Desiciones

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Había terminado la sesión de hoy y me encontraba cambiándome de ropa en mí camerino, no hubo ningún fallo en las fotos todas salieron bien como siempre sucedía desde que me volví modelo.

Subí el cierre de mí falda hasta el final para darme cuenta que me sobraba espacio entre mí cadera y la tela. Fruncí mi ceño intranquila al ver cómo perdí peso en tan poco tiempo. Mis piernas estaban más flacas, los brazos más delgados y el rostro más fino de lo que era hace algunos años. Me observé en el espejo delineando me con los ojos cada parte de mí.

—¡Yaoyorozu! —golpeo la puerta mí mánager sacándome de mis pensamientos.—Tienes que salir rápido.

Tomé mí pecho por un momento sintiendo el corazón latiendo fuertemente.

—Ya salgo.

Agarré el buzo negro cayendo la capucha por mí cabeza cubriendo mí cara. Por último coloqué mi cartera en el hombro y los lentes de sol en mí rostro, a pesar de ser de noche no podía arriesgarme a que alguien me reconociera por la calle.

Abrí la puerta encontrándome con Ren, la chica que arregla mí vida a la perfección. Es un poco más baja que yo, castaña, ojos negros y  sumamente pegada a su rol de trabajo, pareciendo que lo único que hace es trabajar. Hubo veces en que la quise conseguir que se tomará vacaciones totalmente pagadas y solo negó completamente. No entendía cómo es que puede trabajar tanto y no descansar.

—La estaba esperando señorita Yaoyorozu.

Le sonreí mientras caminábamos hacia la segunda salida del lugar. Ella con su celular en mano y el bolso enorme colgando en su antebrazo.

—Te dije que me dijeras Momo —exclame—, Van dos años y medio que nos conocemos Ren. Tutear no está mal.

—Perdón, no estoy acostumbrada a llamar a la gente por su nombre —dijo acomodándose los lentes.

—No hay nada que pedir perdón.

Salimos del lugar pegando el frío de la noche de lleno en nuestros rostros. Suerte que llevaba medias largas porque sino moriría congelada.

Seguí a Ren llendo detrás de ella hacia la limosina, nos metimos sin decir ni una palabra y el chófer ya estaba allí esperándonos dentro del auto para entonces arrancar sin preguntarnos. Me acomodé en el asiento sacándome los lentes de sol.

El silencio en el auto reinaba y Ren rápidamente lo cortó hablando de lo mismo de siempre. De mis seguidores en las redes sociales, en como no paraba de crecer en la industria del modelaje y de que la gente me ama. Igual que un robot recapituló todo lo que tenía que decirme.

—Señorita hay un solo problema.

Otra vez señorita, se ve que nunca me va a llamar por mi primer nombre, pues es algo a lo que me tengo que acostumbrar.

—¿Que sucede Ren? —pregunté.

—Pasa que la empresa de modelaje está exigiendo que por su edad debería ir buscando esposo, o casarse con Tomeo —murmuro tan bajo como si tuviera miedo de decirlo— también que sirve para promocionar más tu rostro, que sería un beneficio para ti.

Suspiré exhausta esperándome esto algún día y estaba sucediendo ahora, no tenía ninguna escapatoria. No es como si las empresas de modelajes no tuvieran ganas de reemplazar por una chica más joven pero no creí pasaría tan rápido. Todavía no me siento a gusto para casarme.

—No es que tenga muchas opciones si es que quiero seguir por unos años en la empresa...

La pena estaba en sus ojos profundos pero no lo demostraba para así no arruinar más las cosas de lo que ya estaba.

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