CAPÍTULO 1 VIOLET

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El aterrizaje me despertó de forma brusca. La gente levantándose, un padre gritando a su hijo que no corriera, las pobres azafatas que intentaban explicar que saliéramos de forma ordenada, aunque nadie les hacía especialmente caso, ya que era un caos. Habíamos pasado por bastantes turbulencias y eso había afectado y alarmado a los pasajeros. Después de que una masa de gente pasara por el lado de mi asiento atropelladamente, pude levantarme y coger mis maletas del compartimento de encima de mi asiento. Recibí un golpe seco por detrás, mi maleta cayó al suelo abriéndose y mostrando todo su contenido, maldije por dentro y me giré para ver al causante de tal desastre.
Se trataba de un chico, no mucho mayor que yo, de pelo rubio y ojos azules, si quisiera podría pasarse por modelo, porque tenía que admitir qué guapo era.

— Muchas gracias — dije irónica mientras me agachaba para poner orden en mi maleta.

— No hay de qué. — el rubio ladeo la cabeza y añadió con cara de asco — Si no te importa, me gustaría poder pasar.

Estaba en medio, genial, recogí todo lo más rápido posible y me hice a un lado.

El chico me miró con aspecto triunfante y siguió su camino. Puse los ojos en blanco, qué odiosos eran esos pijos engreídos.

Me las apañé para llegar a la zona donde te encontrabas con la gente que venía a buscarte. Mi madre y yo queríamos desconectar un poco este verano, ella tuvo la genial — es sarcasmo — idea de reencontrarnos con unos viejos amigos, viejos sería sinónimo de mis mejores amigos de la infancia hasta los 10 años. Nueve años habían pasado desde que los vi por última vez, no entendía por qué tenía que volver a verlos y menos ahora, aunque el motivo era simple.

Se suponía que el viaje lo iba a hacer con mi madre, pero ella finalmente no ha podido venir. Trabaja en una empresa de perfumes, ¿he dicho trabaja? Pues no, es la dueña de una empresa de perfumes, han sacado uno nuevo y le planearon un viaje de última hora a París para promocionarlo. Así que me encontraba en un aeropuerto buscando a la mejor amiga de mi madre.

— ¡Violet! ¡Estoy aquí cariño! — se trataba de Madelyn, una mujer que rozaba los cincuenta, de pelo oscuro y largo que llevaba recogido en un moño mal hecho.

Me abrí paso entre la gente hasta que logré alcanzarla. Me sonrió y me abrazó. Muy fuerte para ser exactos. Lo había echado de menos. Terminó apartándose y divisé a una chica de mi misma edad, esbelta, de melena larga y ojos azules que me miraban con entusiasmo. Alice.
Nos quedamos unos segundos sin saber qué hacer o decir, hasta que ella tomó la iniciativa.

— ¡Viviiiiii! — nos dimos un corto abrazo en el que las dos nos sonrojamos, hacía tanto que no la veía... puede que al principio no tuviera muchas ganas de venir aquí, pero ahora solo de ver a Alice y a Madelyn me sentía yo, me sentía en casa.

— ¡¡¡Ay, Violet!!! Aún no me creo que seas tú, estás preciosa mi niña. — dijo Maddie sonriendo, la sonrisa no se le borraba en ningún momento, se veía de lejos que esperaba este momento. — Seguro que tienes muchas cosas que contarnos, pero ¿os parece bien si hablamos en el coche? Tanta gente empieza a agobiarme.

Típico de Madelyn pensé.

De camino al coche Alice me contó que hacía 6 años les había tocado la lotería, cosa que ya sabia, pero no una lotería cualquiera, había ganado un premio gordo de la lotería más grande de California. Se habían mudado a una casa muy grande, según Alice, situada a las afueras de los Ángeles.
Después de diez minutos largos andando por el aeropuerto llegamos al parking, nos acercamos a un Tesla blanco, y de él salió la última persona que esperaba encontrarme. Unas brillantes esmeraldas se posaron en mí, podría distinguir esos ojos a kilómetros de distancia.

— Liam, cariño mira a quién traemos. — dijo Maddie.

Nuestras miradas se cruzaron en la distancia, no sabía si estaba contento de verme porque su cara no irradiaba mucha felicidad.
Alice me quitó la maleta para meterla en el maletero y haciéndome apartar la mirada de su hermano.
Subimos al coche, Alice y Madelyn se sentaron detrás, así que me senté delante, Liam me dirigió una mirada reprobatoria y encendió el motor.

El trayecto era largo, Alice y Maddie empezaron a disparar preguntas, que me costaba escuchar, ya que mi cabeza estaba en otro lugar. Cuando se calmaron un poco pusimos música, y me quedé admirando el paisaje. Miré de reojo a Liam, conducía con calma, despreocupado. Su perfil era muy bonito, ojos verdes, pómulos destacados, piel morena, labios gruesos... Me quedé embobada, tanto, que no me di cuenta de que me miraba fijamente.

— ¿Se puede saber qué miras tanto? — Me ruboricé al darme cuenta de que me había pillado. Dejé de mirarlo al instante.

Después de un rato que se me hizo interminable (sobre todo porque noté que cada diez segundos él clavaba la mirada en mí) llegamos a una finca enorme, en resumen la casa o se podría decir mansión más grande y bonita que había visto en mi vida.
Cuando bajamos me quedé contemplando tal casa, era una finca demasiado grande para ser verdad. Cuando Alice me dijo que tenían una casa grande y bonita, no me imaginé que se refería a esto.

— Esto... — no me salían las palabras — ¡esto es impresionante!

Madelyn me guio hasta la casa seguida de sus dos hijos, ¡por dentro era incluso más bella! Esto tenía que ser un sueño, y no quería despertar. Los pasillos amplios, un salón más grande que un piso de ciudad, muebles y ventanas relucientes... era precioso.

Llamaron a la puerta. No sabía quién podía ser, ya que no conocía a la gente de esa zona.

Alice fue a abrir. Un chico rubio entró y Alice se lanzó a sus brazos. ¿De qué me sonaba a mí ese rostro? No podía ser...

¡Era el chico del aeropuerto! ¿¡Qué hacía aquí!?

— Violet, te presento a mi novio Elliot.

— Ella es Violet.

Elliot sonrió de lado, me había reconocido.

—- Hola de nuevo chica de la maleta —- no pude evitar poner los ojos en blanco.

— ¿¿Es que ya os conocéis?? — preguntó Alice confusa.

— Es posible que nos conociéramos en el aeropuerto.

Alice dibujó una gran sonrisa en su rostro.

— Violet, pídele a Liam que te enseñe tu habitación, probablemente está en la cocina. — Por la que habíamos pasado antes —.

Alice y Elliot subieron las escaleras entre risas y oí un portazo a lo lejos.
Me dirigí a la cocina, y efectivamente Liam estaba allí. Cocinaba algo, tenía un olor delicioso.

— Ha llegado Elliot, Alice me ha dicho que me enseñarías mi habitación —.

Pude ver como se le tensaba todo el cuerpo.

— ¿Elliot? — preguntó con voz áspera.

— Elliot, el novio de tu hermana.

— Ya sé quién es Elliot, pero me extraña... — se paró un momento— olvídalo, ven te acompaño a tu habitación.

Seguí a Liam por la inmensa casa, subimos las escaleras y vi como se movía cada músculo de su espalda al caminar. En nueve años había crecido mucho, ahora me sacaba una cabeza, se notaba que iba al gimnasio porque tenía que decir que estaba muy bueno.
Llegamos a una puerta y él la abrió, me dio la llave y entramos.
Era una inmensa habitación, con unos preciosos ventanales que iluminaban toda la estancia, la luz del sol contrastaba con el color blanco de la pared, el suelo de madera y unas vistas estupendas.
Una cama de matrimonio a la izquierda, al lado divisé mi maleta color violeta que me había regalado mi madre, alguien la había subido. Me adentré más en la habitación, abrí lo que supuse que era el baño. Esto no podía ser verdad. Era todo un lujo. Empecé a inspeccionar toda la habitación con una radiante sonrisa. Liam estaba apoyado en una pared observando la escena.

— Yo me voy, mi habitación es la dé al lado y la de Alice la de enfrente. Cualquier cosa avísame.

Asentí brevemente.

Intenté no pensar demasiado que me había dicho donde estaba su habitación...  ¡Violet! Céntrate, "si necesitas cualquier cosa avísame" sus palabras quedaron flotando en el aire y se marchó.

Mi verano de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora