Dibújame una sonrisa

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—Stark-sama, ¿qué está viendo?

Una pregunta directa, pero con aires cortantes, fue hecha por la compañera de viaje del guerrero pelirrojo Stark.

Fern tenía levemente fruncido el ceño y su pequeña boca entreabierta dejaba en claro que estaba de mal humor.

—¿Eh? —exclamó—. ¿Por qué... estás enojada?

Quiso preguntar, pero alguien arrebató rápidamente de su mano una botella y la reemplazó por otra.

—Por la diosa, fue error mío. Esta es la medicina que usted me preguntaba, joven amigo.

—¿Eh? —exclamó, luego mirando al hombre, quien le guiñaba incesante el ojo izquierdo—. ¿Qué medicina?

El vendedor apretó sus músculos faciales y una mano agarró el cuello de su abrigo rojo, tirándolo hacia atrás y arrastrándolo lejos de la caseta de dudosa ética medicinal.

—¿Está usted aprendiendo a ir a sitios dudosos de Frieren-sama? —regañó Fern sin importar que a lo lejos el vendedor la oyera.

—Perdón.

—¿Sabía usted que la medicina real en esta ciudad se vende con permisos, no en cualquier sitio de la calle?

—Perdón.

—¿Y sabía usted lo que era esa botella?

—No, perdón.

Y así, esa tarde estuvo llena de regaños y comentarios venenosos por aparte de su compañera.

[ • • • ]

—¿Entonces qué era esa botella? —preguntó Stark, sacando su hacha de la frente del monstruo árbol que acababa de cortar y saltando a un lado para que su compañera lo incinerara.

Fern prendió los restos en fuego antes de que pudiera volverse molesto.

—A usted no le interesa saber eso, Stark-sama.

—¿Botella de qué? ¿La que derrite?

—¿Derrite?

Frieren se acercó a Stark y empezó a cuchichearle.

—Fern realmente odia las botellas que derriten cosas.

—¡¿Derriten?!

—Sí, sí. Una vez compré una y me la echó encima. Así que se me derritió la ropa.

—¡¿La ropa?! ¡Ese señor qué quería venderme?

Fern miró a lo lejos la confunción, pero luego de una sonrisa torcida, no dijo nada.

[ • • • ]

—¿Y qué tan lejos has llegado con ella?

El hombre de barba de chivo, vendedor de dudosa medicina en la ciudad donde habían parado.

—¿Lejos? Llevamos meses andando.

El vendedor le echó el brazo encima y le susurró.

—No, no. Lejos de, lejos. ¿Qué tanto has hecho con ella?

Stark entrecerró los ojos y miró al hombre.

Una mirada cómplice le pareció comprender lo que quería.

—Hemos matado a un dragón.

—No, eso no, lo otro.

—Mamá, el chivo está acosando al joven bueno.

Dibújame una sonrisa - Fern x StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora