"¿Por qué siento que mi mundo se va a acabar si lo dejo ir? Es una desesperación horrible... pensar que un día se vaya y no regrese. Sigo esperándolo, a pesar de que me haya hecho tantas promesas, una y otra vez. Sigo esperando que llegue ese día y...
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Oh, Dios... No me agrada admitir que estos meses han sido... caóticos, a falta de una palabra mejor. Ha habido bajadas hasta el mismísimo infierno y subidas hasta el precioso cielo en un ciclo que no parece tener fin, pero daría la vuelta al mundo entero una y otra vez con tal de poder ver su sonrisa al final de todo. Porque tiene que haber un final. Solo rezo porque ese final sea hermoso, y que podamos continuar como antes, recuperando la magia con la que empezamos esto...
Ahora soy yo el que se está replanteando las cosas, pero... ¿Se me puede culpar? Mejor no respondo a eso, porque... Camila diría que sí, obviamente, aunque estoy tratando de remediarlo con todas mis fuerzas. Sencillamente porque la amo hasta el infinito y... verla feliz es lo único que deseo.
Estoy embobado mirándola en toda su gloria natural, sentada en el suelo junto a nuestro cachorro, que juro que la mira del mismo modo mientras ella acaricia sus tiernas orejas peludas y le habla como a un bebé.
Un bebé... Una esposa. Mi esposa... Me dan escalofríos cada vez que ese pensamiento me cruza la mente, aunque es muy pronto para eso, los dos lo tenemos muy claro. Pero no está prohibido soñar...
Tengo que obligarme a desviar mis ojos de la escena no tan lejos de la cocina para terminar de preparar el desayuno, que realmente debería ser un banquete completo por la cantidad de cosas que hice y que sospecho que acabarán en la basura o en la boca de Tarzán, para que Camila me asesine después.
Empiezo a servirnos y la llamo para que se siente a comer conmigo, y me sale con la excusa de que no tiene hambre, pero no se la compro para nada porque sé muy bien que ella no se ha alimentado bien los últimos días, así que accede a comer en lentos bocados bajo mi insistencia.
Lo consideraría como un comportamiento extraño si no fuera por sus antecedentes, en los que deja de cuidarse apropiadamente cuando está estresada por algo en particular. Con su álbum a la vuelta de la esquina... La entiendo, pero me preocupa. Aunque me diga mil veces que estoy exagerando, que no soy su doctor y... la lista sigue.
- Niña grosera.- Murmuro en un tono divertido viéndola masticar callada con sus ojos fijos en su teléfono, haciendo no sé qué. Levanta la vista a mí, poniéndose roja como un tomate, con una pequeña sonrisa de lado. Se ve tan dulce...- ¿Cuál fue nuestro acuerdo, Señorita?
- Sin teléfonos de 7 a 9AM, a menos que tengamos un compromiso de verdad que atender.- Susurra haciendo pucheros y apagando el teléfono fuertemente apretado en su mano.
- Y tú pusiste esa regla, así que...
- Lo sé, lo sé, perdón.- Se ríe luciendo llena de culpabilidad y avienta el teléfono, que se desliza a través de la mesa lejos de ambos.- Ya, adiós.
