(LGBT+) Joshua tenía sólo trece años cuando toda su vida fue saboteada.
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Tras ser clasificado como redimible, el único hijo del villano más temido del país es puesto bajo mando de IMPERIO, la más poderosa organización de superh...
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Joshua Lara Román tenía tres años cuando escuchó Blackbird de The Beatles por primera vez. Y amó la canción desde ese instante, pese a que en ese momento ni siquiera alcanzaba a entender qué era un Beatles, o qué era el inglés. Así que su nana decidió adaptársela para que la oyera en español.
Con cuatro años, Joshua se sabía la canción al derecho y al revés y adoraba cantarla, no importaba la pronunciación. Todos en ALIANZA habían escuchado al niño entonarla al menos una vez. Y se volvió una especie de tradición. Joshua arrinconaba a algún nuevo visitante de su padre y no lo dejaba ir hasta que oyera su "perfecta interpretación" y el significado detrás de las letras.
Joshua aún no aprendía a hablar bien español cuando ya cantaba en inglés.
Y tenía a todos en ALIANZA hablando de cómo Adam, el temido Mamba Negra, no podía ponerle límites a su único hijo, que se negaba a entrenar hasta que su instructor se aprendiera la canción y la cantara con él. Pero Adam lo dejaba pasar porque Joshua aún no tenía la edad suficiente para comenzar un entrenamiento riguroso.
Con seis, esos privilegios se acabaron y dieron paso a largas tardes aprendiendo a controlar su cuerpo y a ser sigiloso. Se le dio bien desde el día uno y su padre no dudó en hacérselo saber, con la misma sonrisa de orgullo que le daba a su asistente cada que un plan de ataque a la ciudad era llevado a cabo con éxito. Sólo que Joshua aún no sabía sobre eso.
Con siete años, era tan sigiloso como guepardo y era un genio con las estrellas ninja. Siempre daba a su objetivo. Objetivo que fichaba, objetivo al que le daba; incluso si este estaba en movimiento. Su instructor era vanidoso sobre el tema, y muy aliviado de no haber tenido que aprenderse ninguna canción.
Pero todos estaban muy equivocados si creían que se había olvidado de Blackbird. Nada más lejos de la realidad. A decir verdad, era la propia canción la que lo había ayudado a ser un excelente aprendiz con tan corta edad; siempre que parecía sin ánimos de levantarse temprano en una mañana de entrenamiento, su nana le preparaba su desayuno favorito y le prometía que le cantaría Blackbird antes de dormir. Así que Joshua pasaba el día entre tarareos. Si hacía bien los ejercicios, su entrenador lo dejaba irse temprano. A veces, su nana incluso le leía su libro favorito. No lo entendía del todo, pero amaba la forma en que ella interpretaba cada personaje.
—Miri, Miri —susurró Joshua al escabullirse en la habitación de su nana a mitad de la noche. Afuera llovía. Se subió a la cama y la sacudió—. Mira qué encontré.
—¿Joshy? —murmuró mientras se acomodaba para quedar sentada y mirar bien al niño. Encendió la luz de noche y tomó en manos el libro azul que Joshua llevaba—. ¿Qué es esto?
—¡Encontré otra versión de El Principito! —Le arrebató el libro y lo ojeó para poder enseñarle cómo era por dentro—. Tiene dibujos que flotan. ¿Mañana puedes usar este para leerme?