El final del guerrero

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La Colina del Cuervo se alzaba enigmática ante mis ojos, envuelta en la niebla y el espectral presagio de un aciago acontecimiento. El viento ululaba en su quietud, arrastrando lejano el eco de una batalla que se alejaba de nosotros. El sol había decidido ocultarse bajo el tenue manto de las nubes, tal vez para no presenciar lo que el destino nos tenía preparado. Sentí un escalofrío al contemplar todo aquello. No había que ser un experto en los astros como el viejo Óin para percibirlo, el susurro de la muerte se hallaba implícito en cada esquina, esperando con sigilo su momento.

Avancé junto a mi hermano sosteniendo en mi mano la empuñadura de hierro forjado de mi daga predilecta, como si su frío tacto, tallado por el enano al que veneraba, pudiera infundirme la seguridad que necesitaba.

Habíamos dejado atrás el infierno de aquella desigual batalla con la esperanza de ponerle fin con un único golpe maestro. Los enanos somos tenaces, perseverantes y osados, pero no estúpidos. Poco teníamos que hacer ante aquella infinita horda de enemigos que ya había mermado las filas de nuestro pueblo y de muchos otros. Sólo restaba un último intento, allí, detrás de la montaña, en aquella encrucijada donde su líder comandaba las órdenes fuera del peligro.

El Rey Bajo la Montaña detuvo nuestro avance para otear lo que aquella lúgubre niebla revelaba, un escenario gris y nebuloso. Dubitativo, tras pensarlo unos instantes, pronunció su ordenanza analizando a sus guerreros.

- Kíli, Fíli, adelantaos para investigar el terreno.

Tragué saliva mientras avanzaba por aquel terreno gélido y derruido. Algo andaba mal. Aquel silencio espectral reinante en una zona que se consideraba el epicentro de organización de aquella barbarie orca, no podía augurar nada bueno.

- Tan sólo un reconocimiento. No entréis en batalla. – Nos recordó, ambos asentimos en silencio.

Divisé la torre de vigilancia y me adentré en ella. Kíli me seguía conteniendo el aliento. Avancé despacio, utilizando con pericia el filo de mi arma para divisar aquello que nos aguardaba en cada esquina. Sólo la oscuridad silenciosa y amenazadora. Pude escuchar el sonido de mi sudor resbalando por mi garganta en cada nivel inspeccionado. Pero por más niveles que sondeamos la torre permanecía vacía y aquel incómodo presentimiento que inundaba mis sentidos y congelaba mis movimientos cobraba cada vez más fuerza.

Justo cuando dimos por concluida nuestra avanzadilla, cuando íbamos a regresar con las manos vacías, desentrañé las verdaderas intenciones del enemigo. No les habíamos pillado por sorpresa, atraernos a aquel rincón apartado había sido su plan desde el principio. Alejarnos de la batalla donde la maestría de un guerrero se diluye mermada por el caos y la supremacía del enemigo. Él no iba a contentarse con verle muerto, con contemplar su cadáver en la distancia. Azog quería un combate a solas, un enfrentamiento mano a mano con Escudo de Roble, una forma de prolongar su agonía con él como único testigo.

Apreté el puño con rabia. ¿Cómo habíamos sido tan estúpidos? Caer en su trampa como ratas insignificantes. Empujé inmediatamente a Kíli para que diera la voz de alarma.

- Ve a avisarles – Sus ojos castaños me miraron sin comprender. – Es una emboscada, ¡están en peligro!

Tragué saliva mientras aquella sensación me congelaba el pecho. Sólo tenía una oportunidad. La oportunidad de retrasar unos segundos a la legión que se alzaba a mi espalda para que Kíli llevara el mensaje a tiempo. Apreté con fuerza la empuñadura de mi arma mientras la imagen de nuestra madre inundaba por un segundo mi visión. Ni siquiera tuve tiempo de rezar mis oraciones.

Aquel ser colosal inmovilizó mi muñeca sin apenas darme tiempo a reaccionar. Me golpeó en la espalda con crueldad a la par que aprisionaba la mitad inferior de mi rostro para impedirme siquiera gritar. Sentí el hedor de su guante putrefacto reprimir mi aliento y hasta mi respiración.

El final del guerrero - HobbitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora