera mantenerse de ellas, más feliz podría llegar a ser, o eso quería creer.

Sin tomarse mucho tiempo, finalmente pasó el pañuelo por el mueble de su armario con mucho cuidado; era el último lugar de su hogar el cual le faltaba por revisar. No sabía con exactitud a cuantos servicios de limpieza había contratado y despedido en tan poco tiempo, pero de lo que sí estaba seguro, es que ninguno realmente ofrecía la eficiencia que estrictamente pedía y necesitaba que se cumpliera.

Sintió repulsión cuando se marcó sobre aquella suave tela blanca una macha gris polvorienta. Reafirmandole que odiaba aquella sensación que le producía ese sentimiento de suciedad, se sentía incómodo y de alguna manera como si a su alrededor le faltara el aire.

—¿Estas bien? —la voz de Chan desde su espalda pregunto, aunque ya sabía la respuesta.

—No lo estoy —contestó, siendo escuchado por todos en la habitación.

—¿Qué está mal?

—Todo lo está.

Chan no se sorprendió en lo absoluto por su respuesta, optó únicamente por suspirar y rascar su nuca, pero para este punto la verdad es que le hubiera impresionado más que dijera que se encontraba bien.

Al conocerlo en un principio, él tampoco entendía a Minho, y debe admitir que aún no lo hace del todo, pero aun así trata de hacer su mejor esfuerzo por no juzgarlo o criticarlo. Más allá de que el menor es difícil de complacer, se convirtió en su amigo por lo que trata de no señalarlo.

—Tómalo con calma —fue lo único que se atrevió a decir.

El contrario apretó los puños, pero no dijo nada, sabía que Chan era muy cuidadoso con el tema y siempre le decía que debía ser mas educado, era su único amigo y de algún manera la única persona que lo soportaba.

Lo conocío hace unos cinco años, cuando había mandado con ilusión uno de sus libros a la editiorial de la cual el peligris era dueño. Chan solicitó una reunión con él porque realmente se encontraba fascinado con su trabajo, pero jamás imagino lo inusual que sería su encuentro; Lee Minho llego a las oficinas de su empresa  donde habían quedado con manga larga a pesar del calor del día, cubrebocas y guantes, colocando un pañuelo en el asiento que tenía en frente y evitando tocar cualquier cosa a su alrededor.

En aquel tiempo sin duda le era difícil entender como con tan solo dieciocho años tuviera aquellas particularidades. Pero, Christopher no quiso nunca irrumpir en su espacio y preguntar más de lo necesario, al poco tiempo fue así como el primer libro de Minho fue publicado después de que el mayor lo aceptara, siendo el comienzo de a su corta edad la carrera juvenil más exitosa del momento.

Y ahora a sus veintitrés años seguía viviendo de sus escritos, Lee debía admitir que Chan se había convertido en una gran esperanza para su vida, podía hacer lo que más le gustaba desde la comodidad de su casa.

—No han hecho bien su trabajo —dijo finalmente dirigiéndose a los tres trabajo.

Desde el olor al desinfectante cítrico que tanto odiaba, hasta las manchas o esquinas llenas de polvo que se encontró mientras caminaba, para Minho, había sido un absoluto fracaso.

Christopher más que sentir asombro, solo se encontraba resignado, era él quien ayudaba a Minho llamando a las empresas para solicitar sus servicios de limpieza, pero debía admitir que esta vez de las cuatro que había contrado en el mes ninguna parecía complacer al menor.

Tenía algunas otras opciones y tendría que llamar alguna de ellas cuando estos se fuera, pero estaba seguro de que ya casi agotaría todas sus posibilidades.

—Deberían hablar con su jefe, para ver si pueden mejorar su servicio, tienen muchos aspect...

Chan se movio con rapidez y colocó inmediatamente al frente de Minho al notar como uno de los chicos se acercaba a su amigo con ira en su rostro.

—Lo siento, a veces es un poco irrespetuoso —Chan dirigió una mirada rápida a Lee, quien sólo se encogió de hombros.

Finalmente, los chicos de limpieza fueron calmados con unas cuantas palabras de parte de Chan, quien también los llevo hasta la entrada principal. Unos cuantos y usuales "bicho raro" "vaya mierda de tipo" fueron escuchados a lo lejos mientras salían de casa.

Sin embargo, nuevamente esto no tenía ningún impacto en Minho, de alguna manera estaba acostumbrado a que las personas no lo entendieran.

Y puede que nadie sea capaz nunca de llegar hacerlo, por que él estaba seguro de que el mundo era un lugar muy sucio.

O quizas el sucio.... era él.

Dirty 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora