Yuder abrió los ojos porque sintió una escalofriante premonición dirigida a su garganta.
La cabeza le daba vueltas, arrancada bruscamente de un sueño de caídas interminables hacía unos instantes, pero Yuder observó en silencio la oscuridad. Había una sombra negra junto a su cama, una figura que no tenía ninguna posibilidad de ser el sacerdote Lusan, con una espada apuntándole a la garganta.
"¿Quién eres?", preguntó en voz baja, sólo para que la espada se acercara a su cuello.
"¿Dónde está el Príncipe?"
La pregunta salió como un susurro áspero, deliberadamente alterado con una sustancia.
Yuder no respondió nada, sino que miró a su alrededor. Incluso en la oscuridad, si se concentraba, podía discernir alguna semblanza de presencia.
'Cinco personas. No, Despertados... a juzgar por las voces alteradas, tal vez asesinos profesionales'.
"Contéstame. ¿Dónde está el príncipe?"
"¿Eres un asesino?"
Replicó Yuder en voz baja. El asesino enmascarado rió con incredulidad.
"El que hace preguntas soy yo, no tú. Si no respondes esta vez, morirás. ¿Dónde está el príncipe?"
En lugar de responder, Yuder ejerció su poder. La espada del asesino se levantó bruscamente justo cuando múltiples chispas iluminaban esporádicamente sus alrededores. Los asesinos, sobresaltados por la repentina luz que les atravesaba los ojos, tragaron saliva. Aprovechando el momento, Yuder se levantó de un salto, desenvainó la espada que tenía a su lado e, invirtiendo sus posiciones, sujetó al asesino por el cuello.
Por reflejo, el asesino lanzó su poder, pero los proyectiles se redirigieron para atravesar su cuerpo y el de sus compañeros. En un abrir y cerrar de ojos, todo había terminado, y gritos ahogados llenaron la sala.
"¡Ah, ugh!"
"¿Ahora me toca a mí hacer preguntas?".
Yuder sonrió levemente, sosteniendo su espada cerca del cuello del asesino. La luz reflejada de la espada proyectaba un brillo espeluznante y aterrador sobre su rostro. Los asesinos, incapaces de creer la rápida inversión de la situación, jadeaban mientras se retorcían en el suelo.
"¿Cómo... cómo es posible?"
"¿Por qué me has elegido como objetivo? Contéstame bien cómo has conseguido seguirme hasta aquí".
Los asesinos, rápidamente abrumados por el joven que parecía cualquier cosa menos formidable, consideraron el suicidio en cuanto se dieron cuenta de que estaban tratando con alguien extraordinario. Una decisión propia de asesinos profesionales, pero Yuder no les dió libertad para llevarla a cabo.
"¿Qué crees que estás haciendo?"
"¡Ugh!"
Antes de que pudieran recuperar su veneno oculto, enormes gotas de agua se materializaron de la nada, engullendo sus cabezas y obligándoles a abrir la boca. El agua, que se movía suavemente como una prolongación de Yuder, se coló por las grietas de sus máscaras y se introdujo en sus bocas, extrayendo el veneno oculto en cuestión de segundos.
Por mucho que lucharan, el agua no retrocedía. Sólo cuando su conciencia estaba casi nublada, el agua desapareció finalmente. Tras numerosos ataques de tos mezclados con agua, los asesinos recuperaron el sentido y se encontraron atados y desarmados.
"¡Tos...tos...tos!"
El agua que goteaba de sus cabezas y
caras les hizo darse cuenta de que los acontecimientos no habían sido una ilusión.