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MEREDITH COLOCO LOS PLATOS SOBRE LA mesa mientras su padre terminaba de preparar el almuerzo. La menor esperaba ansiosa la comida, su padre era demasiado bueno en la cocina. Muchos creían que los padres solteros apenas y sabían hacer lo básico, pero con Donald no era así.
— ¡Meredith, lávate las manos! —gritó su padre desde la cocina.
— ¡Ya voy!—la menor corrió hasta el baño.
Cuando llegó al comedor, su padre ya había servido su plato, ambos se sentaron y empezaron a comer.
— ¿Qué tal la escuela, florecita?
— Timmy Murphy quiso darme un beso.
Donald escupió el agua.
— ¿Y qué hiciste?
— Lo patee donde me dijiste.—
— ¡Muy bien!—ambos chocaron los cinco.
— Aunque..., en el almuerzo vi algo raro.
— ¿Qué viste, florecita?
— Era como una gárgola. Creo que me miró—respondió y continuo comiendo.
Donald suspiró y se paso las manos por el rostro, frustrado.
Se llegaba la hora.
— Cuando termines de comer, haz maletas. Iremos con la tía Lorie.
— ¿Y la escuela?—preguntó.
— Faltaras unos días.
— ¡Fantástico! —celebró.
Mientras Meredith celebraba emocionada, su padre contenía las ganas de llorar.
Lo único bueno que le había pasado en la vida estaba por irse.
