¿Estoy soñando?

630 43 16
                                    


Carlos me dió una ligera palmada en la espalda repitiendo esa sensación paternal que sentía al estar cerca de él, aunque se sentía irreal, como cuando soñas algo tan lejano que sabes que vas a despertar y terminas haciéndolo pero no te sorprende, no te hace sentir fuera de lugar o perdido, porque siempre supiste que fue un sueño.

Miré el cigarrillo entre mis dedos, alcé la vista y el frío me golpeó con fuerza causándome escalofríos. Suspiré entre dientes mirando a los lados, fuera de nuestro equipo y sus voces, Los Andes lucían..vacíos..

¿Cómo sobreviviste tanto Numa?

Pregunté entre dientes que tiritaban entre ellos, escalofríos y lágrimas en los ojos, ropa adecuada y las voces de mis amigos por detrás, escuché a Carlos a lo lejos bromear con el director como dos niños que parecían lejanos a todo.

No podía sostenerme de pie a la intemperie por media hora y tenía que interpretar lo que hubiera sido estar por más de sesenta días, sin nada de lo que hoy teníamos. Relamí mis labios jugueteando con el cigarrillo apagado entre mis dedos, con el viento era imposible prenderlo y tampoco quería hacerlo, fue una excusa para salir afuera sin que me miraran raro o que me buscaran para hablar.

Porque no podía, quería llorar, estaba aterrado.

Quería hacerlo bien, quería quedarme aquí, no en esta nube aterradora que lucía como un museo, sino aquí, con ellos, en este papel, en este sueño, pero no me sentía a la altura.

Lo estás haciendo bien, respira que yo no me ahogaba tanto.

Dijo una voz a lo lejos en una suave risa, se escuchaba cansada, pero tranquila, lo pude sentir, pero no ver. Retrocedí inconscientemente tirando el cigarrillo a mis pies, mi respiración se entrecortó y parpadeé varias veces intentando procesar lo que estaba sucediendo.

— ¿Numa?... — balbuceé sorprendido y algo me decía que era él aunque me veía como un lunático que fue consumido por su papel como suele pasar en la carrera que elegí desde niño.

— ¿Ya estás loco?, amigo recién empezamos no duraste ni un round, mira que ahora nos ponemos melosos y no quiero hacerlo con Agustín que no se lavó los dientes. — gritó a mis espaldas Mati en una carcajada.

— Quería ver si estabas atento. — dije en un tono irónico volteando para poder verlo, ya lo habían maquillado y lucía más como Roberto Canessa que como Matías.

Que asco el mate.

Pensé sin ningún tipo de sentido recordando que hace minutos estaban tomando mate con Agustín mientras repasaban el guion, volviendo a la realidad y me sentí bien al tener un pensamiento tan tonto en un momento así, quizás no me estaba volviendo loco.

— Chicos vengan adentro, pero primero tú. — Bayona alza sus manos llamando nuestra atención, me señala de arriba a abajo. —  Tienes que ir para maquillaje, quiero agregar algunas cosas.

Asentí sacudiendo restos de nieve que volaron con el viento de la ropa, no quería llevarla dentro del set luego el agua mojaría todo.

Yo también lo hubiera pensado.

Aquella voz nuevamente.

Sonreí inconscientemente, no me sentía tan loco después de todo, desde que visitamos su casa, desde aquella cena, de haber visto sus fotos, escuchado su voz en otras voces. Tal vez, este aquí también.

Me acerqué a Gustavo Zerbino que estaba en un rincón leyendo el guion que me tocaba interpretar, sabía que era el mío por las lágrimas en sus ojos, todavía le costaba ver a Numa en mi, por eso le dábamos su espacio antes de cada rodaje, luego de que me maquillaran restos de sangre en algunas partes de mi rostro, me miró con cierto tono nostálgico cuando levantó la mirada viéndome de pie enfrente suyo y pude ver como por unos segundos no estaba viéndome a mi, tan solo, ¿lo sentí?.

— Lo escuché. — le dije en voz baja con timidez, sabía que se escuchaba como el grito antes de la internación, pero algo me decía que él me entendería o tal vez tan solo me daría el número de la mejor clínica psiquiátrica de Uruguay, no lo culparía tampoco.

Pero tan solo sonrío, se puso de pie segundos después dejando el guion en la silla que antes era su asiento, suspira acunando mi rostro entre sus manos.

— Decile que lo extraño. — dijo en un tono de voz suave y acompañada de tanto dolor que por primera vez, sentí que estaba listo.

Asentí con lágrimas en mis ojos dándole un abrazo, fue corto, simple pero se sintió eterno y único, todos ellos tenían eso de padres, pero él, en particular, era como si necesitara su abrazo, o su aliento, quizás Numa lo necesitó.

Decile que pude bailar.

Respondió la vocecita en un tono familiar, el escalofrío regresó, pero el miedo se fue, era Numa Turcatti, desde que fui a su casa lo sentí conmigo cada vez que leía el guion, cada vez que hojeaba los libros o cuando esa canalizadora nos hizo meditar.

Dice que pudo bailar. — respondí emocionado en un suspiro que me hizo verlo todo ante mis ojos en segundos, los ví, lo ví.

Asiente y las lágrimas rodaron por sus mejillas, eso fue todo, volvió a sentarse con el guion entre sus manos. Pero una sonrisa adornaba su rostro, quizás estaban teniendo una conversación privada, suya, que no estaría en ningún libro, en ningún guion, quizás solo eran Gustavo y Numa, corriendo como dos adolescentes, corriendo de todo, mucho antes del final.

——— 🪽

 Enzo Vogrincic - Numa, la voz en mi mente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora